El Toro de la Vega
Existe la idea, bastante generalizada en Espa?a, de considerar al individuo que se preocupa por los animales, como despreocupado por el ser humano. Tal prejuicio es t¨ªpico emitirlo cuando alguien lucha, por ejemplo, por erradicar las fiestas espa?olas en las que por lo general el desgraciado protagonista es el toro, al que en casi todas ellas se le acosa, persigue, tortura y finalmente mata, para que una muchedumbre enardecida descargue adrenalina. Estos festejos se siguen perpetuando en nombre de la "tradici¨®n", concepto perverso que parece justificar cualquier burrada que demuestre llevarse un tiempo celebrando.
La falta de perspectiva de quienes, para defender tales tradiciones, alegan que en el mundo hay otros problemas de m¨¢s envergadura, es asombrosa. Cuando tal argumento lo esgrimen pol¨ªticos o representantes de las instituciones de quienes dependen que tales fiestas se celebren, tal afirmaci¨®n resulta preocupante.
Quienes luchamos contra la crueldad hacia los animales, "estamos trabajando en las ra¨ªces", como dijo George T. Angell. ?Puede haber a¨²n alguien que piense seriamente que la violencia con los animales no tiene relaci¨®n alguna con la violencia hacia los seres humanos? La violencia es siempre un mal intr¨ªnseco, se ejerza contra quien se ejerza. Y si su objeto es adem¨¢s un servivo indefenso e inocente, es un acto sencillamente canalla. Est¨¢ estudiado que los grandes asesinos de la historia ejercieron en su infancia la crueldad hacia los animales. Ensayaban as¨ª la violencia que ejercer¨ªan a lo largo de su vida. Y lo que es indudable es que la violencia engendra violencia, y el fomento de las situaciones donde el ser humano puede ejercerla contra otros seres vivos, amparado en el grupo y en el anonimato, es tan criminal como el mismo individuo que la ejerce. De ah¨ª la responsabilidad grav¨ªsima de nuestros gobernantes en el mantenimiento o permisividad de esas fiestas, tradiciones, o calif¨ªqueselas con el eufemismo que se quiera.
La radical diferencia entre la violencia contra las personas y la que se practica con los animales, es que la primera est¨¢ castigada por las leyes, mientras que la segunda en este pa¨ªs, est¨¢ institucionalizada. La pervivencia de las fiestas donde se maltrata animales no tiene justificaci¨®n moral alguna, y no hay inter¨¦s econ¨®mico, captaci¨®n de votos, o presi¨®n de los grupos que se lucran con ello, que pueda excusar dichas tradiciones, carentes de la m¨¢s elemental humanidad. Esa idea de que el hombre es el "Rey de la Creaci¨®n", heredada la tradici¨®n judeo-cristiana, es precisamente la que nos est¨¢ conduciendo a la aniquilaci¨®n del planeta, del que est¨²pidamente nos consideramos due?os, cuando lo ¨²nico que desde luego somos es responsables.
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