La guerra ha terminado
Tras la revelaci¨®n por la prensa de la existencia de contactos secretos entre el Gobierno y los terroristas, el ministro sir Patrick Mayhew compareci¨® ante la C¨¢mara de los Comunes para explicar que todo hab¨ªa comenzado en febrero de 1993 con la llegada a manos del primer ministro, John Major, de un mensaje del IRA. El transmisor del mensaje era Martin McGuinnes, n¨²mero dos del Sinn Feinn (y probablemente tambi¨¦n del IRA). Lo esencial del mensaje era el reconocimiento de que la guerra como tal hab¨ªa terminado y la petici¨®n de ayuda al Gobierno para convertir ese final en superaci¨®n definitiva del "conflicto". "El Gobierno -dijo Mayhew- ten¨ªa el deber de responder a ese mensaje".
Aunque se desconoce su contenido concreto, se sabe que Zapatero recibi¨® poco despu¨¦s de llegar a La Moncloa un mensaje que fue interpretado como indicio de la disponibilidad de ETA para buscar un arreglo que le permitiera justificar el abandono de las armas. La fiabilidad del mensaje se ha visto afectada por la expulsi¨®n de la banda de su antiguo m¨¢ximo dirigente, Pakito, y de los otros firmantes de una carta en la que ven¨ªan a plantear que la lucha armada ya no era eficaz para alcanzar sus objetivos, y que hab¨ªa llegado el momento de traspasar la direcci¨®n al brazo pol¨ªtico. No es veros¨ªmil que la direcci¨®n de ETA se est¨¦ planteando el abandono de las armas y expulse a sus m¨¢s curtidos ex dirigentes presos por sugerir eso mismo.
Una explicaci¨®n posible es que la disposici¨®n para buscar un arreglo no sea del conjunto de la direcci¨®n, sino de un sector de la misma; o quiz¨¢s est¨¦n aplicando la t¨¢ctica de Stalin: apropiarse de las ideas y eliminar a quien las formula. Con todo, si, como insinuaba Ram¨®n J¨¢uregui (EL PA?S, 28-8-05), hay una conexi¨®n Otegi-Ternera favorable a la retirada, el asunto es importante. El sector de ETA (pm) partidario de dejar las armas era en 1981 minoritario, lo que no impidi¨® que el otro sector tambi¨¦n acabara disolvi¨¦ndose.
Pero incluso si todos los jefes de ETA estuvieran convencidos de que ha llegado la hora de cerrar, y s¨®lo buscasen un arreglo personal para ellos y los presos, no lo plantear¨ªan en esos t¨¦rminos, sino de manera triunfalista y exigiendo contrapartidas pol¨ªticas. Si tales exigencias encontrasen receptividad en los partidos e instituciones, ganar¨ªan puntos los que consideran que su decisi¨®n de perdonar la vida a los electos del PP y del PSOE (y a los catalanes) es una gran concesi¨®n que les da derecho a compensaciones pol¨ªticas. Ya hay indicios de tal receptividad en el discurso del nacionalismo gobernante (y de Llamazares) cuando reclaman la derogaci¨®n de la Ley de Partidos y el acercamiento de los presos; y cuando aceptan que la llave de la soluci¨®n est¨¢ en un acuerdo sobre el "derecho a decidir", o sea, sobre la autodeterminaci¨®n.
Con ello no hacen ning¨²n favor a esos dirigentes supuestamente partidarios del cierre. Al rev¨¦s: les aleja de la ¨²nica medida que pueden adoptar para encontrar una salida realista, que es disolverse ya. Es significativo que sean sobre todo personas que conocen ese mundo por dentro o desde cerca quienes con m¨¢s vigor argumentan contra cualquier planteamiento que implique tratar de incentivar el abandono de las armas con concesiones pol¨ªticas: porque cualesquiera que sean esas concesiones, siempre se creer¨¢n en la obligaci¨®n de considerarlas insuficientes, lo que aplazar¨¢ una vez m¨¢s el desenlace, con el riesgo de que entretanto alguien vuelva a encontrar sentido a la violencia: para vencer las ¨²ltimas resistencias espa?olas..
La ¨²ltima novedad es la idea de que el abandono de las armas requiere ofrecer a ETA garant¨ªas de que podr¨¢ alcanzar sus objetivos sin violencia. Y que, para ello, deben eliminarse los obst¨¢culos legales que lo impiden. Pero el principal obst¨¢culo es la pluralidad de la sociedad vasca, que la coacci¨®n de ETA no ha logrado diluir. Aceptar ese planteamiento supondr¨ªa trasladar la responsabilidad de la continuidad de la violencia de quienes la practican a quienes la padecen; y aceptar la falacia de que las instituciones deben compensar con concesiones y ventajas la falta de razones de los que optaron por la guerra precisamente por su incapacidad para convencer pac¨ªficamente a la mayor¨ªa.
Aunque el Gobierno cometi¨® el error de mantener al PP al margen, es demag¨®gico decir que Zapatero ha renunciado a derrotar a ETA para pactar con ella. El objetivo de la pol¨ªtica antiterrorista es llevar al mundo de ETA al convencimiento de que le conviene m¨¢s abandonar la v¨ªa violenta que seguir en ella. En eso consiste la derrota de las armas. Algo que si hoy parece veros¨ªmil es porque no se hizo caso a quienes hace tres a?os auguraban grandes desastres si se aprobaba la Ley de Partidos y se ilegalizaba a Batasuna.
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