Maneras de llevar un carrito
Hubo un tiempo en el que los ¨²nicos carros de la compra eran los que utilizaban los clientes de los mercados. En principio eran simples bolsas con ruedas. M¨¢s tarde, y gracias al progreso tecnol¨®gico, incorporaron estructuras y esqueletos met¨¢licos o de pl¨¢stico que mejoraron su aerodin¨¢mica, capacidad y movilidad. Hoy los carritos de la compra que dominan en el mundo son los virtuales, que ilustran las p¨¢ginas web dedicadas al comercio por Internet con un pictograma universal. Tambi¨¦n abundan los de las grandes superficies, cada vez m¨¢s voluminosos, aunque algunos siguen siendo dif¨ªciles de manejar y se desplazan oblicuamente, obligando al conductor a comportarse de un modo que llama la atenci¨®n de los servicios de seguridad (el problema existe desde que Michel Cullen los invent¨®, all¨¢ por 1930).
Carritos de la compra. Hay modelos para todos los gustos (y bolsillos). Y tambi¨¦n hay conductores de habilidades muy distintas
Esta semana he vuelto a utilizar un viejo y entra?able carro de mercado, ese que nos permite cargar la compra y traerla a casa sin cortarnos los dedos (viol¨¢ceos, hinchados, a punto de reventar) con las asas de las bolsas de pl¨¢stico ni sufrir la incomodidad de ir haciendo equilibrios por ascensores, portales y escaleras con cajas de tama?os diversos. As¨ª como el carro de supermercado y de gran superficie ha ido creciendo de manera alarmante (los hay que son grandes superficies en s¨ª mismos, con una capacidad superior a la de algunos pisos), el carro de mercado de toda la vida mantiene proporciones humanas, probablemente porque s¨®lo as¨ª puede caber en un ascensor y no invadir los domicilios (si tuviera el tama?o de seg¨²n qu¨¦ carros de s¨²per, necesitar¨ªamos una plaza de parking especial para aparcarlo).
Observando a los clientes de cuatro mercados de los 179 que hay en Catalu?a, me alegr¨® comprobar que el carro goza de buena salud y que muchos compradores lo siguen utilizando. Una primera encuesta visual me permite afirmar que una de las marcas m¨¢s populares es Play Market, que presenta una enorme variedad de modelos, tama?os, estampados y tipos de ruedas (?para cu¨¢ndo una feria internacional del carrito llamada Expo Carrito?). La vieja bolsa est¨¢tica con ruedas ha sido superada por dise?os m¨¢s sensatos, que incluyen el carro plegable (con o sin rejilla), ideal para poder guardarse en un lugar discreto de la casa o, mejor a¨²n, en el maletero del coche. Laurence Kerr Olivier dec¨ªa que el arte del comerciante consiste en llevar una cosa desde el sitio donde abunda al lugar donde se paga cara. El arte del consumidor, en cambio, consiste en arrastrar, gracias al carro, lo que ha pagado caro para, una vez en casa, preguntarse si realmente lo necesitaba. Hay un momento decisivo en la evoluci¨®n del carro: cuando, adem¨¢s de las dos ruedas de siempre, se a?aden dos m¨¢s, de menor tama?o, que, unidas a una barra inferior, permiten inclinar el carro sin que pierda el equilibrio y, adem¨¢s, conducirlo frontalmente. No es un detalle menor. En muchos mercados vemos como algunas clientas son personas mayores que, gracias a este invento, utilizan el carro no s¨®lo como almacenador de alimentos, sino tambi¨¦n como andador. De este modo, se facilitan sus movimientos y se les proporciona una seguridad indispensable para ir por la vida (sobre todo cuando tienen que atravesar las zonas de pescader¨ªa, de suelo permanentemente mojado y resbaladizo, o sortear esas hojas de lechuga estrat¨¦gicamente olvidadas para que uno resbale y sufra un multitraumatismo ¨®seo).
Cuando la afluencia al mercado es masiva, la cosa se complica. El carro se convierte entonces en carro de combate. Si los pasillos son anchos, no hay problema. Pero si el espacio es reducido, enseguida percibes que la temeridad o elegancia en la conducci¨®n del carro es el reflejo del alma del cliente. Hay maneras y maneras de llevar un carro. El estilo que m¨¢s ofende es el invasivo, propio de quienes avanzan sin preocuparse de los posibles contactos, como hac¨ªa Massala en la pel¨ªcula Ben-Hur. Muy seguros de s¨ª mismos, arrastran el carro y si golpean espinillas o ruedas de otros carros, si desestabilizan el precario equilibrio de una caja de verduras, no se detienen y ah¨ª te pudras. Es m¨¢s: sospecho que sus modales est¨¢n pensados para eliminar la competencia. Podr¨ªamos denominarlo estilo apisonadora. Otros, obsesionados en demostrar su destreza en el manejo del carro, lo mueven constantemente, practicando un eslalon permanente que sortea incluso su sombra, creando una coreograf¨ªa hiperactiva respetuosa con los dem¨¢s pero exasperante por su agotador despilfarro de energ¨ªa. Luego est¨¢ el carro-choque, una variedad de los autos de choque. Sus conductores se dedican a chocar contra todo lo que se mueve y cuando les fulminas con la mirada te responden con un est¨²pido: "?Ay!, perdone". Por la noche, cuando el comercio debilita su actividad y se bajan casi todas las persianas met¨¢licas, empiezas a ver que el carro tiene otro uso: el que le dan los indigentes. Sirve de armario ambulante, de contenedor m¨®vil en el que se acumulan cartones y mantas, y a veces incluso se vuelve parapeto contra el fr¨ªo. Cuidemos nuestros carritos, pues, porque cualquier d¨ªa, tras una ruina repentina, un tsunami o un hurac¨¢n, pueden convertirse en nuestro ¨²nico domicilio.
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