Sedaris retrata con sorna la vida de la clase media estadounidense
El autor alterna man¨ªas y pullas familiares en 'Un vestido de domingo'
El escritor David Sedaris (Nueva York, 1956) se define como un "obseso compulsivo". Man¨ªas varias, entre las que destaca una afici¨®n desmesurada por fregar casas ajenas, y extravagantes vivencias familiares nutren buena parte de su exitosa literatura. En los relatos de Un vestido de domingo (Mondadori), el autor despliega de nuevo su hiriente iron¨ªa para re¨ªrse de la cotidianidad y de s¨ª mismo. "Detesto sudar, prefiero estar seco", dice.
La trayectoria literaria de David Sedaris es peculiar. Se hizo famoso explicando en la radio sus experiencias como elfo navide?o en unos grandes almacenes. No tard¨® mucho tiempo en recibir la llamada de un editor para saber si ten¨ªa m¨¢s relatos. En pocos a?os pas¨® de ganarse la vida con trabajos temporales mal pagados a llenar teatros. El ¨¦xito le pill¨® desprevenido -nunca tuvo vocaci¨®n de escritor- y acab¨® huyendo a Francia para refugiarse de la fama.
En el libro de relatos Un vestido de domingo (en catal¨¢n, en Angle Editorial con el t¨ªtulo de Contempla les estrelles), Sedaris retoma sus obsesiones neur¨®ticas, que tanto le asemejan con Woody Allen, y describe suculentos episodios juveniles. De ellos se desprende una visi¨®n mordaz de la clase media estadounidense. Gran parte de la hilaridad de los cuentos se debe al retrato despiadado de su familia, un extravagante linaje de origen griego que pese a todo le sigue dirigiendo la palabra. "Me parece muy curioso hablar con alguien que no mencione a sus padres. Mi familia es muy importante en mi vida, por eso hablo de ellos". Acompa?ado siempre de una peque?a libreta en la que anota las cosas que le llaman la atenci¨®n, muchas de sus historias las rescata de unos diarios pol¨ªticamente incorrectos que escrib¨ªa cuando ten¨ªa 20 a?os. Para transcribirlas recurre a la exageraci¨®n como rasgo humor¨ªstico. "Hay veces que la vida parece un cuento. Hace poco iba con una amiga en coche y nos paramos para charlar. Me dijo que su hijastra se hab¨ªa quedado embarazada de un enano nazi. De pronto, un ¨¢guila se detuvo frente a nosotros y pens¨¦ que aqu¨¦lla era una gran historia".
Autobiograf¨ªa novelada
Problemas de comunicaci¨®n con su novio, divertidas partidas de strip poker con rudos compa?eros de clase que le humillaban de ni?o por freaky, impacientes anhelos de convertirse en alguien rico y sofisticado, acaloradas discusiones con sus hermanas y sonados desencuentros con su autoritaria madre -eternamente deprimida- son algunas de las an¨¦cdotas rese?adas en los cuentos de Un vestido de domingo. Imposible distinguir d¨®nde acaba la autobiograf¨ªa y empieza la ficci¨®n.
Aunque reconoce que ¨²ltimamente est¨¢ m¨¢s relajado, sus neuras siguen intactas. "Por ejemplo, hace cuatro a?os me compr¨¦ un par de pantalones que se me han quedado peque?os. En verano hago muchas horas de gimnasia para poder pon¨¦rmelos. Siempre pienso que es poco ejercicio. Es absurdo, porque son pantalones cortos que nadie lleva en Par¨ªs. Si lo hiciera, todos se reir¨ªan de m¨ª y me llamar¨ªan jodido americano hortera". El triunfo econ¨®mico no ha influido en sus historias, centradas siempre en el desasosiego de un perdedor nato que parece ser la v¨ªctima favorita de todos los que le rodean. "En Francia me siento un extranjero. Por lo tanto, puedo seguir escribiendo de lo mismo".
De su visita a Barcelona se lleva alguna idea. Entre otras, la costumbre catalana del cagati¨® -un tronco que los ni?os golpean en Navidad para obtener sus regalos- le ha dejado alucinado. "Que se den golpes a un tronco para que cague regalos me parece sorprendente. ?Adem¨¢s le dan leche! Pero d¨®nde se ha visto eso...". Cuando se le recuerda que los estadounidenses se disfrazan de elfos, cede en su perplejidad. El calimocho tambi¨¦n le parece curioso. "?Por qu¨¦ mezclan vino y coca-cola?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.