Katrina y la Constituci¨®n
Cuando el propio George W. Bush, un pol¨ªtico no precisamente dado a reconocer sus propios errores, no ha dudado en calificar de "inaceptable" la respuesta federal a la cat¨¢strofe causada por el hurac¨¢n Katrina, a nadie puede extra?ar la unanimidad en la dureza de las cr¨ªticas a las autoridades locales, estatales y federales por parte de todos los medios de comunicaci¨®n estadounidenses, liberales o conservadores, incluida la superconservadora cadena televisiva Fox, y que se ha traducido en una ca¨ªda en picado de Bush en las encuestas hasta niveles, un 38%, in¨¦ditos para un presidente en el primer a?o de su segundo mandato. Desde "verg¨¹enza y esc¨¢ndalo nacional" hasta "par¨¢lisis oficial", los titulares no hacen sino reflejar la perplejidad y posterior indignaci¨®n popular ante la ineficacia demostrada por las autoridades locales, estatales y federales ante una cat¨¢strofe no imprevista, como la del 11-S, sino anunciada machaconamente durante m¨¢s de una semana por los servicios meteorol¨®gicos correspondientes.
El fracaso de los tres niveles de gobierno del pa¨ªs ha sido total e inexcusable y as¨ª lo pondr¨¢ de manifiesto la comisi¨®n de investigaci¨®n independiente -no la que propone Bush, sino una parecida a la del 11-S-, que, no tardando mucho, se constituir¨¢ a instancias del Congreso en respuesta al clamor popular que exige conocer qu¨¦ fall¨®, por qu¨¦ fall¨® y qui¨¦nes son los responsables de los fallos. La falta de liderazgo por parte del alcalde de Nueva Orleans, Roy Naguin, primero; de la gobernadora de Luisiana, Katherine Blanco, despu¨¦s, y del presidente Bush y de su Administraci¨®n, por ¨²ltimo, fue clamorosa. La toma de decisiones en las 48 horas siguientes al choque del Katrina con el delta del Misisipi brill¨® por su ausencia. Como acusa la prensa, parec¨ªa como si las autoridades hubieran sufrido un ataque de par¨¢lisis. ?Falta de reflejos? Absoluta. Pero, tambi¨¦n, una ausencia de claridad del sistema sobre la divisi¨®n de responsabilidades en el sistema federal m¨¢s antiguo del mundo. Cuando Bush, en respuesta a un periodista que el lunes le planteaba en las calles de Nueva Orleans el tema de la descoordinaci¨®n, se manifestaba a favor de que el Congreso clarificara de una vez las competencias locales, estatales y federales en cat¨¢strofes de este tipo, no s¨®lo trataba de esquivar su responsabilidad, sino que respond¨ªa a una realidad constitucional que, como antiguo gobernador de un Estado, conoce muy bien: la zona borrosa que existe en muchos casos entre los poderes estatal y federal. Y esa zona gris existe porque la Constituci¨®n deliberadamente as¨ª lo quiso. Su d¨¦cima enmienda dice taxativamente: "Los poderes NO delegados por la Constituci¨®n a los Estados Unidos (el Gobierno federal) ... son competencia de los Estados respectivos o del pueblo (de esos Estados)".
A la vista de esta enmienda, es m¨¢s f¨¢cil comprender, aunque no justificar, la negativa de la gobernadora Blanco a poner bajo el mando militar federal a la Guardia Nacional de Luisiana y el papel no de protagonismo, sino de apoyo a las tropas estatales, desempe?ado por parte de las unidades de combate federales enviadas a la zona, imposibilitadas, como recordaba J. M. Calvo en una cr¨®nica, a realizar labores de polic¨ªa por una ley de 1868 promulgada poco despu¨¦s de la guerra civil.
Naturalmente, lo que no explica la d¨¦cima enmienda, por ejemplo, es qu¨¦ hac¨ªa un in¨²til como Michael Brown, aparte de ser amigo de un amigo de Bush, sin la m¨¢s m¨ªnima experiencia en temas de protecci¨®n civil, al frente de un organismo clave como la agencia federal para la gesti¨®n de emergencias (FEMA), ni por qu¨¦ la ayuda federal tard¨® cinco d¨ªas en llegar a la zona. El Katrina puede terminar ahogando a Bush en su segundo mandato. Pero, dif¨ªcilmente, cambiar¨¢ una tradici¨®n bicentenaria basada, en palabras de Woodrow Wilson, en "la subdivisi¨®n y difuminaci¨®n de la autoridad". Los fundadores establecieron deliberadamente un sistema de gobierno d¨¦bil y diluido, lo que no quiere decir ineficaz. Como escrib¨ªa hace tiempo el soci¨®logo y economista laborista Harold Laski, "la concentraci¨®n de poder atenta contra la ra¨ªz de ese sistema; se considera un-american (no americana) y un ataque a la libertad".
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