?Qu¨¦ se puede elegir?
Vivimos en una ¨¦poca nada cicatera en crisis. Se nos ofrecen a diario, realmente amenazadoras o simplemente anunciadas, o se nos sirven, interesadamente, para meternos miedo. A muchos ciudadanos les resulta dif¨ªcil distinguir lo que hay que tomar en serio.
Con lo que abordamos el tema de las elecciones anticipadas al Bundestag. Para decirlo de antemano: por dif¨ªcil que sea alcanzar ese objetivo electoral, soy partidario de la continuaci¨®n del Gobierno rojiverde bajo el canciller Gerhard Schr?der y el ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Fischer. Los dos han tenido el valor de acometer reformas dif¨ªciles, y los dos han demostrado saber actuar responsablemente ante crisis aut¨¦nticas y no s¨®lo anunciadas, tanto hoy como en el pasado m¨¢s reciente.
Recordemos: hace cuatro a?os, el ataque terrorista a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York no s¨®lo conmocion¨® a Estados Unidos, sino que nos conmocion¨® tambi¨¦n. El canciller prometi¨® entonces a Estados Unidos una solidaridad clara en la lucha contra el terrorismo; sin embargo, a?adi¨® previsoramente que Alemania no se dejar¨ªa arrastrar a aventuras.
La advertencia estaba m¨¢s que justificada. Poco despu¨¦s, por boca del presidente de Estados Unidos, Irak fue declarado principal Estado brib¨®n. El dictador Sadam Husein, su ex aliado, se convirti¨® en la encarnaci¨®n del Mal. Con la justificaci¨®n, ya entonces poco convincente, de que Irak se dispon¨ªa a fabricar armas at¨®micas, se hizo un llamamiento a una guerra que, de forma conocidamente horrible, se cobr¨® sus v¨ªctimas en la poblaci¨®n civil y que, hasta hoy, no ha terminado.
Sin embargo, este Gobierno alem¨¢n, cuyo predecesor, como es sabido, se distingui¨® por una obediencia frecuentemente ciega, tuvo el valor de contradecir al presidente de la gran potencia. Willy Brandt hubiera llamado a eso "valor ante el amigo". La CDU-CSU (la Uni¨®n Dem¨®crata Cristiana y su ala b¨¢vara) se mostr¨® consternada. ?C¨®mo se pod¨ªa irritar tan temerariamente a una gran potencia ejercitando con desenfado la soberan¨ªa? La participaci¨®n en aquella guerra no deb¨ªa rehusarse. El canciller y su ministro de Asuntos Exteriores no se dejaron confundir. Hasta hoy han mantenido su posici¨®n de responsabilidad, mostr¨¢ndose al mismo tiempo cumplidores al servicio de las Naciones Unidas. Si hace tres a?os -tambi¨¦n entonces hubo elecciones al Bundestag- el d¨²o Stoiber-Merkel las hubiera ganado, los soldados del Ej¨¦rcito alem¨¢n se habr¨ªan visto implicados, con todas las consecuencias, en una guerra que la poblaci¨®n de Irak y sus "complacientes" aliados padecen a¨²n.
La se?ora Merkel, hasta ahora, no ha entendido ni querido corregir su equivocada valoraci¨®n pol¨ªtica de una situaci¨®n que sigue repleta de crisis. Elegirla para la canciller¨ªa ser¨ªa una imprudencia: no lo pasar¨ªamos bien en una forzada guerra entre "el Bien y el Mal".
Y nos encontramos adem¨¢s con un partido (el Partido Democr¨¢tico Liberal) que, en beneficio de los que m¨¢s ganan, se ha sometido al dogma del neoliberalismo. Junto con la CDU, quiere congraciarse con la organizaci¨®n federal de los empresarios mediante absurdos planes de reducci¨®n de impuestos.
S¨¦ que otros han cometido esos errores tambi¨¦n. Por eso no quiero disminuir la importancia de las pasadas apreciaciones err¨®neas del Gobierno y, por tanto, del canciller. Es evidente que se ha confiado con demasiada credulidad y demasiado tiempo en las promesas de los empresarios. Disminuciones considerables de las cuotas impositivas m¨¢s altas no han tenido otra consecuencia que la exigencia de nuevas ventajas. Las ganancias han sido embolsadas, pero no se han utilizado para crear nuevos puestos de trabajo. Los consejeros de bancos y grandes empresas se concedieron sueldos e indemnizaciones que rayaban en la estafa. Al mismo tiempo, pidieron a los trabajadores y empleados sacrificios salariales utilizando m¨¦todos con frecuencia extorsionistas. Al fin y al cabo, ten¨ªan de su parte al cerrado lobby de los empresarios y a su supuestamente distinguido portavoz, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, o, en su versi¨®n m¨¢s vulgar, a la prensa de Springer. Amenazando permanentemente con la p¨¦rdida de puestos de trabajo se pod¨ªa atemorizar a los sindicatos y hacer que la poblaci¨®n trabajadora se doblegara. Los socialdem¨®cratas y los verdes han cedido con demasiada frecuencia a esa presi¨®n; proclamando su impotencia, dijeron que ten¨ªan que ceder. Esa disculpa, sin embargo, es perjudicial para la democracia. ?Ad¨®nde ir¨ªamos a parar si asociaciones de intereses extraparlamentarias -por ejemplo, el poderoso lobby de la industria farmac¨¦utica- pudieran influir en el legislativo, poniendo as¨ª en entredicho la independencia de los representantes elegidos del pueblo?
Y as¨ª ha ocurrido que la carga de las reformas necesarias ha reca¨ªdo demasiado unilateralmente sobre los asalariados, los desempleados y los jubilados. El Gobierno rojiverde ha reconocido tarde -s¨®lo cabe esperar que no demasiado tarde- que las consecuencias financieras de las reformas ya inaplazables deben ser soportadas tambi¨¦n, y en justa medida, por los ciudadanos que disfrutan de ingresos altos y riqueza.
Tal vez se pregunten ahora algunos por qu¨¦ un escritor, y adem¨¢s de edad avanzada, interviene en la campa?a electoral. En los suplementos de los grandes peri¨®dicos, de todas formas, se dice a los escritores, especialmente a los j¨®venes, que ni se les ocurra meterse en pol¨ªtica. Como es sabido, la pol¨ªtica es de siempre un negocio sucio y estropea el estilo. El arte, por favor, debe mantenerse limpio. Es una canci¨®n que conozco hace decenios.
No obstante, quien, como yo, se pregunta por los motivos del hundimiento de la Rep¨²blica de Weimar y la toma del poder por los nazis, sabe que la democracia s¨®lo sigue siendo viable cuando hay suficientes ciudadanos que la cubren con su cuerpo para protegerla. Es decir, cuando est¨¢n dispuestos a intervenir y a no dejar la pol¨ªtica s¨®lo a los partidos y su ensayado intercambio de golpes. Por eso, hablo a la vez como escritor y como ciudadano.
No hay derecho m¨¢s importante para la democracia que el derecho a votar libremente, que nada puede sustituir. Hacer uso de ¨¦l debiera ser algo natural. La historia alemana lo demuestra. Cu¨¢nto hubo que luchar para que se reconociera el derecho de sufragio a los ciudadanos. De qu¨¦ forma tan vergonzosa se perdi¨®. Y desde el comienzo de esa lucha, y luego durante la traves¨ªa del desierto de las leyes contra los socialistas de Bismarck, fueron socialdem¨®cratas alemanes los que lucharon por ese derecho fundamental hasta conseguir el voto para la mujer. Eso hace que mis simpat¨ªas est¨¦n con los sociatas.
Sigue haciendo falta valor para los cambios, tambi¨¦n para los que duelan. Entre ellos, habr¨¢ que pasar a un sistema de jubilaciones distinto. El seguro popular propugnado por los rojiverdes es, despu¨¦s de todo, un modelo que hay que considerar. En una sociedad que amenaza envejecer, hay que arriesgarse a tomar nuevoscaminos hacia el seguro de vejez, a no ser que la promesa permanente de una pol¨ªtica familiar favorable a los hijos consiga despertar el deseo de un nuevo baby boom. Porque ocurre que los alemanes, en la ¨¦poca del bienestar econ¨®mico, hemos construido una multitud de viviendas unifamiliares, pero nos faltan ni?os que vivan en esas casas de cuidados jardines y, por tanto, ni?os que garanticen m¨¢s tarde el sistema de jubilaciones. Si se sigue evitando hacer hijos -por las egoc¨¦ntricas razones que sean-, habr¨¢ que reconocer alternativamente que Alemania es un pa¨ªs de inmigraci¨®n y necesita la ayuda de muchos ciudadanos nuevos y j¨®venes.
Gracias al Gobierno rojiverde, a cientos de miles de nuestros conciudadanos extranjeros se les ha concedido por ley la posibilidad de ser ciudadanos alemanes. Son una ganancia para nuestro pa¨ªs y, con algo m¨¢s de tolerancia, podr¨ªan, con su multitud de hijos, ayudarse a s¨ª mismos y ayudarnos a nosotros en mayor medida. Nadie deber¨ªa obligarlos a renunciar a su cultura, porque tambi¨¦n ella es parte de esa ganancia en colorido y variedad. Y s¨®lo si se respeta su cultura, estar¨¢n dispuestos a aceptar como un enriquecimiento la cultura alemana y el aprendizaje del alem¨¢n.
Y as¨ª estamos otra vez con Gerhard Schr?der y su ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Fischer. Ambos han sabido crecerse en sus cargos respectivos. Ambos son capaces de reconocer errores y corregirlos. A ambos se les ha reprochado a veces el actuar por actuar y la arrogancia. Ahora bien, si se quiere llamar as¨ª a la energ¨ªa del uno y a la seguridad del otro, y a las relaciones de ambos, sin temores, con los medios, no hay nada que objetar. Porque a su seguridad y decisi¨®n debemos el que nuestros soldados federales no hayan participado, violando el derecho internacional, en una guerra contra Irak.
Su actuaci¨®n ha reforzado el prestigio de Alemania en el exterior. Hasta la relaci¨®n con Polonia, hist¨®ricamente dif¨ªcil al verse siempre afectada por notas falsas y desconfianza latente, est¨¢ en camino de convertirse en una relaci¨®n de buena vecindad como la existente con Francia.
Mi discurso ?Qu¨¦ se puede elegir? debe completarse con la pregunta ?qu¨¦ se puede elegir si contin¨²a el predominio del capital? ?C¨®mo es de grande o peque?o el margen de negociaci¨®n de cualquier gobierno libremente elegido bajo semejante predominio incontrolado? ?Tendr¨¢ que aceptar la globalizaci¨®n como diktat del capital y destino inexorable?
Desde finales de los ochenta, el capitalismo, civilizado con esfuerzo, se ha apoderado otra vez de aquellos m¨¦todos que en otro tiempo caracterizaron al capitalismo salvaje y que se cre¨ªan superados por la econom¨ªa social de mercado.
De esa forma se destruye capital. De esa forma se desprecia al ser humano. De esa forma, si los portavoces del sistema capitalista no recuperan el sentido, la autodestrucci¨®n de la ¨²ltima ideolog¨ªa reinante tendr¨¢ consecuencias imprevisibles. Por absurdo que parezca: quien quiera proteger al capitalismo del colapso tendr¨¢ que volver a civilizarlo, es decir, forzarlo de nuevo a tener un sentido de responsabilidad social, conforme con una econom¨ªa social de mercado.
De Gerhard Schr?der y Joseph Fischer cabe esperar que no retrocedan ante ese enfrentamiento; porque s¨®lo as¨ª se podr¨¢n continuar las reformas iniciadas.
Votar¨¦ por los rojiverdes, porque nos han salvado de la guerra y demostrado valor para emprender reformas dif¨ªciles y dolorosas, y porque no tenemos nada mejor a la vista.
Votar¨¦ por los socialdem¨®cratas porque est¨¢n al lado de los socialmente d¨¦biles y saben c¨®mo protegernos de caer en unas relaciones de clase estadounidenses.
Adem¨¢s, s¨¦ por experiencia lo que significar¨ªa que Alemania pasara del rojiverde al negro. Por eso he dejado mi manuscrito en el pupitre y he intervenido como ciudadano en la campa?a electoral. Tenemos la palabra. ?Aprovech¨¦mosla!
G¨¹nter Grass es escritor alem¨¢n. Traducci¨®n de Miguel S¨¢enz. ? G¨¹nter Grass, 2005.
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