Leonora Carrington, la risa en el tejado
Por qu¨¦ soy humana, Sagrada? ?Qu¨¦ he hecho para merecer esto?", pregunta la voz narradora de un cuento de Leonora Carrington, en di¨¢logo con Sagrada, la Diosa. Hay humor, sin duda, en esta pregunta, aunque tambi¨¦n la que ha transitado por espacios fronterizos del cuerpo y el esp¨ªritu, lanza una pregunta y cree de verdad poder obtener respuesta: "Humano significa escrito en la carne; la palabra es dolor, y dolor, y dolor...", contesta Sagrada. El conocimiento, dice, es s¨®lo lo que est¨¢ "inscrito en la materia viva primordial", y los seres primarios, "sin sombra", "son caracteres que no puedes leer". "?Y qui¨¦nes son?", vuelve a preguntar, y Sagrada contesta: "Los que ya no fingen saber quienes son".
Hay en la vida de Leonora Carrington episodios que hacen pensar en el camino desandado, en la experiencia que vuelve, cargada de vida, sobre sus pasos
Igual que la narradora imagina una historia que empieza en la Crucifixi¨®n y se lee hacia atr¨¢s, hay en la vida de Leonora Carrington episodios que hacen pensar en el camino desandado, en la experiencia que vuelve, cargada de vida, sobre sus pasos. La pintora y escritora surrealista Leonora Carrington nace en 1917, en el seno de una rica y arist¨®crata familia inglesa. Expulsada de un colegio tras otro, al¨¦rgica a dictados sobre lo que "una ni?a" puede y no puede hacer, consigue escapar muy joven del estricto ambiente al que parec¨ªa destinada. En un cuento, feroz e ir¨®nico, que hace referencia al baile de debutante que su familia organiza para ella en el Ritz de Londres, nos cuenta c¨®mo en aquella ¨¦poca se pasaba la vida en el zool¨®gico, donde ten¨ªa m¨¢s amigos que en cualquier otro lugar. "El animal que mejor llegu¨¦ a conocer fue a una hiena joven...
Le ense?¨¦ a hablar franc¨¦s y a cambio ella me ense?¨® su lenguaje. As¨ª pasamos muchas horas agradables". Por invitaci¨®n de Leonora ser¨¢ esta hiena la que se disfrace de debutante y asista al baile en su lugar. Fiel a ese esp¨ªritu, en su edad madura, confiesa que el hombre es el animal que sit¨²a en el puesto m¨¢s bajo de sus preferencias.
A Max Ernst, al que conoce en
Londres y con el que se fuga a Francia, debemos un bell¨ªsimo retrato de Leonora. El gran pintor, escribe en el pr¨®logo al primer libro de cuentos de ella: "...Os presento a la Desposada del Viento. ?Qui¨¦n es la Desposada del Viento?... ?Qu¨¦ le?a enciende para calentarse? Se calienta con su vida intensa, su misterio, su poes¨ªa. No ha le¨ªdo nada, sino que se lo ha bebido todo. No sabe leer. Y sin embargo, la vio el ruise?or sentada en la piedra del manantial leyendo. Y aunque estaba leyendo para s¨ª, los animales y los caballos la escuchaban admirados". "No sabe leer, y sin embargo lee", dice Ernst, como muchos a?os m¨¢s tarde, Leonora confesar¨¢ que no pretende ni sabe explicar qu¨¦ es lo que sucede cuando pinta; s¨®lo cree saber que la pintura nace como una necesidad de conectar con los lugares invisibles de la psique humana; que las im¨¢genes llegan y siente el impulso de comunicarlas... nada m¨¢s. "Mi memoria tironea hacia la imagen n¨ªtida de algo jam¨¢s visto, aunque recordado y tan intensamente vivo que siento que me posee". "?El mundo que pinto? No s¨¦ si lo invento, yo creo que m¨¢s bien es ese mundo el que me invent¨® a m¨ª".
La crisis mental que sufre Leonora en su juventud coincide con su relaci¨®n con Max Ernst y se desencadena cuando ¨¦ste es internado por segunda vez en un campo de concentraci¨®n franc¨¦s, al inicio de la II Guerra Mundial. Leonora Carrington inicia un viaje que la llevar¨¢ a Madrid, en busca de un visado para Ernst, y terminar¨¢ en un manicomio de Santander. Este viaje se narra en sus sobrecogedoras y maravillosas Memorias de abajo.
Igual que hay sue?os que parecen cargados de claros mensajes y otros en los que reina una infinita confusi¨®n, tambi¨¦n en el viaje de la locura se abren de pronto ventanas a la cordura, o al menos a lo que podr¨ªa llamarse cordura po¨¦tica. Una sensibilidad como la de Leonora Carrington construye durante ese episodio terrible de su vida maravillosas geograf¨ªas para la poes¨ªa, y en ese espacio en el que sus manos, "Eva (la izquierda) y Ad¨¢n (la derecha) se comprend¨ªan" y multiplicaban por dos su habilidad, descubrimos enso?aciones andr¨®ginas tan poderosas como la que se apodera de ella cuando deja de menstruar e imagina que se encuentra transformando su sangre en energ¨ªa total, masculina y femenina, y en un vino que beben la luna y el sol. En su intento de apresar la memoria de una pesadilla -fulgurante pesadilla para quien lee-, nacer¨¢n pensamientos de una extraordinaria penetraci¨®n. Su bola de cristal ser¨¢ un huevo, un huevo que es el macrocosmos y el microcosmos, la l¨ªnea divisoria entre lo grande y lo peque?o: "Poseer un telescopio sin su otra mitad esencial, el microscopio, me parece s¨ªmbolo de la m¨¢s oscura comprensi¨®n. La misi¨®n del ojo derecho es atisbar por el telescopio mientras el izquierdo atisba por el microscopio". Una profunda reflexi¨®n que parece brotar de un estudio de ciencia moderna y que nace de su propia experiencia. La extraordinaria creatividad de M¨¦xico, pa¨ªs en el que ha residido desde 1942 de manera intermitente, ayuda quiz¨¢ a que su vida contin¨²e siendo un viaje incesante. All¨ª se casar¨ªa con el fot¨®grafo h¨²ngaro Imre Weisz y tendr¨ªa dos hijos, con los cuales mantiene un rico di¨¢logo creativo.
"Los que ya no fingen saber
qui¨¦nes son", escribe. Da la impresi¨®n de que Leonora Carrington no finge saber qui¨¦n es, que simplemente "es". O eso transmite la obra que conocemos de ella. "Mi hermano Mcbologan le espera desde mediod¨ªa. Yo soy Macflanagan, el Terror del Bosque. Mcbologan es la Maldici¨®n del Bosque, y Mchooligan es la Abominaci¨®n del Bosque. Mchooligan es el cocinero". De qu¨¦ manera tan natural conviven en Leonora Carrington El libro de los muertos tibetanos o la psicolog¨ªa de Jung y la Risa. Ley¨¦ndola, sobre todo, se siente que el humor tuvo y tiene en su vida y en su obra un valor fundamental, que la capacidad de provocar y autoprovocarse la risa es una de las claves m¨¢s importantes para entender su universo creativo.
"Miles de personas conocen mis pantalones de franela; y aunque s¨¦ que esto puede parecer coqueter¨ªa, no lo es. Soy una santa". Eso escribe alguien capaz de imaginar un coraz¨®n, "seco como una nuez", que rueda en el interior del cuerpo cuando se r¨ªe. Mientras, la risa de Sagrada, la Diosa, cae sobre ella, como "una lluvia en el tejado de mi cabeza".
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