Encuentro en 1950
Leyendo la obra de Arturo Maccanti (Las Palmas de Gran Canaria, 1934) -confieso que por primera vez, como por primera vez me ha venido su nombre- me encuentro con una doble sorpresa: un poeta de la llamada generaci¨®n del 50 que aunque comienza en 1958 sonando algo m¨¢s antiguo (en parte por su afici¨®n al soneto, de cierto origen garcilasista) se hace enseguida, en libros como En el tiempo que falta de aqu¨ª al d¨ªa (1967) o Cantar en el ansia (1982), un poeta muy cercano a los rumbos que la generaci¨®n tuvo en la Pen¨ªnsula, y de la que no son tan disonantes dos de los poetas emblem¨¢ticos del grupo en Canarias, ya fallecidos: Manuel Padorno y Luis Feria.
Algunos de sus exegetas (y especialmente el editor del volumen, Alejandro Krawietz) tratan de mostrar una clara cesura en la obra de Maccanti, que responde m¨¢s a cierta tendencia dominante hoy en Canarias que a la realidad de unos poemas que se han hecho de cu?o m¨¢s metaf¨ªsico y menos narrativo, sin perder por ello su tono claro y su profundo sentido personal y elegiaco. ?xidos (2002), el ¨²ltimo libro publicado hasta hoy por el poeta, no es radicalmente distinto, sino m¨¢s despojado. Se dice que nuestro poeta ha pasado de un "lenguaje de evidencia" a otro de "videncia", juego de t¨¦rminos m¨¢s bonito que real. Narratividad no siempre es evidencia, y hermetismo no siempre es videncia, ser¨ªa demasiado simplista. Pero adem¨¢s versos de cualquier parte de la obra de Maccanti mostrar¨ªan siempre el af¨¢n de un hombre por adentrarse, con el lenguaje, en la conciencia del tiempo y de su tiempo. As¨ª: "vengo de un territorio de c¨¢rceles oscuras" (de su libro En el tiempo que falta...) no tiene por qu¨¦ disonar con ¨¦ste: "?Oh r¨¢faga de oro / sin sentido!" de su libro ¨²ltimo, m¨¢s esencialista sin duda. Pero m¨¢s all¨¢ de esta pol¨¦mica (que a ratos parece tan vacua) de qu¨¦ debe ser la poes¨ªa, s¨ª es m¨¢s raro y preocupante que Arturo Maccanti sea un poeta casi desconocido en la Pen¨ªnsula. Pero ocurre lo siguiente (mucho m¨¢s en poes¨ªa que en novela), los peninsulares hemos emblematizado mal a Canarias en dos o tres nombres, y de ah¨ª surge ignorancia, m¨¢s f¨ªsica que estil¨ªstica. Por el contrario, muchos canarios, no sinti¨¦ndose llamados, han cerrado la puerta so?ando -con alg¨²n aliento interno- en alimentarse s¨®lo de una tradici¨®n local o latinoamericana. Ambas posturas son a mi entender est¨¦riles y equivocadas. La rica poes¨ªa de Arturo Maccanti (una voz necesaria y nada desacorde en la generaci¨®n del 50) puede y debe servir -reconocimiento aparte- para que se abra esa artificial barrera.
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