Democracia afgana
Ayer se implant¨® la democracia en Afganist¨¢n. S¨®lo ha costado el asesinato de siete candidatos, entre otras mil personas: una campa?a menos dram¨¢tica de lo que se esperaba. Con un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n y casi una guerra civil, con varios pa¨ªses propagandistas de la democracia, con soldados de vigilancia (los nuestros, dicen, empezar¨¢n a volver ma?ana; s¨®lo han muerto los que cayeron con su helic¨®ptero), y nosotros, los dem¨®cratas, exultamos de alegr¨ªa. Quedan las cosas un poco raras en ese pa¨ªs, puede pasar de todo: pero lo que importa es la palabra. Franco se agarr¨® a ella cuando vio que el mundo occidental no aceptaba m¨¢s que democracias, y cre¨® la democracia org¨¢nica. Ah, y Stalin: democracias populares. Socialdem¨®cratas, cristianodem¨®cratas, que ayer se peleaban en una Alemania perpleja que no sab¨ªa con cu¨¢l le ir¨ªa peor. La historia, ya se ve, es vieja. Cuando los amos supervivientes vieron pasar las cabezas de sus compa?eros, clavadas en picas, al son de La Carmagnole ("Ah, ?a ira, ?a ira, ?a ira!", letra y m¨²sica del ciudadano Birard, 1792) dijeron: "hag¨¢monos dem¨®cratas", y alguno aclar¨®: "pero hagamos la democracia a nuestra imagen y semejanza". Cost¨® tiempo, cost¨® vidas, pero la hicieron. Nuestra manera de ir democratizando el mundo, colocando una constituci¨®n aqu¨ª y unas urnas all¨¢, defendiendo la libertad -otra palabra profanada- y el sistema, ha producido ayer un Afganist¨¢n deshecho. Pero plantador de amapolas opi¨¢ceas; toda la droga que se vende por aqu¨ª viene de esos campos, para los que estudiamos -hasta en la ONU, decadente y triste- una reconversi¨®n: habr¨ªa que hacer una operaci¨®n como la que se ha hecho con la soja transg¨¦nica para cultivar, qu¨¦ s¨¦ yo, remolachas. M¨¢s remolachas, sin duda, en Colombia.
El argumento del anciano que mataba con s¨®lo su firma, en este pa¨ªs, dec¨ªa que las drogas se extend¨ªan por occidente por una acci¨®n secreta del comunismo, que quer¨ªa destruir a nuestros j¨®venes para luego saltar sobre nosotros. Un talento. Pero Mosc¨² ocup¨® Afganist¨¢n y lo pas¨® mal: tuvo que irse, mientras Estados Unidos pon¨ªa armas y dinero para ayudar a los se?ores de la guerra, que volv¨ªan de Pakist¨¢n, para ayudarles. Una buena idea: de entre ellos salen los republicanos de hoy, los dem¨®cratas de hoy. Estemos satisfechos de la misi¨®n de paz de los nuestros; y estamos seguros de que estos soldados no hagan falta nunca para mejorar la democracia en Espa?a.
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