Los miedos alemanes
Es m¨¢s que l¨®gica la tentaci¨®n de muchos de someter a un psicoan¨¢lisis a la sociedad alemana e intentar elaborar teor¨ªas sobre los refinados mecanismos de autocastigo a los que parece recurrir cuando se siente desafiada por la realidad. Eugenio Xammar, inteligente corresponsal catal¨¢n en la Alemania de entreguerras, achacaba entonces las cuitas alemanas a la falta de preparaci¨®n pol¨ªtica. Ochenta a?os m¨¢s tarde la biso?ez no parece explicaci¨®n suficiente para lo que desde fuera podr¨ªa parecer un esfuerzo inmenso por parte del electorado alem¨¢n para complicarse a¨²n m¨¢s su problem¨¢tico presente y su para nada prometedor futuro. Es dif¨ªcil de imaginar un resultado m¨¢s nefasto para las ambiciones de los partidos de sacar a la primera potencia europea de su depresi¨®n. La tarea de formar Gobierno se convierte ahora en empresa m¨¢s que improbable. Por no hablar de gobernar despu¨¦s. El miedo de los alemanes al futuro (Zukunftsangst) est¨¢ generando una situaci¨®n en la que el futuro da realmente miedo.
Alemania se sume en mayor zozobra si cabe y en Europa se diluyen las esperanzas de recuperar una potencia rectora con un Gobierno dispuesto a tomar decisiones. Nadie cuenta ya con la iniciativa de Francia y Alemania para sacar a la UE de su par¨¢lisis. Alemania s¨®lo se va a ocupar de s¨ª misma y nada indica que con especial ¨¦xito. Ning¨²n Gobierno tomar¨¢ las decisiones necesarias para la reforma. Hay mandato expreso del electorado para no hacerlo. Las razones para esta cat¨¢strofe europea que supone la prolongaci¨®n indefinida de la agon¨ªa alemana son muchas. B¨²squense explicaciones en el virtuosismo embaucador de Gerhard Schr?der, en la torpeza de Angela Merkel, en el izquierdismo forzado y populista del canciller, arrastrado por la candidatura del fatuo ex compa?ero Oskar Lafontaine, en los votos de castigo contra Schr?der que los ex comunistas han arrebatado a los cristianodem¨®cratas. Lo ¨²nico cierto es que los alemanes han demostrado una vez m¨¢s que el miedo (Angst) es el due?o m¨¢ximo de la conducta social y que el canciller reformista ha convencido a gran parte del electorado de que finalmente ¨¦l se ha convencido a su vez de que las reformas no son tan necesarias como ¨¦l pretend¨ªa. Y se ha erigido en campe¨®n para combatirlas. Enarbolando la bandera del miedo. Es todo un monumental sarcasmo. Un canciller que acorta en un a?o la legislatura tras convencer a todos de que es incapaz de gobernar, se presenta de nuevo para hacer lo mismo y con el fracaso como bandera, iguala en votos a la oposici¨®n. Parece evidente que Schr?der se dio cuenta a tiempo de que el fracaso de las reformas es la opci¨®n que goza de la mayor¨ªa social. Dicha mayor¨ªa social miedosa y autocomplaciente busca ignorar a toda costa los problemas y quien se los recuerda paga. Merkel pidi¨® el voto y sacrificios para el cambio -c¨®mo Schr?der durante a?os- y de repente amaneci¨® en la campa?a con un estigma de ultraderechista y neoliberal que le pueden costar su futuro. Los liberales consiguieron ara?ar unos puntos en un electorado que cree en la urgencia de los cambios y teme una gran coalici¨®n maniatada por concesiones al populismo, los Verdes se defendieron dignamente con Joschka Fischer de gran timonel y Lafontaine y su conglomerado rojipardo ha acabado da?ando m¨¢s a Merkel que a Schr?der.
Contaba hace tiempo el gran analista Robert Leicht que Schr?der era consciente ya en 1998 de que la coalici¨®n rojiverde nac¨ªa cuando socialmente estaba ya superada y de que hubiera preferido ya entonces una Grosse Koalition con la CDU para llevar a cabo las reformas estructurales necesarias para impedir que el proceso de desertizaci¨®n industrial y pauperizaci¨®n sea irreversible. Si es as¨ª, Alemania ha perdido siete preciosos a?os. Schr?der y Merkel como posibles jefes de una gran coalici¨®n son hoy ya dos opciones igual de pat¨¦ticas, cuestionados dentro y fuera de sus partidos. Lo tr¨¢gico del resultado es que no existe alternativa democr¨¢tica. Los resultados no pod¨ªan ser peores pero la situaci¨®n puede serlo pronto, de no producirse un alarde de responsabilidad.
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