Los c¨¢lculos de la barrera
Causa de discordia desde que UCD impuso la barrera electoral estatutaria para impedir el acceso al Parlamento Valenciano de Alianza Popular, la cl¨¢usula correspondiente no ha cesado de ser discutida desde 1982, unas veces por razones de principio, otras, las m¨¢s, por razones de oportunidad. En el ¨ªnterin la barrera ha ido aumentando su capacidad material de exclusi¨®n y ha ido devorando una tras otra a las minor¨ªas que alguna vez tuvieron oportunidad de modificarla o suprimirla y que perecieron v¨ªctimas de la ceguera que siempre acarrea la arrogancia. As¨ª sucedi¨® con el CDS primero y con UV despu¨¦s. Por eso, cada vez que oigo a un pol¨ªtico minoritario aquello de que una formaci¨®n que no llegue al 5% no merece estar en el hemiciclo ya s¨¦ cu¨¢l va a ser la pr¨®xima v¨ªctima de esa guada?a.
Para lo ¨²nico que ha servido el 5% es para excluir a m¨¢s de 200.000 electores
Vista la barrera desde la perspectiva de las necesidades que, seg¨²n el Constitucional, pueden legitimar el estatuto, y las restricciones al derecho de sufragio que el mismo por naturaleza implica, est¨¢ a estas alturas bastante claro que veintitantos a?os de experiencia han venido a acreditar que aquellas son inexistentes: ni existe riesgo significativo de elevada fragmentaci¨®n, ni se ha hallado, ni se halla, en riesgo alguno la gobernabilidad. Con todos los respetos, esos argumentos, al carecer de base en la realidad, son ni m¨¢s ni menos que bufes de pato. Para lo ¨²nico que ha servido, a la hora de la verdad, es para excluir a m¨¢s de 200.000 electores de la representaci¨®n e impulsar a las minor¨ªas a coaliciones contra natura para alcanzar la representaci¨®n que les deber¨ªan dar sus apoyos electorales. La barrera no existe para servir fines discutibles, pero leg¨ªtimos, tiene sentido en virtud de una serie de c¨¢lculos pol¨ªticos.
Sin duda el m¨¢s antiguo es uno de origen socialista: la barrera sirve para incitar al voto estrat¨¦gico a los electores que votan nacionalista o tienen esa afinidad: voten ustedes PSPV, porque votar nacionalista es tirar el voto. ?se era un argumento s¨®lido cuando el nacionalismo se mov¨ªa por debajo del 2% en las auton¨®micas y carec¨ªa de presencia municipal. Cuando el nacionalismo es la tercera fuerza municipal y se mueve muy cerca del 5, y sigue ah¨ª pese a haber fracasado en entrar en el Palacio de Benicarl¨® por s¨ª mismo, la verdad es que es muy poco cre¨ªble y, en consecuencia, deja de funcionar. Que el PSPV haya perdido inter¨¦s en la barrera se debe antes que nada a eso. Si, adem¨¢s, rebajar o suprimir la barrera puede facilitar eventuales acuerdos, ora de nivel municipal, ora de nivel auton¨®mico, al efecto de formar mayor¨ªas y sostener gobiernos, tanto mejor. Es m¨¢s, la rebaja interesa tanto m¨¢s cuanto la modificaci¨®n de la misma en sentido descendente desalienta una eventual coalici¨®n del Bloc y l'Entesa, evidentemente menos minoritaria, y por ende menos manejable, que sus dos componentes por separado.
Distinto es el c¨¢lculo que hace el PP. La pol¨ªtica seguida por los conservadores desde hace a?os ha sido la de absorber todo lo que una conocida columnista denominaba "el no-socialismo". El notable ¨¦xito alcanzado les permite ser mayoritarios y gozar de la mayor¨ªa absoluta que en su d¨ªa tuvo el PSPV, si bien algo m¨¢s holgada. Claro que eso supone colocarse en una posici¨®n delicada: la absorci¨®n les deja sin socios y les aboca a la alternativa de o mayor¨ªa absoluta u oposici¨®n. En este caso el c¨¢lculo subyacente al sostenimiento de la actual barrera es bien simple: sentado que se juega con ventaja al contar con una base electoral mayor que los socialistas (es as¨ª al menos desde 1995), la barrera actual impide la entrada de los nacionalistas y coloca a IU en el filo de la navaja. Si se consigue que IU baje del 5%, la hegemon¨ªa popular ser¨¢ imbatible. La potenciaci¨®n de ERC que se sigue de la demonizaci¨®n de que es objeto por los medios pr¨®ximos y los portavoces del PP tiene ese sentido. Que la consecuencia necesaria de un Parlamento bipartidista con dos partidos muy distantes corra el riesgo de llevarnos a un escenario caracterizado por la pol¨ªtica del front¨®n y a un Parlamento que cuenta con una mayor¨ªa que reposa sobre una minor¨ªa electoral, y del que se excluye a casi un cuarto de los electores es un coste que se asume. Por eso es fuerte en el PP la resistencia a bajar la barrera, aun cuando se sabe que la rebaja es bien vista tanto por sus apoyos sociales organizados, como por sus propios electores. Claro que el c¨¢lculo tiene un riesgo: impulsa la coalici¨®n de las minor¨ªas a la b¨²squeda de la supervivencia y, con ello, proporciona a la oposici¨®n socialista un socio que le puede dar la Generalitat. Pi¨¦nsese que una coalici¨®n Entesa-Bloc, que perdiera un cuarto de los votos de cada uno de los dos partidos pasar¨ªa la barrera, contar¨ªa con entre seis y ocho diputados y podr¨ªa volcar la mayor¨ªa.
Lo que nos lleva al c¨¢lculo de IU. No es casual que defienda a capa y espada la rebaja o supresi¨®n de la barrera. Ello no se debe tanto al riesgo que para su presencia parlamentaria puede suponer, cuanto en la amenaza que supone a su coherencia interna. A la corriente dominante no le agrada la hip¨®tesis de una coalici¨®n con los nacionalistas, por dos razones: porque diluir¨ªa su perfil y porque alterar¨ªa los complejos equilibrios internos. No en vano a IU se le puede aplicar aquel viejo chiste: "Para Partido, partido, el Partido". La rebaja de la barrera minimizar¨ªa los riesgos para la cohesi¨®n interna, levantar¨ªa la fuerte presi¨®n que hoy sufre esa formaci¨®n: los nacionalistas no necesitar¨ªan el acuerdo para entrar e IU no correr¨ªa el riesgo de salir. Tampoco les vendr¨ªa mal a los nacionalistas: el entrar por s¨ª solos aumentar¨ªa su margen de autonom¨ªa y podr¨ªa permitir al BNV jugar al papel de partido-bisagra, cosa que ciertamente no ver¨ªa con malos ojos un sector reducido, pero significativo, del empresariado.
En todo caso, tanto PSPV como PP deber¨ªan meditar una cosa: que la continuidad de la barrera hace racional una coalici¨®n de todas las minor¨ªas, y que ello puede dar lugar a un Parlamento en el que la mayor¨ªa se juegue en torno a una ensalada IU-BNV-ERPV-Verdes. No me parece que esa sea una posibilidad atractiva, como no me parece que alentar eso sea una conducta racional. Claro que en pol¨ªtica no es ciertamente infrecuente que las obsesiones y los mitos prevalezcan sobre el pensamiento racional. Ya lo dec¨ªa con negro humor el Eclesi¨¢stico: Stultorum numerus infinitus est.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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