El maestro de los enganchones
El cuarto toro de la corrida trajo a Ponce por el camino de la amargura. Porque ayer a Ponce, consumado maestro del temple, la muleta se le hizo un ovillo y los enganchones le brotaron en un ininterrumpido frenes¨ª.
Daba igual que se colocara la franela en la diestra o la siniestra: el toro rebrincado y cornal¨®n le atrapaba siempre el enga?o y la muleta parec¨ªa un indefenso papelillo azotado por el viento, a pesar de que la plaza estaba cubierta y no hab¨ªa m¨¢s rumor que el de las pipas del tedio. Cierto que el toro se defend¨ªa y embest¨ªa rebrincado, pero el maestro que en tantas tardes ha hecho del temple su mejor arma, ayer parec¨ªa derrotado.
La corrida fue una sucesi¨®n interminable de mansos que hu¨ªan de sus instintos, de atanasios acobardados que caminaban descoordinados por un albero que en sus pezu?as parec¨ªa arena caliente.
Lorenzo / Ponce, Castella, Vega
Toros del Puerto de San Lorenzo, cornalones, mansos y sin fuerzas. 1? y 6?, devueltos por inv¨¢lidos. Sobreros, de La Ventana del Puerto y de Loreto Charro, infumables. Enrique Ponce: silencio en ambos. Sebasti¨¢n Castella: aviso y saludos; silencio. Salvador Vega: silencio en ambos. Plaza de La Ribera, 23 de septiembre. 4? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Menos mal que el ¨²nico que embisti¨® se encontr¨® delante a Sebasti¨¢n Castella, que adem¨¢s de abrumar por su valor espartano, se entretuvo en adelantar la muleta y embeber con su temple al ¨²nico animal potable de un encierro lamentable: toros de matadero, sin fuerzas y tan sosos que era mejor que jam¨¢s hubieran abandonado sus cercados salmantinos.
Seguro que ramoneando por la dehesa entre los bebederos y la querencia ser¨¢n el orgullo de sus amos, pero en la plaza lo ¨²nico que hicieron fue caricaturizar el toro con el que tantas veces sue?an los aficionados, si es que va quedando alguno tras tanto toro crepuscular.
El tercero de la terna fue Salvador Vega. Nada hizo. Apenas el pase¨ªllo y alg¨²n intento de derechazo rutinario, porque Vega, un joven torero de esos a los que se alaba su finura, parece sumido en el mismo aburrimiento que asol¨® a los tendidos ayer.
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