Tr¨¢gica evacuaci¨®n de la costa de Tejas
24 ancianos mueren al incendiarse el autob¨²s en el que hu¨ªan por la llegada del hurac¨¢n Rita
El drama del nuevo hurac¨¢n que desde esta madrugada est¨¢ descargando su fuerza en la costa del golfo de M¨¦xico ocurri¨® 24 horas antes y lejos de la costa: un autob¨²s cargado de ancianos de la residencia Bellaire que hab¨ªan sido evacuados estall¨® en llamas cuando se encontraba al sur de Dallas, despu¨¦s de haber aguantado el atasco de la autopista durante toda la noche. De sus 45 ocupantes murieron al menos 24. La tragedia rompi¨® el coraz¨®n de los estadounidenses. El autob¨²s, que hab¨ªa salido de los alrededores de Houston a las tres de la tarde del jueves y que hab¨ªa sufrido los gigantescos atascos que convirtieron la autopista norte en un aparcamiento en lugar de una carretera, estaba en la cuneta con una aver¨ªa, probablemente de frenos.
Los pasajeros estaban bajando con la lentitud cuando varias bombonas del ox¨ªgeno, que viajaban en el autob¨²s para atender las necesidades respiratorias de algunos de ellos, estallaron. El veh¨ªculo se convirti¨® en una antorcha, y los ancianos, algunos con Alzheimer o Parkinson, o dificultades en sus movimientos, no pudieron escapar. La polic¨ªa y el conductor del autob¨²s, y otros que estaban al lado, no lograron el milagro. Al menos 24 perdieron la vida. "Fue imposible sacar a todos", se lament¨® el portavoz del sheriff, Don Peritz. "Es una tragedia, pero esas personas ten¨ªan que viajar con los tanques de ox¨ªgeno, porque los iban a necesitar en el sitio al que fueran", dijo.
Fue una salida dram¨¢tica: toda la costa de Tejas, a un lado y otro de Galveston, abandon¨® sus hogares: 2,7 millones de personas, la mitad de la poblaci¨®n del ¨¢rea metropolitana de Houston, se ech¨® a la carretera en la evacuaci¨®n m¨¢s amplia de la historia de Tejas. Los dos aeropuertos de la ciudad fueron tomados al asalto el jueves. Ayer, los aeropuertos interrumpieron los vuelos ante la proximidad del hurac¨¢n Rita, que perdi¨® fuerza al pasar de categor¨ªa 4 a 3: vientos entre 175 y 205 kil¨®metros por hora. En cualquier momento puede volver a cambiar, de fuerza o de direcci¨®n, seg¨²n los expertos.
"El que no haya salido ya, no debe evacuar ahora. Que se prepare para resistir", dijo el alcalde de Houston, Hill White. "Es una tormenta muy peligrosa. Todo el mundo debe tomar medidas". El presidente George Bush, que cancel¨® su vista a Tejas, se traslad¨® a Colorado Springs, donde el Mando del Norte coordina la operaci¨®n.
En Houston, calles vac¨ªas, tiendas y restaurantes cerrados, aparcamientos desiertos... Hay algunos vagabundos en las esquinas, quiz¨¢ a la espera de una oportunidad ¨²nica en la vida; pero la polic¨ªa, que patrulla por las avenidas desiertas, ha amenazado con impedir cualquier amago de pillaje.
La evacuaci¨®n masiva ha sido voluntaria, animada por el Katrina y por la fuerza que acumula el Rita; la evacuaci¨®n obligatoria ha sido para la costa y para las zonas m¨¢s bajas del sur de Houston. En el centro, una joven estudiante universitaria aprovecha que no hay nadie en las calles para correr en el Distrito de los Museos, bajo los majestuosos ¨¢rboles de la calle Mayor: "No estoy preocupada, ya he vivido varios huracanes; mucha lluvia, mucho viento y poco m¨¢s".En uno de los hoteles del Medical Center de Houston, rodeado de algunos de los mejores hospitales del mundo, tres mexicanos de Yucat¨¢n han venido con un familiar. "Ya sab¨ªamos lo que se ven¨ªa, pero entre las incomodidades que puede ocasionarnos esto y el tratamiento de c¨¢ncer de mi hermano, no hab¨ªa duda".
Los hoteles que no han cerrado no admiten m¨¢s hu¨¦spedes que los que ten¨ªan reserva, porque se han quedado casi sin personal para atenderles. "Para todo este comedor y la cocina somos tres; Ra¨²l, Francisco y yo", dice Mar¨ªa, que empez¨® el turno a las 11 de la ma?ana sigue atendiendo el restaurante. "Estoy cansada, pero tenemos que trabajar".
En la ciudad, s¨®lo algunos miles de personas, acompa?ados por periodistas, funcionarios del Gobierno encargados de labores de coordinaci¨®n, voluntarios y enfermeras como Bonnie, de Denver, que acaba de pasar dos semanas al lado de Nueva Orleans, en Lafayette, ayudando en un hospital de mujeres y ni?os, y que est¨¢ ahora en Houston "para lo que haga falta". ?Ser¨¢ todo tan terrible como en Nueva Orleans? "Ni idea, no estoy en la meteorolog¨ªa ni soy experta en huracanes; pero es igual, si ocurre algo, echaremos una mano".
La gran escapada, en todo caso, fue a trav¨¦s del asfalto, ocupado durante m¨¢s de 150 kil¨®metros por coches inmovilizados. Fue el d¨ªa m¨¢s largo para cientos de miles: el par¨®n dur¨® toda la jornada, sobre todo a mediod¨ªa y por la tarde, con temperaturas asfixiantes y humedad; el miedo de los automovilistas a quedarse sin gasolina -como les ocurri¨® a cientos- imped¨ªa usar el aire acondicionado. Familias con ni?os y personas mayores luchaban como pod¨ªan -o ca¨ªan desmayados- contra el calor. Otros, como anticip¨® Julio Cort¨¢zar en Autopista del Sur, jugaban al lado del coche, hablaban de veh¨ªculo a veh¨ªculo y compart¨ªan desesperaci¨®n. A la ca¨ªda de la tarde, los veh¨ªculos avanzaban kil¨®metro y medio por hora. A media noche, diecis¨¦is horas despu¨¦s, empez¨® a aligerarse la situaci¨®n. En ese gran atasco estaba Judith, de 56 a?os, que estaba de vacaciones en Minnesota; vol¨® el jueves a Houston para cerrar bien su casa y cuatro horas despu¨¦s cogi¨® su coche hacia Dallas. No hab¨ªa una sola habitaci¨®n libre desde Houston hasta Oklahoma o Arkansas.
La costa fantasma
En Quintana Beach, a 70 kil¨®metros de Houston, las olas desbordan la playa horas antes de la llegada del hurac¨¢n. El viento sopla con fuerza y llueve ya sobre Galveston, que se recorta en el paisaje, entre refiner¨ªas e instalaciones petroqu¨ªmicas -hay 87 en esta costa del petr¨®leo- apagadas para minimizar da?os. Todo est¨¢ desierto: la calle mayor de Galveston, Freeport, Angleton, Alvin, Richwood, Lake Jackson, Brazos...
No hay veh¨ªculos en las casas, los supermercados est¨¢n desiertos, las tiendas, vac¨ªas... Controles de polic¨ªa impiden el acceso al mar, excepto a los periodistas. La polic¨ªa se queda durante el hurac¨¢n: "Los jefes nos han dicho que las instalaciones son seguras, y yo conf¨ªo en ellos", dice un agente muy joven en Clute, que no s¨®lo no tiene ning¨²n miedo, sino que no se imagina abandonando el lugar: "No queremos que pase como en Nueva Orleans".
Poco m¨¢s adelante, en Freeport, Wes Bourdreau, de 36 a?os, est¨¢ cortando el c¨¦sped de su casa. "Por una parte, creo que eso har¨¢ que el agua filtre mejor, y por otra, no tengo nada mejor que hacer". Wes no descarta salir a ¨²ltima hora, y por eso tiene la camioneta llena de gasolina, pero su madre, Kathy, de 52, no quiere irse: "Esta casa se construy¨® en 1932 y ha resistido todos los huracanes desde entonces. ?Por qu¨¦ no iba a resistir este?" Adem¨¢s, "?qui¨¦n quer¨ªa coger el coche y pasar horas y horas atascado en la carretera?"
Es una zona relativamente pobre, en la que viven los trabajadores de la industria del petr¨®leo. En un remolque-vivienda, un hombre espera acontecimientos en la puerta. No ha protegido con maderas, como tantos otros, las ventanas: "?Pero qu¨¦ dices, t¨ªo? Esto no es una casa, t¨ªo, es una caja de cerillas. ?Qu¨¦ quieres que haga para protegerla? Si sopla el aire fuerte, se la va a llevar igual, t¨ªo".
La gasolina es la obsesi¨®n de casi todos. En Pearland, en el n¨²mero 4453 de la carretera 35 Texas-Sur, hay una de las pocas gasolineras abiertas de la zona. Las colas son espectaculares, y a pesar de que hay algunos nervios para llegar a los surtidores, se mantiene el orden. Jane Pasquett llena su Honda Civic, pero no para irse: "Ya lo hice ayer por la tarde, y despu¨¦s de cinco horas parada me di la vuelta. Ahora lleno el tanque por si acaso, pero ya no me voy". Otra mujer con un ni?o peque?o se ha resistido hasta el final, pero su padre, que est¨¢ en otro autom¨®vil, le ha convencido: "Nos vamos a San Antonio. Esto no va ser seguro".
Una mole de hombre, Mark Phillips, un negro tan grande y desmadejado como su viejo Buick que bebe litros y litros de combustible, se r¨ªe de los que se van: "Yo, ni hablar. No, se?or, Mark no se va".
La gasolina s¨®lo se puede comprar con dinero en met¨¢lico, y cuesta algo m¨¢s cara de lo normal, por encima de tres d¨®lares el gal¨®n (3,78 litros). En la cola, un polic¨ªa se lleva 48 latas de Coca-Cola: "Tenemos de todo, es una cosa de ¨²ltima hora". Con un fusil semiautom¨¢tico al hombro, el agente dice que "todo va de maravilla; lo que hace falta es que siga as¨ª y no se ponga feo".
Cada uno se va a toda velocidad, unos a su casa, a atrincherarse, y otros a la carretera, confiando en que se hayan despejado las rutas de salida.
La radio dice que el hurac¨¢n ha pasado a categor¨ªa 3, pero que puede recuperar la 4 en cualquier momento. Sopla el aire y hay nubes cada vez m¨¢s pesadas. La humedad es insoportable. Fuera, en las carreteras y autopistas trazadas con tiral¨ªneas que unen Houston con la costa, kil¨®metros y kil¨®metros de asfalto solitario, entre refiner¨ªas.
En 48 horas, toda la costa ha quedado abandonada. No hay nadie, nadie en ning¨²n lado, nadie en Quintana para contemplar las olas furiosas y cubiertas de espuma que ya han hecho desaparecer la playa que exist¨ªa una hora antes.
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