El torero alucinante
Pablo Hermoso de Mendoza ha convertido el arte del rejoneo en una disciplina alucinante, porque es capaz de hacer con sus caballos y ante el toro verdaderas faenas, cabriolas y piruetas, trincherazos, desplantes y contorsiones que parecen salidos de una pel¨ªcula de dibujos animados. Se puede antojar inveros¨ªmil, pero es verdad. Los caballos flotaban sobre el ruedo ante la mirada at¨®nita de una afici¨®n que se contagi¨® al momento de la expresividad que lograba con sus monturas. Como con el primero de ayer, un precioso murube mutilado en extremo que persigui¨® con inusitada nobleza a un caballo llamado Chenel, que bord¨® el toreo dejando llegar las embestidas tan cerca de su grupa que entre ambos animales ser¨ªa un milagro que cupiera un papelillo de fumar. Y as¨ª lo hizo, navegando a dos pistas por todo el anillo de La Ribera. Una y otra vez, m¨¢s templado por dentro cuando el caballo torero dibujaba, a lomos del estell¨¦s, una preciosa sinfon¨ªa ecuestre.Si Cagancho lo hubiera visto, los celos seguro que se hubieran apoderado de toda su alma equina, porque en Logro?o, y para que se sepa, Chenel se ha proclamado como su aut¨¦ntico sucesor, como el nuevo mito de la cuadra de este genio navarro que ha convertido el arte de Marialva en toreo a caballo. Porque Hermoso de Mendoza ha encontrado en su estilo un nuevo camino en el rejoneo, una dimensi¨®n pionera de un espect¨¢culo que conmueve al p¨²blico con su toreo como ning¨²n otro matador del elenco actual, vaya a pie o a caballo.
Guti¨¦rrez, Alcurruc¨¦n / Hermoso, Manzanares, Perera
Dos toros excesivamente despuntados para rejones de Guti¨¦rrez Lorenzo, buenos. El resto, de Alcurruc¨¦n, bien presentados y desiguales. Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas y saludos. Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: silencio y vuelta. Miguel ?ngel Perera: saludos y silencio. Plaza de toros de La Ribera. 24 de septiembre. 5? corrida de feria. Lleno de no hay billetes.
El segundo toro de su lote no tuvo la misma calidad ni el celo del anterior. Y entonces, haciendo buena la m¨¢xima de Gregorio Corrochano de que el toreo es tan sencillo como dar a cada toro lo que tiene, Pablo, en vez de lograr el celo por la cercan¨ªa, persever¨® en la insistencia, hasta que fue capaz con Silveti de meterlo literalmente en su esport¨®n. Mat¨® mal -descord¨® como tantas veces- y las dos orejas se quedaron en una calurosa ovaci¨®n, en una expresi¨®n de afecto y gratitud tras lo que se acababa de vivir.
Pero si lo de Hermoso de Mendoza fue como una sutil enso?aci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares devolvi¨® a la fiesta a su cruda realidad. Se encontr¨® con dos toros porfiones, con un puntito de casta, que le sirvieron para aplicar la consabida t¨¦cnica defensiva: muleta retrasada, ensimismamiento en la corta distancia y precauciones por doquier. Sus dos toros tuvieron la suficiente movilidad para plantear el asunto de una manera menos vidriosa. Pero se empe?¨® en el unipase y ambas faenas resultaron una sucesi¨®n de encontronazos, de desangelados muletazos y de cambios constantes de terrenos. Miguel ?ngel Perera no tuvo similar suerte por la ma?ana y se enfrent¨® con un lote desalentador. El primero de sus toros se par¨® en exceso y, aunque el extreme?o se la jug¨® en las cercan¨ªas, el toro no quiso verse sometido ni una sola vez. Con el sexto, un manso que se pensaba cien veces cada arrancada, s¨®lo le qued¨® la oportunidad de pasaportarlo con una buena estocada.
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