El nuevo burdel de Europa
Once mil plazas en hoteles de prostituci¨®n, adem¨¢s de pisos, locales, calles, parques: un tr¨¢fico masivo de mujeres empareja el mercado espa?ol del sexo con el de Alemania
M¨¢s all¨¢ de las protestas vecinales por la prostituci¨®n callejera, Espa?a se ha convertido bruscamente en un im¨¢n para las bandas que trafican con extranjeros destinados a explotarles en el mercado del sexo. De los controles policiales se deduce que tres de cada diez personas dedicadas a la prostituci¨®n proceden del este de Europa y una de ?frica. El resto son latinoamericanas, adem¨¢s de una minor¨ªa de espa?olas. Un estudio del Instituto Europeo para la Prevenci¨®n del Crimen estima el n¨²mero de prostitutas en Espa?a entre 45.000 y 300.000, una horquilla parecida a la de Alemania -el otro gran mercado prostibulario del continente-, pese a contar con la mitad de habitantes.
Noventa y cinco grupos de tr¨¢fico sexual fueron identificados en las operaciones policiales del primer semestre de 2005, periodo en el que hubo 518 arrestos por esa causa, seg¨²n el Ministerio del Interior. En opini¨®n de Elena Valenciano, miembro de la Euroc¨¢mara y portavoz socialista de Derechos Humanos, "Interior consigue desmontar algunas redes, pero el oc¨¦ano es enorme".
Los chulos venden y revenden a las rumanas. El precio es m¨¢s alto cuanto m¨¢s tiempo les queda de visa tur¨ªstica
Dejar la postituci¨®n a las bandas implica una circulaci¨®n incontrolada por el territorio
El fiscal del Estado dice que las redadas espantan a las v¨ªctimas
Unas 11.000 plazas hoteleras de prostituci¨®n funcionan a diario en zonas extraurbanas de este pa¨ªs, casi tantas como la capacidad hotelera de Sevilla. Sus ocupantes -que cambian con frecuencia- siguen siendo mujeres extranjeras en su mayor¨ªa, seg¨²n fuentes de la Guardia Civil, que no observan cambios num¨¦ricos significativos en lo que va de a?o en relaci¨®n a la poblaci¨®n contabilizada el precedente (18.655 mujeres extranjeras y s¨®lo 374 espa?olas) en 1.070 establecimientos inspeccionados. A toda esa oferta hay que agregar pisos y locales urbanos, la calle, algunos parques, cunetas; un portavoz de la polic¨ªa dice que no hay estad¨ªsticas de esas ¨¢reas.
De chulo en chulo por 7.000 euros
A los efectos de este reportaje, se llama Elena. No es su nombre real. Lleg¨® de Rumania en el verano de 2004, con un curso preuniversitario de enfermer¨ªa reci¨¦n terminado. Cuenta que viaj¨® a Espa?a para pasar unos d¨ªas de vacaciones. Se vino en autob¨²s a una playa del Mediterr¨¢neo, con un amigo, al piso de unos supuestos conocidos de ¨¦ste. "Al d¨ªa siguiente de llegar, mi amigo desapareci¨® del piso y me encontr¨¦ con que all¨ª viv¨ªa un hombre de etnia gitana, rumano, que me dijo que yo le deb¨ªa dinero. '?Dinero, de qu¨¦?', le grit¨¦. Me dijo que ten¨ªa que ir a un club y trabajar de puta para devolverle la deuda. Entonces me di cuenta de que mi amigo me hab¨ªa vendido". Al cabo de una semana, el chulo la vendi¨® a otro (tambi¨¦n de etnia gitana y rumano, seg¨²n Elena). "Pag¨® por m¨ª bastante dinero, unos 7.000 euros, porque yo llevaba poco aqu¨ª: los cuerpos son m¨¢s caros cuando est¨¢s reci¨¦n llegada, porque la visa del pasaporte permite quedarse tres meses como turista". Le cambiaron a un piso donde hab¨ªa otras mujeres. "Cada tarde nos llevaban a una carretera. All¨ª est¨¢bamos toda la noche. ?ramos m¨¢s de veinte chicas, de varios chulos. La polic¨ªa vino una vez a detenernos y estuvimos varias noches en comisar¨ªa, me ense?aban fotos del chulo y yo dec¨ªa que no le conoc¨ªa de nada, porque ten¨ªa mucho miedo".
Los clientes abundaban: "Ven¨ªan much¨ªsimos; algunos espa?oles, pero la mayor¨ªa alemanes, holandeses y de todo. Un marroqu¨ª me dio una paliza por no querer hacerlo sin preservativo". Sacaba entre 1.500 y 3.000 euros por semana; cada ma?ana ten¨ªa que entregar la recaudaci¨®n. Dice que nunca vio un c¨¦ntimo de ese dinero, salvo una vez que le dieron una cantidad para que se la mandara a la familia en Rumania. "Un d¨ªa que intent¨¦ quedarme con dinero para m¨ª, me registraron, lo encontraron y me pegaron una paliza, para que aprendiera".
A los seis meses no pod¨ªa m¨¢s. Una amiga que estaba en la misma situaci¨®n que ella le hab¨ªa hablado de una organizaci¨®n que ofrec¨ªa ayuda a mujeres; aprovech¨® que el chulo se hab¨ªa marchado de viaje a Rumania y se atrevi¨® a escapar. Fue acogida en el Proyecto Esperanza, organizaci¨®n dedicada al apoyo integral a mujeres que han sido v¨ªctimas de la trata con fines de explotaci¨®n. Durante estos meses ha aprendido castellano y ha buscado trabajo.
Seg¨²n la ley espa?ola, s¨®lo hay una forma de que un extranjero que ha sido v¨ªctima de la trata y que est¨¢ en situaci¨®n ilegal no sea deportado y pueda obtener un permiso temporal de residencia. Consiste en denunciar a la red que le explota y colaborar en su desarticulaci¨®n. Elena, en un primer momento no quiso denunciar, pero finalmente dio el paso, cuando se enter¨® de que el chulo hab¨ªa encerrado a su amiga en un club por haber intentado escapar despu¨¦s de que lo hiciera ella. Ahora ya tiene su permiso de residencia, pero le falta el permiso administrativo para trabajar, que lleva retrasado varios meses. "Como dicen ustedes", ladea una sonrisa triste, "las cosas de palacio van despacio". Entretanto, ha tenido que testificar contra el proxeneta y sus ayudantes. ?stos le hab¨ªan advertido de que le pagar¨ªan bien si retiraba la denuncia, y si no, iban a matar a su familia; un hermano suyo fue agredido en Ruman¨ªa, en efecto. La sentencia contra el chulo ha sido tan leve que ya ha salido de prisi¨®n.
Por qu¨¦ hay pocas denuncias
Seg¨²n un informe de la Unidad de Polic¨ªa Judicial de la Guardia Civil, poco m¨¢s del 1% de mujeres controladas en lugares de prostituci¨®n presentan denuncia por haber sido traficadas o explotadas; "la mayor¨ªa de estas mujeres informan que han llegado a Espa?a para ejercer la prostituci¨®n voluntariamente", reza el informe. La historia de Elena explica el porqu¨¦: la carga de la prueba recae sobre ellas. Despu¨¦s de dar ese paso, ni sus familias est¨¢n a salvo, ni ellas tienen una garant¨ªa razonable de que los rufianes que las traen y las llevan, las venden y revenden, les pegan y les quitan el dinero, sean castigados con severidad.
Siempre seg¨²n el informe citado de la Guardia Civil, cuando a las personas prostituidas se les plantea salir de esa situaci¨®n, "las mujeres afectadas perciben esa posibilidad como muy poco realista, puesto que no hay inmediatamente disponible ninguna opci¨®n laboral suficientemente rentable, ni para saldar a corto plazo la deuda contra¨ªda con la organizaci¨®n que les trae ni para asegurar ingresos suficientes como para garantizar su subsistencia y a la vez ayudar a los familiares que han dejado en el pa¨ªs de origen", seg¨²n las mismas fuentes. Por eso las denuncias de personas traficadas se limitan a situaciones absolutamente insoportables. En el caso de Elena, un car¨¢cter fuerte le ha ayudado.
"No todas las extranjeras que se prostituyen vienen traficadas", afirma Marta Gonz¨¢lez, que trabaja en Proyecto Esperanza. "Hay que distinguir muy bien entre v¨ªctimas de la trata y personas que ejercen la prostituci¨®n por decisi¨®n propia". Lo mismo piensa Justine Abell¨¢n, ex trabajadora del sexo: "Una cosa es la esclavitud y otra la prostituci¨®n", argumenta. Justine, que vive en Barcelona, intenta sindicar a un grupo de compa?eras y compa?eros en Comisiones Obreras. Se le nota esc¨¦ptica respecto a la idea de una prostituci¨®n extranjera masivamente forzada: "Lo absurdo es pensar que la gente cambia de pa¨ªs para ganar menos de 1.000 euros al mes como friegaplatos", argumenta.
"Encima pretenden que les quieras"
Sara Ballini es italiana. Tipazo de modelo. No dice que alguien le haya obligado. Descubri¨® el auge de la prostituci¨®n en Madrid hace siete a?os, cuando ten¨ªa 21, y comenz¨® a trabajar en un piso de la calle de Atocha: hasta cincuenta chicas api?adas, de diez a veinte servicios diarios cada una, pagados por el cliente a 75 euros la unidad. Hab¨ªa entrado en la organizaci¨®n de un hombre que ha comprado otros negocios de ese tipo.
Sara pas¨® por varios pisos -algunos, de 150 euros por cada servicio- y despu¨¦s se encerr¨® en un chal¨¦ de la zona este de la capital. Otros due?os, instalaciones lujosas; presentaciones a los clientes en traje -nada de tacones de plataforma, para diferenciarse de las casas baratas-. En el chal¨¦, cada servicio costaba 250 euros y la media era un par cada d¨ªa: quinientos euros diarios, el 50% para ella y el otro 50% se lo llevaban los de la casa. Pero en su historia tambi¨¦n hay un tratamiento psiqui¨¢trico.
De lo que Sara se queja es de la situaci¨®n encubierta en que funcionan los pisos, de las malas condiciones de vida en muchos ("a veces en literas"); de los absurdos clientes que caen sobre ellas ("hay que montar un teatro, porque encima pretenden que les quieras"). Cuando habl¨® con este peri¨®dico, a finales de julio, dec¨ªa que quer¨ªa dejarlo todo y acababa de publicar un libro de relatos cortos (El pa¨ªs de las sombras).
Nunca debe olvidarse que el mundo de la prostituci¨®n presenta grandes diferencias internas. "Desde las calles o las carreteras hasta el sector del lujo hay una distancia extrema", afirma Montserrat Tura, consejera de Interior de la Generalitat de Catalunya, la ¨²nica comunidad que tiene reglamentados los locales donde se ejerce esa actividad. "Desde fuera, el mundo de la prostituci¨®n parece libre y con dinero. Pero por dentro, lo que hay son personas violadas, maltratadas", a las que los due?os de los locales o los traficantes exigen unos niveles de recaudaci¨®n y las bandas se quedan entre el 50% y el 90% de los ingresos de cada mujer. El objetivo deber¨ªa ser combatir a las bandas, a los que se aprovechan de la prostituci¨®n, y garantizar que ninguna persona sea obligada a hacer algo en contra de su voluntad, a juicio de Tura.
Ninguna instituci¨®n es capaz de precisar cu¨¢ntas personas ejercen la prostituci¨®n en Espa?a; m¨¢s dif¨ªcil a¨²n es averiguar qu¨¦ proporci¨®n de esas personas pueden considerarse casos de explotaci¨®n que s¨®lo se explican por la trata de personas o la dependencia forzada de chulos y proxenetas.
La consejera de Interior de Catalu?a estima que en el territorio de esa comunidad hay unas 20.000 personas que ejercen la prostituci¨®n. El Defensor del Pueblo Andaluz, en un informe de 2002, evalu¨® en 21.000 las de Andaluc¨ªa. Una comisi¨®n de la Comunidad de Madrid contabiliz¨® 700 clubes, adem¨¢s de la prostituci¨®n en barrios y de la ejercida en la Casa de Campo.
Pilar D¨¢vila, que dirigi¨® el Instituto de la Mujer en tiempos del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ofreci¨® en su d¨ªa un c¨¢lculo de 300.000 prostitutas en el conjunto de Espa?a. La direcci¨®n actual no avala cifra alguna: "?C¨®mo vamos a saber cu¨¢ntas personas se dedican a la prostituci¨®n si se trata de una actividad alegal y sin control?", razona la portavoz del Instituto de la Mujer. La Asociaci¨®n Nacional de Empresarios de Clubes de Alterne (Anela) eleva sus estimaciones nada menos que a 400.000 personas prostituidas en Espa?a. Pablo Traspas, coordinador de programas de M¨¦dicos del Mundo -que atendi¨® el a?o pasado a casi 9.000 personas del sector de la prostituci¨®n- no considera descabellado que la cifra est¨¦ entre 300.000 y 400.000.
El Instituto Europeo para la Prevenci¨®n y el Control del Crimen (Heuni, con sede en Helsinki y vinculado a Naciones Unidas) intent¨® cuantificar el n¨²mero de personas dedicadas a la prostituci¨®n en Europa, en un trabajo cerrado en 2003 y reproducido m¨¢s recientemente en el informe de un grupo de trabajo del Parlamento Europeo (v¨¦ase gr¨¢fico). En ese estudio se asignaba a Espa?a entre 45.000 y 300.000 personas dedicadas a la prostituci¨®n; la horquilla es similar a la se?alada para Alemania, entre 60.000 y 300.000. La aproximaci¨®n es imprecisa, pero al menos ofrece una indicaci¨®n clara: tanto si se da por buena la hip¨®tesis m¨¢s alta como la m¨¢s baja, la prostituci¨®n se mueve en vol¨²menes semejantes en ambos pa¨ªses, si bien en Espa?a hay m¨¢s en proporci¨®n a la poblaci¨®n de cada uno de estos pa¨ªses.
Clandestino, pero transparente
?Por qu¨¦ ha crecido tanto en Espa?a? Algunos expertos apuntan a la reforma penal de 1995, por la cual se despenalizaron ciertas conductas favorecedoras de la prostituci¨®n (quedaron castigados el empleo de la coacci¨®n y, por supuesto, prostituir a ni?os). Otros lo atribuyen a la alegr¨ªa econ¨®mica de finales de los a?os noventa y el afloramiento de dinero negro. El caso es que moteles y hoteles de carretera fueron remozados, se construyeron nuevos y m¨¢s modernos complejos y el comercio del sexo se volvi¨® m¨¢s transparente, con af¨¢n de ser considerado una parte m¨¢s de la industria del ocio.
"Con el cambio penal se consigui¨® que los proxenetas pasaran de ser calificados como delincuentes a ser designados como empresarios del sexo", sostiene Rosario Carracedo, portavoz de la Plataforma de Mujeres por la Abolici¨®n de la Prostituci¨®n, que lucha contra toda regulaci¨®n de esta actividad. Esa entidad vincula la demanda de "sexo comercial" a las facilidades legales, afirmando que "cada vez son m¨¢s numerosos los hombres que acuden al mercado prostitucional y cada vez hay m¨¢s mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n". Los abolicionistas equiparan prostituci¨®n con esclavitud, considerando la actividad en su conjunto como un atentado contra los derechos fundamentales y una "violencia de g¨¦nero", ya que la gran mayor¨ªa de las personas prostituidas son mujeres. Otros sectores distinguen entre ejercer la prostituci¨®n por decisi¨®n propia y hacerlo obligados por traficantes o proxenetas. Legalmente, prostituirse no est¨¢ penalizado; otra cosa es la trata de personas para la explotaci¨®n sexual, castigada con penas que van de los 5 a los 10 a?os de c¨¢rcel.
Al margen de qui¨¦n tenga raz¨®n en esta pol¨¦mica, una consecuencia muy negativa es que la prostituci¨®n quede en manos de bandas. A las fuerzas de seguridad interior, dirigidas actualmente por Jos¨¦ Antonio Alonso, les resulta f¨¢cil probar que un extranjero se encuentra ilegalmente en territorio espa?ol e iniciar un expediente de expulsi¨®n. Pero cortar la trata de personas para la explotaci¨®n sexual exige algo m¨¢s que esa medida represiva. ?C¨®mo hacerlo? No se trata de un bandidaje a gran escala, capaz de amenazar la estabilidad pol¨ªtica, sino de una multiplicaci¨®n de delincuencias, que se traduce en personas sometidas a la explotaci¨®n sexual y, de acuerdo con los testimonios disponibles, a los malos tratos.
Las se?ales emitidas por las autoridades del Estado resultan un tanto contradictorias. As¨ª, la ¨²ltima memoria presentada por el fiscal general, C¨¢ndido Conde-Pumpido, indica que las fiscal¨ªas territoriales se?alan el tr¨¢fico de personas como el "fen¨®meno de delincuencia organizada que se produce con mayor frecuencia en Espa?a" e informa de que "el supuesto m¨¢s frecuentemente citado por las fiscal¨ªas es la introducci¨®n en Espa?a de mujeres para su trato sexual". Sin embargo, el propio fiscal despacha la cuesti¨®n con cierta rapidez, sin una valoraci¨®n sobre el grado real de importancia de este problema. Su portavoz confirma que ning¨²n ¨®rgano de la fiscal¨ªa est¨¢ especializado en la materia.
Otras explicaciones del fiscal general confirman las contradicciones del sistema aplicado. El texto de Conde-Pumpido se?ala que las redadas policiales sirven para espantar a las personas a las que se quiere proteger, esto es, a las v¨ªctimas del tr¨¢fico, "que son tambi¨¦n los principales testigos"; y a?ade que "en gran cantidad de casos, la propia intervenci¨®n policial causa su fuga, al ser conscientes de su situaci¨®n irregular en Espa?a".
Como parece deducirse de estas consideraciones, la mera actuaci¨®n represiva es una respuesta insuficiente. La realidad es que, para muchas de las personas que se han visto implicadas en las redes de prostituci¨®n, la posibilidad de ser devueltos a su pa¨ªs de origen constituye el peor de los panoramas posibles. Adem¨¢s es un problema real de personas que viven situaciones incompatibles con los derechos humanos. Entidades que ayudan a prostitutas echan en falta un Plan Integral contra la Trata.
Prostituci¨®n masculina
La Plataforma de Mujeres por la Abolici¨®n de la Prostituci¨®n tiene raz¨®n cuando dice que todos los informes sobre la prostituci¨®n est¨¢n escritos en femenino. La masculina, considerada muy minoritaria, existe en ciertas zonas urbanas, pero se desarrolla en condiciones todav¨ªa m¨¢s ocultas. "Yo nunca he encontrado a ning¨²n hombre (prostituido) en los garitos", asegura un polic¨ªa especializado.
La soci¨®loga Laura Oso entrevist¨® a varios hombres en un trabajo de campo efectuado con 50 personas de la prostituci¨®n callejera en La Coru?a. Sus testimonios -presentados al Senado en la legislatura anterior- reflejan todav¨ªa m¨¢s precariedad que las mujeres. "Tom¨¢s tiene 28 a?os y lleva 6 a?os trabajando en la calle", se lee en una de las entrevistas. "Ha sido violado por un cliente y ha sido amenazado y agredido por grupos de skin heads". La polic¨ªa atiende sus peticiones menos que a las mujeres y aqu¨¦llos "sufren agresiones verdaderamente violentas", seg¨²n la investigadora social aludida.
El comercio de cuerpos plantea un desaf¨ªo a Espa?a, pero tambi¨¦n al conjunto de la Uni¨®n Europea. La investigadora francesa Matiada Ngalikpima, de la Fundaci¨®n Scelles, advierte de un cambio sustancial: antes de la ampliaci¨®n de la UE, los 15 pa¨ªses miembros eran "destinatarios" del comercio de cuerpos; una vez hecha, la UE comprende tanto destinatarios como pa¨ªses de origen del tr¨¢fico sexual. En los siguientes candidatos, Bulgaria y Ruman¨ªa, "la trata de seres humanos es un problema a¨²n m¨¢s importante que en los nuevos pa¨ªses miembros de la UE". La ¨²nica opci¨®n descartable es que el paso del tiempo lo arregle: la miseria del mundo -o simplemente, la falta de futuro- est¨¢ a disposici¨®n de los traficantes para reclutar m¨¢s y m¨¢s carne fresca.
ma?ana, cap¨ªtulo 2: Regularizaci¨®n y dinero negro
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