?Ese volumen...!
Como lo m¨¢s importante, cuando uno va a ver y escuchar al maestro Kiko, es escuchar lo que ¨¦l canta, tuvo que imponerse a mitad de concierto para que los vol¨²menes estuvieran m¨¢s comedidos. Porque es de justicia decir que el principio de la actuaci¨®n fue bastante ca¨®tico. A ver: una o dos guitarras el¨¦ctricas, m¨¢s dos flamencas y luego las de los invitados, m¨¢s bajo, bater¨ªa y percusi¨®n; todos tocando a la vez, y a una ca?a b¨¢rbara. El p¨²blico que llenaba la sala tampoco era ajeno a esto, y la sensaci¨®n general era la de fr¨ªo glacial.
Afortunadamente, lleg¨® el comandante y mand¨® parar y la cosa son¨® como deb¨ªa: como un grupo de sevillanos en un patio haciendo diabluras con sus instrumentos, pero sin aberrar. Y con uno cantando con gracia y misterio y los dem¨¢s entendiendo las letras, que es como debe de ser.
Kiko Veneno
Kiko Veneno (voz y guitarra), Charlie Cepeda (guitarra el¨¦ctrica), Ra¨²l Rodr¨ªguez Qui?ones (guitarra flamenca, tres y coros), Ram¨®n Barranquero (guitarra flamenca y ac¨²stica), Juan Ram¨®n Caram¨¦s (bajo), Anabel P¨¦rez (teclado), Jimmy Gonz¨¢lez (bater¨ªa) y Rafael Garc¨ªa (percusi¨®n y coros). Sala Divino Aqualung. Madrid, 28 de septiembre.
Sonaron los temas de su nuevo disco, El hombre invisible, ¨¢lbum que demuestra que, aunque vaya a velocidad del sur, Kiko sigue en marcha y a¨²n con muchas cosas que decir. Tambi¨¦n tir¨® el artista de algunos de los mejores temas de su repertorio cl¨¢sico -Los delincuentes, Lo que me importa eres t¨², Lince Ram¨®n o Veneno- aunque extra?¨® que no tocara las m¨¢s conocidas -Te echo de menos o Un mercedes blanco-. Pero fueron los momentos m¨¢s ¨ªntimos del concierto aquellos en los que menos instrumentos hab¨ªan sonando, los mejores de la velada, porque fueron aquellos a los que Kiko les extrajo mayor sentimiento: Mudando y Me siento en la cama.
A la fiesta sumaron su presencia los jerezanos Delinq¨¹entes, con su desparpajo garrapatero, la marchita de Muchachito y su guitarra y un Jorge Drexler en el inusitado papel de corista. Al final todos juntos entonaron el hist¨®rico Volando voy. Todos menos Kiko, que se dedic¨® a tocar y sonre¨ªr, tal vez disfrutando de un momento de aut¨¦ntica gloria compartida con un p¨²blico que abarrotaba el recinto y que, entonces s¨ª se lo estaba pasando de miedo.
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