La bienal hidr¨®fila
La III Bienal de Valencia se acaba de abrir con lo que para muchos representa una buena noticia: ha pasado de contar con un presupuesto de once millones de euros a otro de menos de tres. Esta dr¨¢stica cura de adelgazamiento parece obligar, en principio, a cambiar las actitudes. Exige evitar la tentaci¨®n de la grandilocuencia y el despilfarro, y obliga, sobre todo, a concentrar m¨¢s las cosas y los esfuerzos, y a aguzar el ingenio. A este respecto, uno empieza por preguntarse si el un tanto cursi motto elegido para el evento -Agua (sin ti no soy)- ha resultado una opci¨®n realmente afortunada. Desde luego, todos somos conscientes de la importancia del l¨ªquido elemento como fuente de vida (y de muerte). Ni siquiera es necesario que el responsable ¨²ltimo de la muestra -el, por lo visto, inevitable Luigi Settembrini- nos recuerde el llamamiento de la ONU sobre el problema del agua, ni que se nos remita a la filosof¨ªa de Tales de Mileto; ni mucho menos, por cierto, al dictum de Mao acerca de las ventajas de hallarse "como un pez en el agua".
Lo que salta a la vista es la escasa relaci¨®n que muchas de estas obras tienen con el agua en ninguno de sus estados
A prop¨®sito de peces: la exposici¨®n principal (o ¨²nica), organizada por el franc¨¦s Franck Gautherot y la coreana Seungduk Kim, lleva por t¨ªtulo Reflexiones de un pez en el mar profundo: se dir¨ªa que aqu¨ª el peligro estriba en confundir la nataci¨®n abisal con la profundidad de la reflexi¨®n por ella propiciada. No s¨®lo, como se sabe, los peces carecen de memoria, sino que cuanto m¨¢s profundo se nada, menos luz se tiene. Por eso no es raro que muchas de esas reflexiones art¨ªsticas tiendan a permanecer en la mera superficie, para no hundirse tristemente hasta el fondo. En la exposici¨®n participan cuarenta y cuatro artistas de todo sesgo y de muy diferente inter¨¦s. Se divide en seis secciones, que paso a describirles en forma de ¨¦kphrasis -al viejo estilo de Fil¨®strato- para que se hagan una idea.
La primera de ellas, bautizada como Niebla tropical, resulta acaso un tanto incoherente, al menos en la medida en que incluye trabajos musicales de Arto Lindsay, junto a obras vagamente l¨²dicas e ingenuistas de Yakoi Kusama (formas blandas e irregulares llenas de aire); esculturas geom¨¦tricas evocativas de figuras naturales realizadas por Moon Shin; nubes algo banales de Denis Santachiara, una instalaci¨®n m¨¢s bien decorativa de Lynda Benglis y, vaya usted a saber por qu¨¦, una peque?a selecci¨®n de esculturas de Andreu Alfaro que, con independencia de su indudable valor intr¨ªnseco, es bastante obvio que no tienen absolutamente nada que ver -pero nada- ni con la niebla ni con el tr¨®pico.
La segunda secci¨®n, Isla de clausura, no se nos ofrece tampoco de muy clara lectura. Gimhongsok presenta una versi¨®n arrugada del Love de Robert Indiana; Hwang Jongmyung, fragmentos de cabezas y brazos de nadadores que producen la ilusi¨®n de aparecer sobre la superficie del agua; Marc Camille Chaimowicz conjuga una especie de escalera de m¨¢rmol con un mont¨®n de zapatos plateados que yacen a su alrededor (?signos de una estampida humana? ?restos de una cat¨¢strofe?); el suizo Olivier Mosset, no sin un punto de buen humor, ha construido una especie de toblerones de hielo, a modo de peque?as estructuras militares de defensa antitanque, aunque claramente sin porvenir. Por lo dem¨¢s, en este contexto destaca seguramente el trabajo de Alessandra Tesi, una enigm¨¢tica proyecci¨®n (Todos los d¨ªas de mi vida) en donde se recorren lentamente espacios, detalles y situaciones de un convento de clausura; y el de John Armleder (Phyteuma Hemisphaericum), ¨¦ste consistente en un pol¨ªptico de chorretones multicolores, y en donde la alusi¨®n a la clausura podr¨ªa tener que ver con la clausura de la pintura misma.
Lo que el lector habr¨¢ colegido ya es la escasa relaci¨®n que muchas de estas obras tienen con el agua en ninguno de sus estados. Tanto menos se reconoce esa relaci¨®n en la secci¨®n titulada Isla de la f¨¢brica de sue?os, que no alude, por cierto, a Hollywood, sino que est¨¢ ¨²nica y enteramente dedicada al h¨²ngaro Nicolas Sch?ffer. Nacido en 1912 y fallecido en Par¨ªs en 1992, su obra ha consistido en esculturas de aspecto constructivista, generalmente motorizadas, autom¨®viles, de cuyos giros fren¨¦ticos o movimientos diversos surgen rumores, luces, sombras, reflejos policromos. Pero ?y el agua? Eso es algo que tendr¨¢ que aportarlo, en su caso, el propio espectador.
En R¨ªos de Babilonia (antes de entrar de lleno en el agua salada) se re¨²nen unos pocos artistas de forma m¨¢s enhebrada. No deja de resultar sintom¨¢tico que sea justamente en Babilonia donde domine, en cierto modo, el concepto. All¨ª encontramos una obra azarosa e informe, de Kohei Nawa, hecha de aceite o resina de silicio; pero tambi¨¦n hay una oraci¨®n literal de Lawrence Weiner (Brought to A Boiling Point) inscrita en la pared, y una suerte de letan¨ªa de On Kawara, su Un mill¨®n de a?os (Futuro), consistente en el recitado, alternando una voz masculina con otra femenina, de los n¨²meros de los a?os que quedan entre 1981 y 1001981, despu¨¦s de Cristo; la obra est¨¢ dedicada al "¨²ltimo" de los hombres (esperemos que le guste), y en lo que nos hace pensar no es tanto en esa inabarcable posteridad cuanto en nuestro propio car¨¢cter ligeramente p¨®stumo. Pero, de nuevo ?qu¨¦ hay del agua?
En lo que respecta a las dos restantes secciones, Archipi¨¦lago y Mar de los Sargazos, habremos de actuar en unos t¨¦rminos m¨¢s selectivos, puesto que, como su propio nombre indica, se trata de conjuntos fragmentarios en donde no cabe esperar ni mucha ni poca homogeneidad entre las obras presentadas. Por seguir, por as¨ª decir, el camino de los grandes eones c¨®smicos aludidos por On Kawara, podr¨ªamos mencionar aqu¨ª el buen trabajo de Gyula Kosice. Nacido en Argentina en 1924, fue fundador del Movimiento Mad¨ª, en 1946, y siempre ha destacado en el cultivo de esa vanguardia radical que a¨²n ahora le sigue llevando a la exploraci¨®n de una Ciudad hidroespacial de imaginarias maquinarias ut¨®picas pre?adas de futuro. Kosice, como yo mismo, est¨¢ convencido de que "el hombre no acabar¨¢ sus d¨ªas en la Tierra" (tal vez la obra de On Kawara ser¨¢ recibida un d¨ªa por "el ¨²ltimo" a punto de hacer las maletas rumbo a otra galaxia).
Hay un v¨ªdeo trepidante de
Otto Muehl ("collage de pintura el¨¦ctrica", lo llama) luchando con los colores y con el agua del lavabo, y otro de Miltos Manetas basado en la idea de Jes¨²s nadando en lugar de caminando sobre las aguas. Hay un Grand mobile de Xavier Veilhan (grandes esferas volantes en las que, sugiere, se podr¨ªa concentrar el pensamiento de todos los espectadores de la exposici¨®n -y las de un pez en el mar profundo, a?ado yo-), junto a trabajos sutiles, como los de Hiraki Sawa con su peque?o caballito de madera nadando entre las teclas de un piano, o los bodegones de Jane Simpson (copas y vasos dispuestos como si configurasen una familia, activos en funci¨®n de la luz y la temperatura), o las fotograf¨ªas de Mireya Mas¨® (de detalles significativos que suelen pasar inadvertidos) o de Richard Kern (jugando con la dial¨¦ctica entre el exhibicionismo de los unos y el voyeurismo de los otros), o incluso los parties er¨®ticos cuidadosamente pintados por Terry Rodgers. Y tambi¨¦n piezas potentes, como dos de Robert Longo evocando las fuerzas naturales en forma de oleajes o de espirales huracanadas, o la de Anthony Goicolea (la foto supuesta de una ensenada poblada de buques fantasmas), o la de Carlo Gavazzeni (un ni?o como bajo una inquietante p¨¢tina de agua). Por supuesto, tambi¨¦n hay playas (Sergio Belinch¨®n, M¨¢ximo Vitali, Duane Hanson) y alguna otra cosa.
El d¨ªa de la inauguraci¨®n, aunque s¨®lo para el p¨²blico de la prensa y otros invitados, la bienal se present¨® acompa?ada de una performance a cargo de Julie Atlas Muz. Su trabajo consiste en bucear elegantemente ataviada de sirena. Por fortuna, seg¨²n se dijo, los tiburones del acuario valenciano -el Oceanogr¨¤fic- hab¨ªan sido bien alimentados esa ma?ana. De hecho, era ella la que parec¨ªa asustarles con su extra?a incursi¨®n. Tambi¨¦n hubo un pase de modelos inspirado en el mar, bajo la advocaci¨®n de Francis Montesinos. Finalmente, el evento incluye un conjunto de proyecciones permanentes de im¨¢genes del mar valenciano emitidas en tiempo real, realizadas por Marusela Granell, visibles en estaciones de metro, as¨ª como en la de Renfe y en el aeropuerto. Y todo por menos de tres millones...
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