Las grietas de la perfecci¨®n
Cuarenta y siete a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n espa?ola, en la misma editorial, vuelve a las librer¨ªas una novela emblem¨¢tica de la literatura europea de la segunda mitad del siglo pasado. No soy Stiller cuenta la historia de un hombre que responde al nombre de Michael White y no al del que las autoridades suizas creen que es: Anatol Stiller, un mediocre escultor que desapareci¨® a?os atr¨¢s. La polic¨ªa de Z¨²rich no tiene duda al respecto y le procesa mientras ¨¦l sostiene contra viento y marea que no es Stiller. Su abogado defensor le sugiere que escriba en unos cuadernos la verdad acerca de su vida. La novela consta de siete cuadernos, que transcurren en el tiempo de detenci¨®n y procesamiento, y un ep¨ªlogo del fiscal.
NO SOY STILLER
Traducci¨®n de Margarita Fonteser¨¦
Seix Barral. Barcelona, 2005
480 p¨¢ginas. 21 euros
No soy Stiller es el discurso de un hombre medio contra una sociedad hiperorganizada en la que la espontaneidad del yo no tiene cabida, pues el ahogo que provoca la reducci¨®n del hombre a un orden rutinario y perfeccionista impide que el individuo pueda mostrarse como un ser imperfecto e imperfectamente libre. Frisch utiliza a su detestada Suiza como paradigma de esa fachada de serenidad social y c¨ªvica que no es sino otra forma de alienaci¨®n colectiva. La novela relata la lucha de White por demostrar que no es quien es y, a partir de un momento determinado, el fiscal, un comprensivo hombre de orden amante de su ordenada y bien alimentada patria, bien alimentado y ordenado ¨¦l mismo, se interesa por las razones que llevan a Stiller a negar tan obstinada y desesperadamente lo que parece evidente.
El relato de la lucha de White
por no ser Stiller es el nervio central del libro, pero se compadece bien con las figuras femeninas: Julika, la esposa de Stiller, a la que ¨¦ste abandon¨® al desaparecer, y Sybille, su amante, en la actualidad casada con el fiscal del caso. White se encuentra con Julika, recuerda a Sybille y charla con el guardi¨¢n Knobel a quien relata la vida que ha llevado en Estados Unidos y M¨¦xico, una vida fantasiosa de cr¨ªmenes y aventuras que el guardi¨¢n, un simple, acepta a pies juntillas. Todo el autointerrogatorio que son los cuadernos diarios es un recuento casi existencial de su obsesi¨®n por desprenderse de Stiller. Ahora bien, si acaso fuera Stiller ?por qu¨¦ ha regresado a Suiza bajo otro nombre?, ?para dejar de ser Stiller?, ?para probar all¨ª en el centro de un mundo y una vida que niega que ya no es Stiller? Esa lucha, curiosamente, no le llevar¨¢ a la afirmaci¨®n sino a la disoluci¨®n del yo: Stiller vuelve a ser una median¨ªa tras una lucha que pasa por s¨ª mismo y por su relaci¨®n con las dos mujeres; la primera, Julika, en vivo, tras reunirse con ella; la segunda, Sybille, en la memoria. La reconstrucci¨®n de su vida pasada confrontada a su actitud destruye a Julika y lo integra en la indiferencia y la peque?ez total.
Es la relaci¨®n entre Julika y Stiller -maravillosamente construida y relatada, como corresponde a un concienzudo centroeuropeo- y tambi¨¦n la relaci¨®n de Sybille con Stiller, son claves. Julika es una bailarina y ¨¦l un escultor, su relaci¨®n es abrasiva porque ella se comporta con frigidez y ¨¦l es profundamente egoc¨¦ntrico; hay un desentendimiento de pareja, casi una tristeza existencial que se ba?a en esa sociedad perfeccionista que aleja de s¨ª toda clase de imprevisi¨®n, el cual se agranda en la convivencia por lo no compartido, lo no expresado, hasta que todo ello act¨²a como un pozo sin fondo en el que queda sumergida la relaci¨®n. Stiller compone entonces la figura de un atrapado por el matrimonio y por Julika y as¨ª alimenta su frustraci¨®n. Sybille no es sino otra forma, escapista, de abrasi¨®n. Cuando no puede m¨¢s, huye del agujero en el que ¨¦l se ha metido. Es un soberbio retrato de una crisis contempor¨¢nea.
"Vivimos en la era de las reproducciones", dice White. "La mayor¨ªa de las im¨¢genes que tenemos del mundo (...) las hemos visto con nuestros propios ojos, pero no en su propio lugar (...) ?Qu¨¦ ¨¦poca ¨¦sta! Ya no significa nada decir que uno ha visto peces espada o que ha amado a una mulata. Todo eso se puede haber visto una buena ma?ana en una pel¨ªcula documental (...) ?a qu¨¦ tanto hablar, si no demuestro que lo que digo lo he vivido efectivamente?". El regreso de White-Stiller es un regreso perfectamente asimilable por esa sociedad que ha llegado a detestar, la revuelta de Stiller acaba donde empieza. "La huida no es nunca una soluci¨®n. La ¨²nica libertad es la sujeci¨®n". La relaci¨®n con Julika qued¨® pendiente al desaparecer ¨¦l y ahora, a su vuelta, se la encuentra para darle t¨¦rmino tal y como hubiera sido de no haberse marchado, pero el enfermo viaja siempre con su enfermedad. En realidad, piensa, no fue capaz de separarse y huy¨®, de Julika y de la sociedad que le oprime. La cobard¨ªa que hay tras la hu¨ªda no puede cerrarse m¨¢s que con la extinci¨®n o la indiferencia. Stiller, finalmente, es tambi¨¦n una reproducci¨®n.
Frisch, novelista y dramaturgo, es un intelectual comprometido con su tiempo. La densidad de sus planteamientos, su lucidez y su energ¨ªa lo delatan. Esta novela que no se atiene a la ligereza actual y requiere lectores para los que la lucidez sea una premisa de la lectura. Su riguroso pensamiento literario no excluye, naturalmente, la belleza expresiva, como en esta hermosa imagen: "La hora del mercurio resplandeciente ya hab¨ªa pasado, el lago parec¨ªa de lat¨®n bru?ido".
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