Carta abierta sobre el futuro de Europa
La propuesta de Constituci¨®n Europea est¨¢ muerta. Los pueblos de Francia y Holanda han hablado. Pero, ?qu¨¦ sentimientos hay detr¨¢s de su non y su nee? Probablemente, una confusi¨®n de ideas y sentimientos: "Ayuda, ya no comprendemos Europa"; "?D¨®nde est¨¢n las fronteras de Europa?"; "Europa no est¨¢ haciendo suficiente por nosotros"; "Nuestro estilo de vida se est¨¢ viendo acosado". La Constituci¨®n est¨¢ muerta. ?Larga vida...! ?A qu¨¦? Quienes deben decirlo son los partidarios de Europa. No deber¨ªamos permitir que los euroesc¨¦pticos se hagan con la agenda. Debemos reaccionar ante el no y sobrellevarlo de una forma positiva y constructiva. La Uni¨®n Europea (UE) es el experimento m¨¢s original y exitoso en la creaci¨®n de instituciones desde la Segunda Guerra Mundial. Ha reunido a Europa tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Ha influido en el cambio pol¨ªtico en lugares tan lejanos como Ucrania y Turqu¨ªa, y no por medios militares como en el pasado, sino pac¨ªficos. A trav¨¦s de sus innovaciones econ¨®micas, ha desempe?ado un papel a la hora de llevar la prosperidad a millones de personas, aunque su reciente nivel de crecimiento haya sido decepcionante. Ha ayudado a uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de Europa, Irlanda, a convertirse en uno de los m¨¢s ricos. Ha desempe?ado un papel decisivo en la implantaci¨®n de la democracia en Espa?a, Portugal y Grecia, pa¨ªses que antes hab¨ªan sido dictaduras.
Sus partidarios dicen con frecuencia que la UE ha mantenido la paz en Europa durante m¨¢s de 50 a?os. Esta afirmaci¨®n es dudosa. La Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN) y la presencia de los estadounidenses han sido de suma importancia. Pero lo que la Uni¨®n ha conseguido es, de hecho, m¨¢s profundo. Ha dado la vuelta a las influencias malignas de la historia europea: nacionalismo, colonialismo, aventurerismo militar. Ha fundado o apoyado instituciones -como el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos- que no s¨®lo rechazan, sino que legislan contra la barbarie que ha marcado el pasado de Europa. No es el fracaso de la UE lo que preocupa a la gente, sino su ¨¦xito. Reunir a Europa occidental y oriental parec¨ªa un sue?o imposible hace menos de 20 a?os. Pero incluso en los nuevos Estados miembros, la gente pregunta: "?D¨®nde termina todo esto?". Incluso para quienes m¨¢s provecho sacan, la UE puede parecer un agente de la globalizaci¨®n en lugar de un medio para adaptarse y remodelarla.
Estos sentimientos tienden a estimular un regreso emocional al aparente refugio de seguridad de la naci¨®n. Aun as¨ª, si se aboliera la UE de la noche a la ma?ana, la gente se sentir¨ªa menos segura en sus identidades nacionales y culturales. Digamos, por ejemplo, que los euroesc¨¦pticos de Gran Breta?a se salen con la suya y el pa¨ªs abandona la UE por completo: ?Tendr¨ªan los brit¨¢nicos una idea m¨¢s clara sobre su identidad? ?Gozar¨ªan de una mayor soberan¨ªa para gestionar sus asuntos? La respuesta a ambas preguntas es no. Casi con total seguridad, los escoceses y galeses seguir¨ªan buscando a la UE, lo cual podr¨ªa llevar al desmembramiento del Reino Unido. Y Gran Breta?a -o Inglaterra- perder¨ªa m¨¢s soberan¨ªa de la que ganar¨ªa, si ¨¦sta implica un verdadero poder para influir en el resto del mundo, puesto que muchas cuestiones y problemas se originan actualmente por encima del nivel del Estado nacional y no se pueden resolver dentro sus l¨ªmites.
La paradoja es que, en el mundo contempor¨¢neo, el pensamiento nacionalista o aislacionista puede ser el peor enemigo de la naci¨®n y de sus intereses. La UE es un terreno en el que la soberan¨ªa formal se puede intercambiar por poder verdadero, y se puede cultivar una cultura nacional y mejorar el ¨¦xito econ¨®mico. La UE est¨¢ mejor situada para defender los intereses nacionales en comercio, inmigraci¨®n, ley y orden, medio ambiente, defensa y muchos otros sectores de lo que posiblemente lo estar¨ªan los pa¨ªses si actuaran por su cuenta. Empecemos a pensar en la UE no como una "naci¨®n inacabada" o un "Estado federal incompleto", sino como un nuevo tipo de proyecto cosmopolita. La gente tiene miedo de un posible s¨²per-Estado federal, y con raz¨®n. No puede levantarse una Europa que resurja de las ruinas de las naciones. La persistencia de la naci¨®n es la condici¨®n para una Europa cosmopolita y, actualmente, por los motivos ya expuestos, lo contrario tambi¨¦n es cierto. Durante mucho tiempo, el proceso de la integraci¨®n europea se realiz¨® principalmente suprimiendo la diferencia. Pero unidad no es sin¨®nimo de uniformidad. Desde un punto de vista cosmopolita, la diversidad no es el problema, es la soluci¨®n.
Tras el bloqueo de la Constituci¨®n, el futuro de la UE de repente parece amorfo e incierto. ?Pero no deber¨ªa ser as¨ª! Los europe¨ªstas deber¨ªan formularse tres preguntas: ?Queremos una Europa que defienda sus valores en el mundo? ?Queremos una Europa econ¨®micamente fuerte? ?Queremos una Europa ecu¨¢nime y socialmente justa? Estas preguntas son casi ret¨®ricas, ya que cualquiera que desee que la UE triunfe debe responder afirmativamente a las tres. Despu¨¦s llegan varias consecuencias bastante concretas. Si queremos que Europa sea o¨ªda y valorada en el escenario mundial, no podemos declarar el fin de la ampliaci¨®n, ni dejar el sistema de gobierno de la UE tal como est¨¢. La ampliaci¨®n es la herramienta m¨¢s poderosa para la Uni¨®n en pol¨ªtica exterior, un medio para difundir la paz, la democracia y los mercados abiertos. Por ejemplo, pr¨¢cticamente no hay esperanzas de estabilizar los Balcanes si se elimina la posibilidad de su acceso a la UE. La erupci¨®n de m¨¢s conflictos podr¨ªa ser un desastre. La UE perder¨¢ una enorme influencia geopol¨ªtica potencial si decide dejar fuera a Turqu¨ªa.
Se pueden aplicar consideraciones similares a la manera de gobernar. La UE no puede desempe?ar un papel efectivo en el mundo sin m¨¢s innovaci¨®n pol¨ªtica. Deber¨ªa mantenerse la propuesta de un ¨²nico ministro de Asuntos Exteriores de la UE. Se necesitan medios m¨¢s eficaces que el engorroso m¨¦todo que dejaron los acuerdos de Niza para tomar decisiones compartidas. Y las propuestas incluidas en la Constituci¨®n para realizar m¨¢s consultas a los Parlamentos nacionales antes de instituir pol¨ªticas de la UE sin duda son democr¨¢ticas y sensatas. Sin embargo, la influencia pol¨ª-tica y diplom¨¢tica siempre refleja un peso econ¨®mico. Es en esto, por encima de todo, donde los europe¨ªstas deben alentar a la Comisi¨®n y a los l¨ªderes de los Estados miembros a entrar en acci¨®n. Sabemos que los votos por el no de Francia y Holanda se vieron motivados en gran medida por ansiedades sociales y econ¨®micas, ansiedades que alimentaron los miedos m¨¢s generales se?alados anteriormente. A pesar de sus dem¨¢s ¨¦xitos, la Uni¨®n Europea sencillamente no est¨¢ obteniendo un buen rendimiento econ¨®mico. Presenta unos niveles de crecimiento mucho m¨¢s bajos que EE UU, por no hablar de pa¨ªses menos desarrollados como India y China. Hay 20 millones de parados en la UE, adem¨¢s de 93 millones de personas econ¨®micamente inactivas, muchas de las cuales trabajar¨ªan si pudieran.
Adem¨¢s, las presiones de los mercados mundiales no cesan de acumularse. Un 45% de los productos fabricados en todo el mundo proceden ahora de los pa¨ªses en desarrollo, en contraste con menos del 10% en 1970. Sin duda, esta proporci¨®n se incrementar¨¢ todav¨ªa m¨¢s. Con el abaratamiento de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n, tambi¨¦n pueden transferirse muchos servicios al extranjero. La subcontrataci¨®n a centros de llamadas indios es s¨®lo el principio de lo que podr¨ªa convertirse en una tendencia mucho m¨¢s generalizada. Europa debe prepararse para el cambio. Pero, junto con la reforma, debe preservar y, sin duda, intensificar su preocupaci¨®n por la justicia social. El primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, ha solicitado recientemente un debate en toda Europa sobre esta cuesti¨®n. Creemos que hace lo correcto. Algunos pa¨ªses, especialmente los n¨®rdicos, han tenido un ¨¦xito sorprendente a la hora de combinar crecimiento econ¨®mico con altos niveles de protecci¨®n e igualdad sociales. Veamos qu¨¦ puede aprender el resto de Europa de ellos y de otros pa¨ªses de todo el mundo que lo han logrado. Escribimos como partidarios de la Constituci¨®n, a pesar de lo dilatada y poco elegante que era. Pero su rechazo permite -y esperemos que obligue- a los europeos enfrentarse a ciertas realidades b¨¢sicas y a responder a ellas. La Uni¨®n Europea puede ser una gran influencia, si no la m¨¢s importante, en el escenario mundial en este siglo. Es lo que los europe¨ªstas deber¨ªan desear que ocurriera. Hagamos que ocurra.
Ulrich Beck es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad de M¨²nich. Anthony Giddens es ex director de la London School of Economics. Traducci¨®n de News Clips.
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