Las voces del absurdo
Siempre fue un poco absurdo este pa¨ªs (Espa?a, aclaro), sobre todo desde la comedia de sus grandes. Absurdo en el vestir, en el amar y en castigar, absurdo en la palabra. Las conversaciones de los grandes sobre Catalu?a, su estatuto y la realidad son un poco tontas. Absurdas. Nacen del rinconcillo de la Old Spain, que dec¨ªa Azor¨ªn -la vieja Espa?a: viven y hablan y gru?en, y no saben que son vieja morralla espa?ola-, que pierde cada d¨ªa cent¨ªmetros de suelo intelectual y electoral. Su ¨²ltimo invento, anunciado y patrocinado por Acebes, es simple: como el estatuto es -creen- una reforma de la Constituci¨®n deber¨¢ ser votado con arreglo a esa reforma, que requiere tres cuartos del Congreso; como los tiene, habr¨ªa que disolver la C¨¢mara y convocar elecciones generales. Y como, en fin, se convertir¨¢ en un refer¨¦ndum sobre la integridad de Espa?a ganar¨¢n ellos. "Sue?a el rey que es rey...", comentaba Calder¨®n, qu¨¦ gran frase. Y al saltar la palabra: ya est¨¢n atribuyendo al Rey una oposici¨®n contra Zapatero porque ha dicho, vestido de militar -le tienen que hacer otra gorra: ¨¦sta es demasiado peque?a- y ante militares, que la Constituci¨®n se fundamenta en "la indisoluble unidad de la naci¨®n": quienes manejan la frase y la ponen en gran titular a toda p¨¢gina saben muy bien que los discursos del Rey los hace el Gobierno, o traza sus l¨ªneas y los revisa antes de pronunciados. No se puede oponer una frase del Rey a unas decisiones o actos o palabras del Gobierno, no tiene sentido; pero en quien no sabe -la muchedumbre no sabe- hace el efecto de esta rotura definitiva, que se fragua desde hace a?os, m¨¢s bien siglos, en esta Espa?a centr¨ªfuga que no ha dejado nunca de existir en su historia.
?Huir del centro! Quiz¨¢ esta tendencia de la naci¨®n sea producto de la humillaci¨®n de la periferia que tuvo su auge en a?os muy recientes: Franco. Humillaci¨®n y explotaci¨®n. Cuando hablo de periferia estoy diciendo el entorno del Mediterr¨¢neo; El Pardo era el centro y la periferia comenzaba en las calles de Madrid. Algo les pasa que no se atreven a estar aqu¨ª dentro: se van a La Moncloa, a El Pardo, a La Zarzuela. Ojal¨¢ Franco hubiera hecho caso a Ernesto Gim¨¦nez Caballero, que pretend¨ªa que se quitara a Madrid la capitalidad, por haber resistido tanto a su liberaci¨®n. Si la hubiera puesto en Catalu?a, los madrile?os ser¨ªamos ya separatistas...
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