Ciudadano del mundo
Estamos atrapados por las palabras, y no las conocemos. A¨²n no somos del todo conscientes de qu¨¦ modo la forma de llamar a las cosas es lo que determina nuestra existencia, pero a veces no logramos abstraernos del puro sonido que producen los conceptos. A pesar de todo, es la propia terminolog¨ªa la que determina, de una forma u otra, nuestra vida diaria. La palabra "naci¨®n", por ejemplo, llena de controversias, es recogida en sus m¨²ltiples interpretaciones por los analistas pol¨ªticos de palabras para ser catalogada convenientemente, como si se tratase de una nueva especie de escarabajo.
De ella se puede derivar la palabra "cuna", "nido", "naturaleza", pero es necesario llegar hasta el meollo de la cuesti¨®n, as¨ª que hay que empezar a operar. Se disecciona el t¨¦rmino como si de una especie animal se tratase, una idea viva que patalea y a la que hay que anestesiar mediante un poco de alcohol antes de meter el bistur¨ª. Se abre la piel del t¨¦rmino y se miran sus ¨®rganos internos, compuestos de gente, dominios, territorios, sentimientos, hasta llegar al suelo natal, que palpita all¨¢ dentro, y se intenta aclarar in situ la naturaleza del concepto.
Descubrimos los vecindarios, los terru?os, las fronteras, los l¨ªmites, el pa¨ªs, y seguimos buscando, como cirujanos de la historia, la localizaci¨®n de la naci¨®n. Nos perdemos en l¨ªmites, metr¨®polis, autocton¨ªas y abanderamientos, aunque no damos con el sentido que m¨¢s nos conviene. Quiz¨¢s est¨¦ en la RAE, aunque puede que no sea necesario asaltar la academia, ni siquiera el ej¨¦rcito ser¨ªa capaz de modificar el sentido de la palabra. ?O acaso su significado no ha sido decidido democr¨¢ticamente, por mayor¨ªa?
?ltimamente, no ser¨ªa de extra?ar que muchos ciudadanos se confesasen ciudadanos del mundo, aquel concepto ya en desuso que se esgrim¨ªa para huir del problema cambiando de tema. Hubo un tiempo en que definirse as¨ª estaba de moda. Era una manera habitual de reivindicar el cosmopolitismo sin dar ninguna otra explicaci¨®n. Ahora, el ciudadano del mundo est¨¢ proscrito, es anacr¨®nico, ya no se lleva. Aquel esp¨ªritu ap¨¢trida con el que algunos dec¨ªan coincidir, se ha disipado en los albores del siglo veintiuno, y declarar "yo soy ciudadano del mundo" es una frivolidad.
Extinguido este esp¨¦cimen, unos repiten el concepto "naci¨®n-naci¨®n-naci¨®n" como un mantra, y otros responden "constituci¨®n-constituci¨®n-constituci¨®n", contraponiendo lo uno a lo otro. Habr¨¢ que situar ambos t¨¦rminos como ant¨®nimos en el pr¨®ximo diccionario ideol¨®gico de la RAE., si es que no se presentan antes los tanques del ej¨¦rcito para poner las palabras firmes.
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