"En sabem massa"
El campo catal¨¢n rezuma tensi¨®n. Desde la distancia, se observa con extra?eza, cuando no con franca incomprensi¨®n. Sin embargo, el propio sector vive la situaci¨®n con desconcierto, casi con incredulidad frente a unas dificultades objetivas que no permiten dibujar con serenidad un futuro de progreso. Efectivamente, el entorno est¨¢ afectando severamente a las realidades y las expectativas. Pero un escenario dif¨ªcil no debe excusarnos de reconocer que hay cosas francamente mejorables. Me referir¨¦ solamente a una de ellas: la necesaria comercializaci¨®n de la producci¨®n de calidad m¨¢s all¨¢ del mercado interior.
Hace algunos a?os el gerente de una reconocida cooperativa agr¨ªcola catalana se dirig¨ªa a sus asociados con esta expresi¨®n: "En sabem massa" (sabemos demasiado hacer las cosas). En su discurso observaba que el fres¨®n en Catalu?a, con una superficie muy limitada, era cultivado mediante casi tantas t¨¦cnicas como payeses hab¨ªa y otro tanto acababa pasando con los procesos de comercializaci¨®n; aprovechaba, a su vez, para comparar con otras regiones espa?olas que al parecer no sab¨ªan tanto y que hab¨ªan unificado criterios de producci¨®n a partir de las indicaciones de servicios t¨¦cnicos reconocidos y con una estrategia comercial unificada. En la actualidad un pu?ado significativo de aquellos cooperativistas ha dejado la actividad agr¨ªcola y algunos m¨¢s el cultivo del fres¨®n. El referido ponente pon¨ªa el dedo en la llaga de la agricultura (y no s¨®lo la agricultura) catalana, al referirse impl¨ªcitamente a la autosatisfacci¨®n y alta valoraci¨®n sobre la suficiencia de las capacidades individuales. Este sentimiento quiz¨¢ pueda reportar alguna compensaci¨®n desde un punto de vista personal, pero desde un punto de vista econ¨®mico es totalmente ineficaz y base para futuros fracasos.
Si algo caracteriza a Catalu?a es su diversidad en su limitada dimensi¨®n. La fotograf¨ªa desde sat¨¦lite de la actividad fotosint¨¦tica del territorio catal¨¢n es un apretado mosaico multicolor formado por incontables piezas distintas y contrasta con la homogeneidad crom¨¢tica, por ejemplo, de la Europa central. Si el mapa es de temperaturas, falta espacio para poder ubicar las isotermas. Los potenciales h¨ªdricos promedios no tienen menor variabilidad. Si de potenciales ed¨¢ficos se trata, el puzzle es de alta complejidad. Incluso el poeta Joan Oliver se refiere a esta particularidad al describir la comarca del Vall¨¨s, descripci¨®n f¨¢cilmente generalizable a buena parte del territorio catal¨¢n: "Tres turons fan una serra, quatre pins un bosc esp¨¨s, cinc quarteres massa terra...". Quiz¨¢s este territorio tan diverso ha potenciado las posiciones m¨¢s localistas, pero la realidad actual requiere revisar r¨¢pidamente esta cultura.
?Qu¨¦ hacer, pues, con la producci¨®n agroalimentaria de un peque?o pa¨ªs diverso y fracturado dentro de un mundo globalizado con tensiones crecientes de competitividad? Acogi¨¦ndonos al manual, dir¨ªamos que cuando un pa¨ªs es peque?o debe especializarse en una determinada producci¨®n en la que pueda aportar la masa cr¨ªtica que le permita ser competitivo. Se tratar¨ªa de ser grande en el producto motivo de especializaci¨®n. Sin embargo, esta estrategia se viene abajo si la fragmentaci¨®n edafoclim¨¢tica es la base y la diversidad productiva el resultado. Hay algo, sin embargo, que Catalu?a posee en abundancia: la diversidad, precisamente, de la que nos est¨¢bamos quejando. Hacer de la necesidad virtud resulta en este caso el mejor camino y fuente de claras oportunidades. Se trata de potenciar la riqueza extraordinaria de matices gastron¨®micos de la producci¨®n agroalimentaria catalana de la mano del factor imprescindible para valorar esta diferenciaci¨®n: la garant¨ªa de calidad. Pero la calidad no basta si no cuenta con una demanda suficiente, y esta necesaria ampliaci¨®n de demanda requiere dirigirse al mercado global, que es a su vez el mejor indicador de eficiencia.
Las condiciones para esta opci¨®n son evidentes dada nuestra realidad mediterr¨¢nea, el potencial de nuestro mercado interno y el hecho de ser una potencia tur¨ªstica de primer nivel internacional, lo que consolida nuestra demanda interna y puede convertir a millones de personas en embajadores de nuestra oferta, m¨¢s a¨²n dado el prestigio de nuestra gastronom¨ªa. En esta direcci¨®n ya se han realizado no pocos progresos. Existe una s¨®lida y prestigiada estructura de productos de calidad y algunas iniciativas comerciales est¨¢n obteniendo resultados de gran inter¨¦s.
Sin embargo, queda mucho por hacer y no estamos solos trabajando para los mismos objetivos. En una reciente conferencia, el profesor Oriol Amat comentaba que la diferencia entre las empresas que alcanzan el ¨¦xito y las dem¨¢s es que las primeras son gestionadas un poco, s¨®lo un poco, mejor que las otras. De esto se trata, y no es seguro que estemos haciendo bien todos los deberes.
Hace pocos d¨ªas tuve ocasi¨®n de comprobar en Nueva York que para encontrar productos catalanes de calidad se requer¨ªa una lupa de considerables aumentos. Alguna iniciativa acertada hab¨ªa conseguido un peque?o espacio, pero probablemente insuficiente con relaci¨®n a la oferta que es motivo de nuestra autosatisfacci¨®n. Por el contrario, observ¨¦ la creciente valoraci¨®n de la dieta mediterr¨¢nea, la potenciaci¨®n evidente de la cultura del vino y la posici¨®n del aceite de oliva como paradigma de la calidad alimentaria. Un establecimiento especializado ofrec¨ªa aceite de arbequina, la variedad de oliva m¨¢s valorada y de origen indudablemente catal¨¢n, pero curiosamente el aceite no proced¨ªa de Catalu?a.
Ocupar un espacio en el mercado exterior es imprescindible. Pero ello requiere simplificar, cohesionar e integrar los esfuerzos privados y p¨²blicos. Nuestra variada oferta es un factor de riqueza, pero los caminos para potenciar su comercializaci¨®n, y por tanto su valoraci¨®n, pasan indefectiblemente por la concertaci¨®n de intereses y la unificaci¨®n de la imagen. Si para encontrar los productos catalanes de calidad un cliente neoyorquino precisa un manual de marcas, denominaciones, comarcas y localidades catalanas, no vamos bien. Del mismo modo, si para promover la comercializaci¨®n de la producci¨®n agroalimentaria catalana debemos ser expertos en los organigramas de la Administraci¨®n p¨²blica, las cosas no ser¨¢n lo eficaces que podr¨ªan ser.
Quiz¨¢ ha llegado la hora de saber un poco menos individualmente y sumar debilidades para obtener nuevas fortalezas. El ¨¦xito nacer¨¢ de nuestra capacidad para dotarnos de herramientas p¨²blicas y privadas que articulen y valoren nuestra oferta.
Francesc Reguant es economista.
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