El partido del miedo
El miedo es un gran gobernante, pero tambi¨¦n es un arma de la oposici¨®n, por lo menos en este trance en el que nos encontramos. La derecha conservadora est¨¢ muy profesionalizada en Espa?a. Aznar hizo de ¨¦l una obra maestra; pero se le escap¨® el miedo al terrorismo ¨¢rabe, del que no se enter¨® bien ni siquiera cuando estallaron las Torres Gemelas de Nueva York; le sirvi¨® para hacer una contracci¨®n de las situaciones y decir que todos los terrorismos son iguales, que es una enormidad sem¨¢ntica. Es como decir que todos los ej¨¦rcitos son iguales, o todos los virus son el mismo virus. El terrorismo puede servirse de las mismas armas en cualquier caso, pero no con los mismos prop¨®sitos. Lo misterioso es que al cabo de un largo tiempo ese partido mantenga el equ¨ªvoco sobre aquellos atentados y sostenga el miedo sobre el que hace a?os que no mata, el de ETA. Debe de ser uno de los secretos del conservadurismo, el de conservar sus tesis hasta despu¨¦s de demostrado que son falsas.
Pero ahora ha encontrado un gran sustituto a ese miedo f¨ªsico, que es el miedo a la cat¨¢strofe nacional definitiva, el de la terminaci¨®n de la Espa?a que conocemos, de forma que el gran culpable sea el Gobierno que le gan¨® las elecciones: est¨¢ teniendo un gran ¨¦xito pol¨ªtico. Espa?a, hacen creer, est¨¢ en riesgo de dejar de ser naci¨®n para convertirse en una tierra de taifas, de las cuales las primeras son la catalana y la vasca; despu¨¦s llegar¨¢n las dem¨¢s. "Empiece, se?or Rajoy, por dejar de meter miedo absurdamente a los espa?oles sobre nuestro futuro y sobre nuestra convivencia", le respondi¨® Zapatero en la sesi¨®n del Congreso del mi¨¦rcoles. Lo m¨¢s grave, creo yo, es que lo est¨¢ consiguiendo por la confusi¨®n del proyecto del Estatuto catal¨¢n votado en Barcelona -salvo por los hombres de Rajoy- con c¨¢nticos de Els segadors y algunas l¨¢grimas sensibles, pero que Espa?a no quiere.
No es s¨®lo "Madrid", desdichada met¨¢fora que se emplea para nombrar el espa?olismo central -Madrid ha sido la primera v¨ªctima, y sigue si¨¦ndolo, del nacionalismo mangante-, sino los ciudadanos de las autonom¨ªas en las que desdichadamente se verti¨® la idea err¨®nea de democracia, que muestran porcentajes muy altos de aversi¨®n al separatismo; y los propios socialistas. Supongo que Zapatero desvirtuar¨¢ esa inquietud como lo hizo con el persistente plan Ibarretxe: pero lo tiene que hacer pronto y bien si no quiere verse en apuros.
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