Los reto?os de Monts¨¦gur
El primer tomo de 'Los hijos del Grial', la gran aventura medieval de Peter Berling, se ofrece ma?ana con EL PA?S por 2,5 euros, y el martes, el segundo
"Pasaban su tiempo en no hacer nada y en dormir". Las ¨¢speras palabras de Timoteo de Constantinopla para con los herejes mesalianos vienen a la memoria cuando uno recuerda la colosal imagen de Peter Berling echando la siesta al pie del pog (pe?¨®n) de Monts¨¦gur, en el mism¨ªsimo Prado de los Quemados donde anta?o se dispuso el gran b?cher, la hoguera en la que ardieron los ¨²ltimos c¨¢taros del castillo. Y es que Berling, como los s¨®lo aparentemente ap¨¢ticos mesalianos -eufitas, entusiastas, adelfianos, coreutas, lampecianos y hasta marcianistas y satanianos, que de todas esas formas se les ha llamado a esos herejes del siglo IV-, saca gran provecho de sus sue?os y de las apneas en que le sumergen su f¨ªsico rabelesiano y su pasi¨®n por la buena mesa (quien firma estas l¨ªneas le ha visto desplomarse literalmente sobre los restos de una fideu¨¢ musitando mientras se desvanec¨ªa algo similar al grito de guerra de los templarios: "Vive Dieu Saint-Amour!"). Son los de Berling sue?os grandes, (o)cultistas, extra?os, entretejidos de historia y de leyenda, poblados de personajes sensacionales -aut¨¦nticos y de ficci¨®n: distinguirlos es todo un reto a veces-, de acontecimientos espectaculares, de misterios esot¨¦ricos, de escritos ap¨®crifos, de secretos y conspiraciones. Sue?os ideales para "un mundo que juega al gnosticismo", en expresi¨®n de Lawrence Durrell nunca tan oportuna como en estos tiempos post-El C¨®digo Da Vinci.
El mayor sue?o de Berling es, por supuesto, su gran novela medieval nacida a la sombra m¨ªtica de Monts¨¦gur y la nube de cenizas de sus herejes, Los hijos del Grial, una obra tan desmesurada como el autor, llena de acci¨®n (duelos, emboscadas, traiciones), pero tambi¨¦n sembrada de vericuetos, disgresiones, intuiciones y teor¨ªas, sorprendentes teor¨ªas. Y tambi¨¦n de un fino humor.
Publicada en 1993, resulta asombroso contemplar c¨®mo Los hijos del Grial se adelant¨® a su tiempo y enunci¨® narrativamente y desarroll¨® una gran parte de esos temas esot¨¦ricos y "enigmas sagrados" que hoy est¨¢n tan de moda entre nosotros, de la descendencia de Cristo al tesoro de Rennes-le-Ch?teau, pasando por la Prieur¨¦ de Sion, la piedra filosofal, la c¨¢bala, los secretillos de la Iglesia, o la larga mano de los templarios.
La novela arranca pr¨¢cticamente la ¨²ltima noche de Monts¨¦gur, la v¨ªspera de la conquista del castillo, en la primavera de 1244, con los monta?eses vascos mercenarios del ej¨¦rcito cruzado antialbigense a punto de acometer la terrible ascensi¨®n a cuerpo limpio por el vertiginoso lado menos protegido de la fortaleza, tomando la barbacana. La historia la narra en primera persona el "recio y astuto" poverello -franciscano- Willem (o William) van Roebruk, un personaje real pero al que Berling ha insuflado (y nunca mejor dicho) muchas de sus propias caracter¨ªsticas, incluidas su car¨¢cter antiheroico, su iron¨ªa y su ruda ternura. Roebruk es un colega, vividor y obviamente menos avispado, de Guillermo de Baskerville, y, aunque Berling siempre lo ha negado, es perceptible una influencia de El nombre de la rosa en Los hijos del Grial (el c¨ªrculo se cerr¨® cuando Berling, cuya carrera ha estado vinculada largamente al cine y que ha hecho grandes secundarios y cameos en numeros¨ªsimas pel¨ªculas -desde Aguirre, la c¨®lera de Dios a Gangs de New York-, actu¨® en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de 1986 de la novela de Umberto Eco).
"Pe¨®n en el gigantesco tablero de ajedrez de los grandes de este mundo", fray William es inicialmente uno de los capellanes de la tropa cruzada del legado del Papa y el senescal de Carcasona, encomendados para tomar la fortaleza de los herejes. Pero pronto, merced al contacto con personajes como el templario Gavin o la parfaite c¨¢tara Roxalba de Cabaret (sic), alias La Loba, descubrir¨¢ que el mundo es mucho m¨¢s complicado de lo que ¨¦l pensaba y se ver¨¢ envuelto en la m¨¢s incre¨ªble conspiraci¨®n.
Esa conspiraci¨®n, el "gran proyecto" de crear una monarqu¨ªa universal, se centra por supuesto en los perseguidos "hijos del Grial", les enfants du mont, Ro? y Yeza, salvados in extremis de Monts¨¦gur y puestos al cuidado de nuestro monje. El ni?o y la ni?a son el verdadero Grial, los ¨²ltimos reto?os de una legendaria l¨ªnea din¨¢stica descendiente de Cristo a trav¨¦s de Mar¨ªa Magdalena, desembarcada en Provenza con la simiente del crucificado y ayudada a alumbrar por los druidas, nada menos. La idea es unir esa sangre con la de los descendientes de Mahoma, conservada por los chi¨ªes.
Parte de la familia del Grial ("sangre real") eran, se nos cuenta, los Trencavel de Carcasona, uno de ellos Parsifal... Y la cruzada antic¨¢tara fue en realidad una cruzada contra el Grial (en lo que Berling sigue, claro, a Otto Rahn, el inasible individuo que parece haber militado en la Abwehr y las SS...).
Inmenso fresco de la Edad Media que amenaza -tal es su extensi¨®n y su reparto- con cumplir el sue?o borgiano del mapa que, de tan detallista, ocupa el lugar del mundo, Los hijos del Grial nos lleva en un viaje alucinante de los castillos c¨¢taros a Marsella, a la Roma papal, a Otranto, y de all¨ª en galera a Constantinopla. Templarios, caballeros teut¨®nicos, dominicos, derviches, asesinos del Viejo de la Monta?a, bogomilos y hasta t¨¢rtaros (en el horizonte) trufan el inolvidable recorrido.
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