La cuarta espada del comunismo
El 'presidente Gonzalo', que estuvo a punto de ser fusilado tras su captura en 1992 y ahora es juzgado por miles de asesinatos, piensa que pasar¨¢ a la historia como h¨¦roe
Mientras el campo herv¨ªa en sangre, la vida de Abimael Guzm¨¢n en la clandestinidad era m¨¢s aburrida de lo que uno podr¨ªa esperar. Sol¨ªa cambiar de casa cuando se sent¨ªa perseguido, pero nunca sal¨ªa de un barrio residencial habitado por militares jubilados, en las inmediaciones del Ministerio de Defensa, donde a nadie se le habr¨ªa ocurrido buscarlo.
A la polic¨ªa ni se le ocurr¨ªa que Guzm¨¢n estaba vivo. Conforme la guerra avanzaba, el presidente Gonzalo se iba convirtiendo en un mito. Lo buscaban en la sierra o en los barrios populares que rodeaban la capital, y corr¨ªan rumores de que hab¨ªa muerto o fugado del pa¨ªs. En el campo circulaba la leyenda de que, cuando se ve¨ªa rodeado, Gonzalo se convert¨ªa en p¨¢jaro, en serpiente, en piedra. Hab¨ªa versiones de Gonzalo para todos los gustos.
La polic¨ªa peruana mim¨® a Guzm¨¢n para que hablara
El Consejo de Ministros rechaz¨® el decreto de su fusilamiento
Convencer al detenido sobre un acuerdo de paz llev¨® un a?o. El fundador de Sendero admiti¨® haber cometido "errores y excesos"
En la realidad, Guzm¨¢n viv¨ªa en un mundo m¨¢s peque?o del que todos imaginaban. Sol¨ªa acostarse y levantarse temprano. Por las noches beb¨ªa una copa y miraba la televisi¨®n. Le gustaba el f¨²tbol, pero lo que m¨¢s le interesaba eran las noticias. Era un obsesivo lector de peri¨®dicos, y subrayaba p¨¢rrafos enteros de todo lo que tuviera que ver con Sendero Luminoso y de las p¨¢ginas internacionales.
El resto del d¨ªa, lo dedicaba exclusivamente al trabajo. Escrib¨ªa o dictaba documentos, evaluaba informes, elaboraba minuciosamente campa?as detallando su preparaci¨®n, inicio, desarrollo, remate y complemento, y luego segu¨ªa su cumplimiento paso a paso, haciendo constar todo por escrito, para la Historia. Sus "obras completas" a¨²n se conservan en el museo de la Direcci¨®n Nacional contra el Terrorismo de Per¨²: treinta y nueve gruesos vol¨²menes en papel A4 a espacio simple.
Imitando a Mao Zedong
Un vistazo a esos documentos muestra c¨®mo el camarada Gonzalo va canonizando sus ideas en el partido. En 1982, los documentos las llaman "pensamiento gu¨ªa". En 1983, el camarada Gonzalo es ungido como el l¨ªder indiscutible de la a¨²n inexistente rep¨²blica popular, presidente del partido y presidente de la comisi¨®n militar. En 1984, por consecuencia l¨®gica, se consagra el "pensamiento gu¨ªa del presidente Gonzalo". En 1988, el congreso del partido establece el "pensamiento Gonzalo".
Para Carlos Tapia, de la Comisi¨®n de la Verdad, "Guzm¨¢n trataba de imitar el proceso hist¨®rico de Mao Zedong: primero pensamiento gu¨ªa, luego pensamiento Mao, el ¨²ltimo paso era llamarlo mao¨ªsmo, a la altura del marxismo y el leninismo. 'Ismo' significaba que las ideas no eran una interpretaci¨®n particular del comunismo, sino que ten¨ªan validez de leyes universales. Guzm¨¢n sigui¨® ese proceso esperando crear el 'gonzalismo', y consagrarse como la cuarta espada del comunismo mundial". Las otras tres ser¨ªan el mao¨ªsmo, el marxismo y el leninismo.
En sus entrevistas con la Comisi¨®n de la Verdad, Guzm¨¢n dice que a ¨¦l nunca se le ocurri¨® eso de la cuarta espada. Pero sus camaradas no est¨¢n de acuerdo. El culto a la personalidad de Guzm¨¢n es patente en los cuadros pintados por los senderistas presos durante los ochenta. El presidente Gonzalo suele aparecer dirigiendo a sus huestes, a menudo desde el centro de un sol rojo que ilumina a los combatientes en lo alto del lienzo.
El l¨ªder que retratan es delgado y juvenil pero serio e intelectual. Su imagen no es la de un guerrillero sino la de un profesor. Lleva chaqueta y camisa, pero nunca corbata. Nunca empu?a un arma. Siempre lleva un libro, y a veces una bandera con la hoz y el martillo. En otras pinturas, los guerrilleros adoctrinan a los campesinos con un fusil en una mano y un libro en la otra. El t¨ªtulo del libro es Pensamiento Gonzalo.
Entre las obras de arte senderistas, resaltan sus retablos, representaciones tradicionales de la vida en el campo hechas con mu?equitos de madera. S¨®lo que, en vez de campesinos cultivando, los senderistas ponen voladuras de torres de alta tensi¨®n. En vez de fiestas populares, comit¨¦s populares. En vez de la Semana Santa, la I Escuela Militar. En uno de esos retablos, el Presidente Gonzalo aparece en el cielo, m¨¢s all¨¢ del campo de batalla, como un ¨¢ngel que desciende sobre sus guerreros.
No son exageraciones de subordinados. El propio Presidente Gonzalo habla de s¨ª mismo en tercera persona y en los siguientes t¨¦rminos: "La revoluci¨®n genera jefes y un jefe que deviene hasta s¨ªmbolo de una revoluci¨®n o de la revoluci¨®n mundial... por ejemplo, los prisioneros de guerra en la Guerra Civil espa?ola reforzaban su optimismo viendo una imagen de Lenin... Y en nuestro Partido
se ha concretado en el Presidente Gonzalo".
Frente a Vladimiro Montesinos
La concentraci¨®n de poder en su l¨ªder tambi¨¦n era la mayor debilidad de Sendero Luminoso: todo llevaba a ¨¦l en ¨²ltima instancia. Sospechando eso, el mayor Benedicto Jim¨¦nez, de la Direcci¨®n Nacional contra el Terrorismo, inici¨® una estrategia de seguimiento a los cuadros senderistas. A veces segu¨ªan a 50 al mismo tiempo, que se iban cruzando con otros. As¨ª, en 1992, lleg¨® a una casa en el 459 de la calle 1, urbanizaci¨®n Los Sauces, donde se supon¨ªa que viv¨ªa s¨®lo una pareja de j¨®venes.
Al principio, Jim¨¦nez no ten¨ªa muchas esperanzas en esa casa. De hecho, estuvo a punto de retirar la vigilancia. Pero su inter¨¦s renaci¨®, curiosamente, al fijarse en su basura. De esa casa sal¨ªan demasiadas bolsas de basura para s¨®lo dos personas. La polic¨ªa empez¨® a recoger y analizar minuciosamente todos los desperdicios de la casa. Encontraron paquetes de cigarrillos Winston, la marca que fumaba Guzm¨¢n. Y frascos de medicamentos para la piel. Y demasiados pelos de demasiadas personas.
El 12 de setiembre, la polic¨ªa decidi¨® entrar. Pidieron refuerzos. Dos destacamentos armados se apostar¨ªan en las esquinas y una pareja de oficiales con los nombres clave de Gaviota y Ardilla fingir¨ªan ser una pareja besuque¨¢ndose en la calle. Estaban nerviosos. Por la tarde, un auto desconocido aparc¨® frente a la casa de Los Sauces. Bajaron un hombre y una mujer. En espera de que saliesen, la falsa pareja de agentes se acerc¨® a la entrada. Ellos dar¨ªan la se?al a los dem¨¢s.
Era de noche cuando la puerta se volvi¨® a abrir. La pareja sal¨ªa a despedir a las visitas. Hablaban con tranquilidad. La chica ten¨ªa acento de clase alta. Re¨ªan. S¨²bitamente, Gaviota y Ardilla golpearon la puerta hacia adentro y cargaron con rev¨®lveres en la mano. Tras ellos, los destacamentos entraron en dos columnas y rodearon la casa. Gaviota y Ardilla, acompa?ados por un mayor, llegaron a las escaleras. Arriba se cerr¨® una puerta corrediza. La rompieron. Entraron apuntando las armas hacia delante.
M¨¢s all¨¢, en la ¨²ltima habitaci¨®n, un hombre gordo y barbudo los esperaba sentado en medio de una biblioteca, frente al televisor. ?l estaba tranquilo, pero una mujer se abalanz¨® sobre ellos con una banderita roja en la mano. "?No lo toquen!", grit¨®.
Tardaron en convencerse de que era quien cre¨ªan. Cuando lo hicieron, no cab¨ªan en s¨ª. Guzm¨¢n se mantuvo en silencio mientras los dem¨¢s lo rodeaban. Nadie en la casa ten¨ªa armas.
En el v¨ªdeo policial del arresto, Guzm¨¢n a¨²n est¨¢ sentado en su sill¨®n. Elena Iparraguirre, camarada Miriam, est¨¢ m¨¢s tranquila, pero sigue alerta y se ocupa de que Guzm¨¢n est¨¦ c¨®modo y, sobre todo, de que nadie lo toque. El jefe de la Direcci¨®n Nacional contra el Terrorismo, Antonio Ket¨ªn Vidal, trata a su prisionero con respeto:
-A veces en la vida se gana y otras se pierde -le dice-. A usted le ha tocado perder.
S¨®lo ahora, cuando siente que estaba ante un jefe a su altura, Guzm¨¢n habla:
-Esto es s¨®lo una batalla. Los hombres desaparecen, las ideas quedan.
La camarada Miriam no se lo tom¨® con tanta filosof¨ªa. Cuando lleg¨® el fiscal, le pregunt¨®:
-?Usted de d¨®nde es?
-De Iquitos -respondi¨® ¨¦l.
-El partido est¨¢ ah¨ª desde hace a?os.
El fiscal tuvo que salir de la habitaci¨®n y preguntar, aterrado, si eso era verdad. Los polic¨ªas le dijeron que no.
Guzm¨¢n fue encerrado en los calabozos de la DINCOTE, la seguridad del Estado. Para su sorpresa, lo trataron bien. Seg¨²n un oficial, "lo quer¨ªamos de buen humor para que nos contase todo lo que supiese. A veces ped¨ªa vino, a veces ped¨ªa Vivaldi. Se lo d¨¢bamos. La verdad, aparte de eso, era una persona muy humilde y nada agresiva. La otra, la Iparraguirre, esa s¨ª que daba miedo. Si hab¨ªa que interrogarlos a los dos, yo no le despegaba el ojo a ella". El entonces mayor y hoy coronel Jim¨¦nez hab¨ªa planeado incluso el sistema de interrogatorios: "Guzm¨¢n es un profesor, le gusta sentirse profesor. Para muchos interrogatorios, usamos a dos subtenientes. Como eran j¨®venes, Guzm¨¢n se sent¨ªa como si estuviese dictando c¨¢tedra y hablaba con soltura".
Humillado en una jaula
La relaci¨®n entre Guzm¨¢n y las autoridades se desarroll¨® en estos amables t¨¦rminos durante un par de semanas. Hasta el 24 de setiembre, el d¨ªa de su presentaci¨®n p¨²blica, en el patio de la DINCOTE. Fue manipulada por el servicio de Inteligencia, dirigido por Vladimiro Montesinos, para convertirla en un operativo psicosocial de humillaci¨®n p¨²blica. Guzm¨¢n fue expuesto con el traje a rayas de los presos de caricatura y encerrado en una jaula, como una fiera. Un agente de Inteligencia cuenta que "al principio pensamos raparlo y afeitarlo antes de la presentaci¨®n. Pero su infecci¨®n cut¨¢nea le produce manchas, y tem¨ªamos producir la imagen de que lo hab¨ªamos golpeado o maltratado".
Desde que se abri¨® el tel¨®n que cubr¨ªa la jaula, los periodistas y algunos agentes camuflados empezaron a provocarlo con pifias y silbidos. "?Asesino! ?Te gusta tu uniforme?". Guzm¨¢n escuchaba con las manos en la espalda, sobrevolado por helic¨®pteros. Afuera, el edificio estaba rodeado de tanquetas y carros de combate.
Al principio, Guzm¨¢n guard¨® la compostura. Se le ve¨ªa hasta sonriente. Pero la provocaci¨®n fue haciendo efecto. Empez¨® a dar vueltas por la jaula, como un le¨®n enjaulado. Tras unos minutos, inici¨® una arenga:
"?Combatientes del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional! ?Camaradas!... Algunos piensan en la gran derrota. Hoy les decimos que es simplemente un recodo en el camino ?Nada m¨¢s!". Dio instrucciones a sus combatientes e hizo una r¨¢pida lectura de la historia peruana. A¨²n ten¨ªa el pu?o levantado cuando cerraron la cortina de la jaula. Dos d¨ªas despu¨¦s, de madrugada, una unidad de la Fuerza de Operativos Especiales con uniforme de combate lo sac¨® de la prisi¨®n, le puso una capucha y lo subi¨® a una lancha. Durante el traslado, Guzm¨¢n escuch¨® s¨®lo el sonido del mar y el sonido de las botas militares. Nadie le dirigi¨® la palabra.
La lancha se detuvo en la isla de San Lorenzo, en una antigua c¨¢rcel clausurada. Bajaron a Guzm¨¢n y le quitaron la capucha. Frente al preso hinchado y asustado, estaba el director de Inteligencia naval, Am¨¦rico Ib¨¢rcena. Sus hombres tambi¨¦n vest¨ªan uniforme de combate. Ahora, Ib¨¢rcena est¨¢ preso por sus v¨ªnculos con Vladimiro Montesinos. Pero un oficial que presenci¨® la escena recuerda: "En realidad, la primera idea de Montesinos fue fusilarlo. La Constituci¨®n no contemplaba la pena de muerte, pero est¨¢bamos en estado de excepci¨®n y la decisi¨®n habr¨ªa sido bien recibida por el pa¨ªs. El decreto que ordenaba su ejecuci¨®n se lleg¨® a redactar y el pelot¨®n de fusilamiento fue seleccionado, pero el consejo de ministros se neg¨® a firmar la orden. Si lo hubiera hecho, Guzm¨¢n habr¨ªa muerto esa noche, en San Lorenzo".
Guzm¨¢n acept¨® todos los cargos
No muri¨®. Lo encerraron en una celda muy peque?a de la que no sal¨ªa en todo el d¨ªa. 2.000 soldados con armas autom¨¢ticas y un submarino custodiaban la isla, y para llegar a la celda hab¨ªa que abrir 20 candados, cada uno en manos de un oficial distinto. En el desayuno, almuerzo y cena, entraban los agentes a interrogarlo. "Guzm¨¢n se aburr¨ªa tanto que nos recib¨ªa ansioso por hablar", recuerda uno de ellos.
Durante los siguientes d¨ªas, de acuerdo con el c¨®digo militar, el Estado le abri¨® un proceso sumario. Guzm¨¢n compareci¨® en una jaula con el traje a rayas, las manos en la espalda y la mirada altiva. Tanto los jueces militares como los fiscales y la guardia de seguridad estaban encapuchados y ninguno firma las actas con su nombre. El abogado de Guzm¨¢n s¨®lo pudo ver a su cliente y el expediente de m¨¢s de 1.000 p¨¢ginas 10 minutos antes de la sesi¨®n. Guzm¨¢n acept¨® todos los cargos y asumi¨® la responsabilidad por sus subalternos. Fue condenado a cadena perpetua.
Un a?o despu¨¦s, ante la sorpresa general, Abimael Guzm¨¢n apareci¨® en televisi¨®n, sereno y sin traje a rayas, m¨¢s bien con un uniforme de presidiario con aire militar. Junto a ¨¦l, Elena Iparraguirre. Los dos piden al pa¨ªs iniciar conversaciones para un acuerdo de paz.
Una fuente de Inteligencia asegura que el acuerdo de paz fue concebido en el despacho de su jefe, Vladimiro Montesinos, y que convencer a Guzm¨¢n cost¨® un a?o de conversaciones ellos dos: "Montesinos siempre se present¨® ante Guzm¨¢n como el bueno, en contraste con el presidente y los militares que, seg¨²n le dec¨ªa, quer¨ªan asesinarlo. ?l quer¨ªa que Guzm¨¢n propusiese p¨²blicamente un acuerdo de paz. As¨ª dividir¨ªa a Sendero y aislar¨ªa a las columnas que a¨²n combat¨ªan. Hay que reconocer que fue brillante".
Durante las conversaciones, Montesinos defend¨ªa la tesis de que, sin Guzm¨¢n, Sendero no era nada. Y trataba de convencerlo de que s¨®lo si entraba en una nueva fase de acuerdos pol¨ªticos mantendr¨ªa el liderazgo. As¨ª, a¨²n perdida la guerra, se salvar¨ªa el partido gracias a ¨¦l.
Tambi¨¦n le hizo sentir que era su amigo. Aparec¨ªa siempre con la noticia de que "sus superiores" autorizaban a Guzm¨¢n a pasar la noche con Elena, a comer alg¨²n plato especial o a celebrar su cumplea?os con tarta y vino, que ¨¦l prove¨ªa personalmente, al igual que los libros y discos. A veces incluso le llevaba a Osm¨¢n Morote o a otros dirigentes para que conversasen. Evidentemente, todas las reuniones de Abimael Guzm¨¢n con sus camaradas eran filmadas, incluso los encuentros ¨ªntimos con Elena.
El fin del luminoso sendero
Durante los siguientes ocho a?os, hasta despu¨¦s de la ca¨ªda del r¨¦gimen de Fujimori, Guzm¨¢n no recibi¨® m¨¢s visitas que las de Cruz Roja. S¨®lo con el regreso de la democracia, la situaci¨®n de la base naval se normaliz¨® un poco: a Guzm¨¢n se le permiti¨® tener un abogado y recibir visitas de autoridades penitenciarias.
En 2002, se form¨® una comisi¨®n de la verdad para investigar las acciones de ambas partes en la guerra interna. Parte de la comisi¨®n sostuvo una veintena de entrevistas con Guzm¨¢n. El comisionado Iv¨¢n Hinojosa le pregunt¨® una vez si admit¨ªa fallos y brutalidades en la actuaci¨®n de Sendero Luminoso:
"Guzm¨¢n acept¨® que Sendero hab¨ªa cometido errores y excesos. Un error fue el atentado de Tarata: el coche bomba estaba dirigido a una avenida abierta, donde habr¨ªa causado menos da?o. Pero se estrope¨® dos calles antes, y lo tuvieron que abandonar en una calle muy estrecha. Resultado: m¨¢s de veinte muertos. Error." "En cambio, un exceso fue dinamitar el cad¨¢ver de la l¨ªder de izquierda Mar¨ªa Elena Moyano. Seg¨²n ellos, hab¨ªa que matarla por delatora. Pero volarla en pedazos era una barbaridad innecesaria. Guzm¨¢n dijo, 'hay que respetar a los muertos. Eso nos han ense?ado".
Lo ¨²ltimo que se sabe es que Guzm¨¢n ha solicitado formalmente casarse con la Camarada Miriam. Los presos casados tienen derecho a verse una vez por semana. Pero este caso es especialmente inc¨®modo. Un militar se pregunta: "?A cu¨¢l de los dos vamos a pasear una vez por semana a trav¨¦s de toda la ciudad? En la pr¨¢ctica, si se acata esa norma, habr¨¢ que reunirlos de nuevo por razones de seguridad".
Guzm¨¢n realiza huelgas de hambre cada vez que quiere exigir mejoras en las condiciones de su encierro. No hay registro de cu¨¢ntas hizo durante los noventa, pero desde entonces lleva una al a?o. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ espera de la vida aparte de eso. El jefe del Instituto Nacional Penitenciario, Wilfredo Pedraza, le pregunt¨® una vez c¨®mo se ve en un futuro: "Guzm¨¢n me dijo que esperaba estar en un escritorio, leyendo y escribiendo. Dijo que quer¨ªa darle herramientas al pueblo para defenderse de la globalizaci¨®n. ?l se considera un intelectual. Cree que pasar¨¢ a la historia, y que ser¨¢ recordado como un h¨¦roe".
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