Partidismo
El proyecto del estatuto catal¨¢n ha levantado una polvareda tal fuera de Catalu?a que el asunto ha tenido incluso reflejo en las encuestas de intenci¨®n de voto aireadas durante el pasado fin de semana por algunos medios de comunicaci¨®n, entre ellos ¨¦ste.
Las declaraciones realizadas por los actores pol¨ªticos y sociales a prop¨®sito del alcance del proyecto se re¨²nen en tres apartados: El de la prudencia, el de la contundencia y el de la ambig¨¹edad. En el primero, est¨¢n las del PSC y buena parte del PSOE; en el segundo, las del PP, ERC y parte del PSOE; y, en el tercero, quienes responden a las preguntas directas sobre la hipot¨¦tica inconstitucionalidad del texto con otros tantos interrogantes, es decir, sobre todo, CiU.
Que el partido del Gobierno y sus principales l¨ªderes apunten a la prudencia, al di¨¢logo, al estudio sosegado de la propuesta y, en todo caso, a la advertencia de que el l¨ªmite de la reforma lo marca el actual texto constitucional, no deja de ser un obligado colof¨®n a la ya lejana declaraci¨®n del presidente Zapatero que aseguraba que har¨ªa suyo el texto que aprobase el Parlamento de Catalu?a, porque es bastante evidente que lo dicho jam¨¢s pudo comprender aquellos aspectos que resultaran di¨¢fanamente inconstitucionales, y, por ello, dif¨ªcilmente puede acus¨¢rsele ahora de voluntad de incumplimiento cuando, en ¨²ltima instancia, si se mantuviesen aspectos inconstitucionales en el texto no faltar¨ªa quien recurriese al TC para que se pronuncie.
Por ello, la estridente acusaci¨®n del PP hacia el Gobierno y el PSOE de que es el presidente quien alienta el alcance de la reforma se cae por su peso, pues, ni el Gobierno pod¨ªa sospechar que el estatuto catal¨¢n que se propone al legislativo vendr¨ªa acompa?ado del estruendo organizado fundamentalmente por el PP, ni, desde luego, la posici¨®n del partido gubernamental va a forjarse a base de palos ante la opini¨®n p¨²blica. M¨¢s bien parece que el principal partido de la oposici¨®n extrema sus acusaciones de complicidad para a?adir a su pol¨ªtica de oposici¨®n argumentos dirigidos tambi¨¦n a buena parte del electorado socialista. En ese sentido, el impacto de las hipot¨¦ticas responsabilidades del presidente Zapatero en la pretendida audacia del texto catal¨¢n, est¨¢ haciendo mella en la opini¨®n p¨²blica, y, adem¨¢s, viene acompa?ado de la explotaci¨®n ad nauseam de las declaraciones de ciertos l¨ªderes socialistas cuyas posiciones en materia de naci¨®n espa?ola, soberan¨ªa, lealtad constitucional, etc., etc., no distan ni un ¨¢pice de las correspondientes -y ¨¦stas s¨ª, m¨¢s un¨¢nimes- al PP.
Mientras tanto, y en las filas de los aut¨¦nticos inspiradores de aquellos asuntos que despiertan mayor reticencia en el debate -CiU y ERC-, unos enfatizan sobre el grado de cumplimiento de las promesas por parte del presidente Zapatero (CiU), y otros advierten de que la voz del Parlament es la de Catalunya, y que un portazo al texto ser¨ªa un portazo a Catalu?a.
Si ERC defiende el texto porque cumple una parte no desde?able de su programa m¨¢ximo, CiU parece jugar m¨¢s a obtener r¨¦ditos pol¨ªticos (conflicto entre el PSC y el PSOE + defecci¨®n de ERC + ruptura del tripartito + convocatoria adelantada de elecciones en Catalu?a + ...) que a apuntalar, por fin, un estatuto adecuado a los tiempos que corren.
En el tiempo pol¨ªtico que se abre con la propuesta catalana, parece que priman m¨¢s las estrategias partidistas que el necesario pacto de Estado que puede dar nuevos br¨ªos a la vida en com¨²n de catalanes y espa?oles.
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