Proceda, Morales
En cuanto m¨¦s que un club, el Bar?a es una entidad singular y excepcional, y tambi¨¦n ruidosa y cainita desde el punto de vista convencional, hasta el extremo de que cada decisi¨®n se procesa como si fuera la ¨²ltima, sin reparar en su importancia. No se entender¨ªa si no que la posible pertenencia de uno de sus directivos (Alejandro Echevarr¨ªa) a la Fundaci¨®n Francisco Franco se haya convertido a simple vista en la prueba del algod¨®n para encausar a la junta nacionalista que dirige la instituci¨®n catalana con unos n¨²meros excelentes. A la directiva la revienta que su acci¨®n de gobierno se someta a un juicio sumar¨ªsimo s¨®lo por una cuesti¨®n personal de uno de sus miembros: para su suerte, desde la salida de Joan Gaspart hasta la llegada de Joan Laporta, el Barcelona ha dejado de ser un equipo perdedor y el club genera hoy tantos ingresos como deudas acumulaba en el a?o 2003.
Ocurre, sin embargo, que el ¨¦xito de la marca Bar?a, que tan bien sabe vender el vicepresidente Ferran Soriano, ha supuesto a veces un problema para la carta de naturaleza del club. Al consejo le cuesta tanto someterse a cualquier control que a veces da la sensaci¨®n de que le sobran los socios o, cuando menos, lo importunan. La transformaci¨®n de la entidad ha ido a una velocidad superior a la capacidad de muchos cul¨¦s para asimilarla. Le cuesta a la directiva explicarse porque entiende que su actuaci¨®n es tan impecable que no merece r¨¦plica, y mucho menos por parte de quienes ahora les apuntan.
Laporta se sulfura ante las preguntas de Anton Parera y Josep Maria Minguella, y las denuncias de Luis del Val, barcelonistas que supon¨ªa v¨ªctimas de un pasado que les inhabilitaba para el presente y para el futuro, y por el contrario se siente legitimado porque quienes difunden su doctrina son referentes de los sectores m¨¢s distinguidos de la sociedad civil del pa¨ªs.
Puesto que no hay manera de dar con el punto intermedio, sucede que cada afirmaci¨®n de Laporta tiene una parte de verdad y otra de mentira, y ambas resultan tan consistentes que son igualmente f¨¢ciles de defender y de atacar. As¨ª ha funcionado siempre. Ya pas¨® con Beckham, cuando el Manchester aval¨® su traspaso al Bar?a mientras el jugador firmaba por el Madrid. Y con la venta de un tercio de los terrenos de Can Rigalt. Y con la elecci¨®n de Villar. Y con los contratos de jugadores como Ronaldinho. Y con la nacionalizaci¨®n de Messi. Y con el traspaso de Saviola. Y con la convocatoria de elecciones para 2006 o 2007. Y con las cuentas de Gaspart. Y con el patrocinio de la camiseta. Y ahora con el caso Echevarr¨ªa, en el que el directivo ha encontrado una coartada en un papel de la Fundaci¨®n Francisco Franco -firmado por el vicepresidente Morales- para combatir un dossier del Ministerio de Cultura.
La historia se ha repetido tantas veces que la gente no se pregunta por lo que pasa, sino por lo que dice o ha dicho Laporta. El presidente es hoy m¨¢s vulnerable y menos cre¨ªble por su culpa, y har¨ªa bien en preguntarse por qu¨¦ no sabe capitalizar el ¨¦xito antes que interesarse por una conspiraci¨®n. Quiz¨¢ se duda de su palabra, o por lo menos no siempre dice la verdad. Haber reflotado al club no le da derecho a hacer lo que le d¨¦ la gana. En el Bar?a no vale el "proceda, Morales" de otros tiempos.
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