Ciudadan¨ªa laboral
En t¨¦rminos sint¨¦ticos se podr¨ªa resumir esta reflexi¨®n en la exigencia de un cambio de rumbo en las relaciones laborales que supongan, simple y sencillamente, "trabajar con derechos". Es la hora, tambi¨¦n, de la ciudadan¨ªa laboral. Es la hora de que el derecho a trabajar no se convierta necesariamente en la obligaci¨®n de trabajar sin derechos.
Introduzco en mi reflexi¨®n la conclusi¨®n final de un largo articulo del soci¨®logo Alonso Benito en el libro Transformaciones Laborales en Espa?a. "Dados los peligros contempor¨¢neos tanto de desintegraci¨®n y fragmentaci¨®n de las identidades sociales, como de corrosi¨®n y disoluci¨®n de los v¨ªnculos cooperativos, parece necesario restaurar la solidaridad y la seguridad p¨²blica en el ¨¢mbito de las pol¨ªticas democr¨¢ticas, y en este sentido la contribuci¨®n del mundo del trabajo resulta imprescindible. Reconstruir y regenerar los derechos sociales del trabajo, impulsar su estudio y mejora de sus condiciones, revalorizarlo e incentivarlo en su dimensi¨®n colectiva y civilizatoria es volver a impulsar los valores de la ciudadan¨ªa -y no s¨®lo los del consumo privado o la inversi¨®n tecnol¨®gica- hacia un desarrollo activo, evitando as¨ª el peligro de regresi¨®n al que estamos permanentemente expuestos". "Esto significa", sigue diciendo Alonso Benito, "plantear un proyecto de sostenibilidad social de los modelos occidentales de empleo, donde lo cuantitativo sea siempre regulado por lo cualitativo, pudi¨¦ndose derivar del mundo del trabajo proyectos personales y comunitarios donde quepa la seguridad y el bienestar ciudadano".
Reducir la elevada tasa de temporalidad laboral existente en nuestro pa¨ªs deber¨ªa tener contrapartidas, ya que es un bien en s¨ª mismo
Nuestro desgraciado mercado de trabajo se caracteriza por una baja tasa de ocupaci¨®n, un elevado desempleo y una insoportable precariedad
Bajando a nuestra realidad, se puede comprobar que nuestro desgraciado y desvertebrado mercado de trabajo se caracteriza por una baja tasa de ocupaci¨®n y un elevado desempleo, una insoportable precariedad y un elevado porcentaje de trabajos con baja remuneraci¨®n. Son demasiados los ciudadanos instalados en "la precariedad de la subsistencia". Los soci¨®logos hablan del empleo en colores. El negro representa a los que trabajan en la econom¨ªa sumergida. El gris se refiere a un conjunto de colectivos que va desde los falsos aut¨®nomos a todo el mercado irregular, compuesto principalmente por inmigrantes. El rosa lo componen en su mayor¨ªa las mujeres que tiene que elegir no voluntariamente trabajos a tiempo parcial. Por ¨²ltimo, el blanco est¨¢n los trabajos bien pagados y considerados, bien protegidos y fidelizados. Parece que esto ¨²ltimo se convierte en la excepci¨®n y no en la regla.
Esta es la profunda fragmentaci¨®n que el llamado modelo fordista neoliberal hace que nuestra sociedad sea cada vez m¨¢s dual, m¨¢s segmentada, m¨¢s centr¨ªfuga, menos incluyente provocando que un amplio sector social vea reducidas o estancadas su expectativas de una vida decente.
?C¨®mo hemos llegado a esto? ?Es posible un cambio de rumbo? Me hago estas preguntas en pleno proceso de di¨¢logo social, calific¨¢ndolo como una nueva oportunidad para corregir los desgraciados efectos de las desregulaciones generalizadas de los mercados de trabajo, la flexibilizaci¨®n y remercantilizaci¨®n de todos los espacios sociales, los efectos disciplinarios del modelo de "mercado total y exigencias totales en la gesti¨®n de la fuerza del trabajo", la b¨²squeda exclusiva de superbeneficios de acuerdo con los grandes grupos financieros, el auge exclusivo de las pol¨ªticas de oferta, la prioridad de la pol¨ªticas econ¨®micas en el control de la inflaci¨®n y el olvido pr¨¢ctico de las pol¨ªticas de empleo, la escasez de transferencias p¨²blicas y el debilitamiento creciente de la protecci¨®n social.
Sin duda alguna, a estas alturas de la pel¨ªcula, parece que hay consenso pol¨ªtico, econ¨®mico y social en abandonar aquel principio de que "m¨¢s vale un empleo precario que ninguno" . La explosi¨®n de la precariedad es tambi¨¦n una desgracia econ¨®mica. M¨¢s temporalidad y m¨¢s precariedad no crean empleo, lo que s¨ª hacen es facilitar el ajuste del empleo a los diferentes ciclos econ¨®micos. Lo que no resuelven son los efectos perversos no s¨®lo en la situaci¨®n de los trabajadores y en sus recortes de derechos, sino en la competitividad de las empresas y en la cohesi¨®n social.
Esto ¨²ltimo tambi¨¦n es muy importante por afectar al modelo de sociedad, ya que se est¨¢ debilitando el papel del Estado de bienestar, al reducirse las pol¨ªticas p¨²blicas y su papel institucional en garantizar la ciudadan¨ªa laboral y los derechos econ¨®micos y sociales de una gran parte de la ciudadan¨ªa. Lo m¨¢s triste es que, bajo el eslogan de la flexibilidad, caemos en un individualismo que traspasa casi de manera absoluta la responsabilidad del desempleo o de los malos empleos al ciudadano que no ha sabido encontrar un puesto de trabajo.
A estas alturas de la pel¨ªcula tambi¨¦n parece que hay un consenso generalizado en que los problemas de mercado de trabajo no est¨¢n en las normativas laborales, sino en la debilidad de nuestro tejido productivo. En un modelo de competencia que se basa m¨¢s en contratos temporales y precarios y utilizaci¨®n de la contrataci¨®n de mano de obra barata, que en una apuesta permanente por una modernizaci¨®n del aparato productivo, la inversi¨®n en capital humano y f¨ªsico y la mejora de la calidad en el empleo. Esto es a fin de cuentas lo que crea un tejido industrial s¨®lido y estable que hace que nuestro crecimiento en la econom¨ªa no sea tan desequilibrado. Y en esta misma l¨ªnea es preciso hablar m¨¢s de entrada y permanencia en el mercado de trabajo y no de salida, ya que intentar facilitar y abaratar el despido es apostar por la precarizaci¨®n de la estabilidad.
Combatir la elevada tasa de temporalidad no debe tener contrapartidas, ya que es un bien en s¨ª mismo. Aqu¨ª tambi¨¦n hay que romper t¨®picos excesivamente interiorizados por los poderes econ¨®micos y pol¨ªticos. Los datos facilitados por el Banco Mundial (BM) y la organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollos Econ¨®mico (OCDE) despejan el falso mito de que en Espa?a hay temporalidad por lo altos costes del despido de los trabajadores fijos. El Banco Mundial constata que Espa?a ocupa el puesto 27, de un total de 83 pa¨ªses, en cuanto a niveles de protecci¨®n al empleo fijo. En la misma linea, la OCDE confirma que nuestro pa¨ªs ocupa el lugar 17 de un total de 28 pa¨ªses analizados, pero afirma que es el que m¨¢s ha reducido los costes del despido desde 1988, hecho que no ha incidido en la reducci¨®n de la temporalidad. Si la causa de la elevada tasa de temporalidad solamente obedeciera al tan manido coste del despido, Espa?a tendr¨ªa una tasa de temporalidad del 11,5%, por debajo de la media europea y tres veces inferior a la actual.
La Comisi¨®n de Expertos para el Dialogo Social afirma que "es conocido que, a largo plazo, el crecimiento de la productividad es la ¨²nica fuente de crecimiento del nivel de vida y dicha productividad depende de las disponibilidad del capital f¨ªsico y humano y del progreso tecnol¨®gico". En plena fiebre de reformas laborales, la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos declaraba con bastante rotundidad que "toda la flexibilidad y todas las desreglamentaciones del mundo no podr¨¢n, por s¨ª solas, conseguir nuestros objetivos en materia de empleo".
Un deseo ut¨®pico es, sin duda, el que apuntaba acertada y con una fuerte dosis de iron¨ªa y sarcasmo una vi?eta de El Roto: "Queremos fijar las condiciones laborales de los que fijan las nuestras". Tal vez as¨ª desaparecer¨ªan los adictos empleadores de la precariedad, privados y p¨²blicos, responsables principales de las carencias de nuestro tejido productivo.
Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Econ¨®mico y Social (CES) vasco.
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