Confesi¨®n del cautivo
Con las 789 p¨¢ginas le¨ªdas y en el filo de los cuarenta a?os me paro a considerar mi estado y se me nubla la vista: sumo y sumo y no s¨¦ calcular las p¨¢ginas le¨ªdas y las horas invertidas de esos cuarenta a?os en los tomos, los 13 tomos, de un diario que se titula Sal¨®n de pasos perdidos y es novela en marcha, y es novela y es diario, y ambas cosas es de tal modo que atrae y amolda cuanto desea. O quiz¨¢ no haya ¨®pera, aunque algo sobre ¨®pera salga, o quiz¨¢ tampoco tratadismo filos¨®fico, aunque alguna conversaci¨®n densa de M (Miriam) se cruce en el camino del narrador, y en plena carretera nocturna, e incluso puede que haya algo de tratado de zoolog¨ªa y bot¨¢nica, y otro poco de tratado de costumbres, buenas y malas, y de decoraci¨®n y artes manuales, y de urbanismo y contratas y de qu¨¦ no llegar¨¢ a haber en ese tomo, en esos tomos, donde no hay siempre lo mismo y sin embargo uno los busca como debieron buscar los lectores las novelas de las series contempor¨¢neas de Balzac o de Gald¨®s (?o las entregas de los folletinistas hasta ayer mismo!), como si necesit¨¢semos retomar el viaje y reanudar las historias interrumpidas o abandonadas y saber qu¨¦ pas¨® despu¨¦s de un famoso viaje a Toledo con el poeta y acad¨¦mico Gimferrer, que ha seguido propiciando la inquina entre uno y otro, al lado de la noticia cierta de la alegr¨ªa de dos enamorados, vecinos del autor, los dos escritores y ambos felices padres, poco antes o despu¨¦s de registrar intermitentemente la querencia de la compa?¨ªa de un exiliado ¨ªntegro y pintor, Ram¨®n Gaya, para ratificar enseguida la aspereza hirsuta que despierta en el narrador la abstracci¨®n contempor¨¢nea, informalista, a pesar de la lealtad que se guardan el Rastro, Juan Manuel Bonet y el propio A (que es como sale en estos diarios el narrador), y extra?arse un poco despu¨¦s de que Claudio Rodr¨ªguez le parezca tan bien, bendito de mano artesana y fulgor humano, tan lejos de la repetida, justa, r¨ªgida violencia que suscitan estas y aquellas declaraciones de Jos¨¦ ?ngel Valente, con sus ribetes m¨ªstico-censorios y a veces sectarios y lo mismo o casi lo mismo pasa con las p¨¢ginas que crucifica de Javier Mar¨ªas, con una gracia de ni?o consentido y aprovechado en el comentario sarc¨¢stico de un art¨ªculo de aquel nada insensato (lo mismo que exprime con exageraci¨®n un adjetivo de Vargas Llosa como juego de sal¨®n ret¨®rico, o concesi¨®n a las propias aversiones), y en todo caso y siempre por delante de todos Cervantes, en este tomo algo a trasmano, y sobre todo Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, sus verdades secas y sus resentimientos largos. ?De verdad no he de saber emplear mejor el tiempo que leyendo estas cosas en lugar de aplicarme a terminar la lista interminable de tantos cl¨¢sicos ya no interrumpidos sino nunca ni siquiera empezados?
EL JARD?N DE LA P?LVORA
Andr¨¦s Trapiello
Pre-Textos. Madrid, 2005
789 p¨¢ginas. 35 euros
El anzuelo entr¨® hace ya mucho tiempo, cuando supe saber que estos libros saltaban del dato registral a la literatura libre y valiente, burlona, divertida, sonriente y tambi¨¦n intolerante y cerrada, agria de golpe y siempre rutinaria, burguesamente rutinaria, diab¨®licamente rebelde ante lo conforme, plano y apresurado. Vence en estos diarios el observador minucioso, locuaz y pulcro, sensible e impune, y ¨¦se es siempre el territorio de la literatura tanto si lleva enredo novelesco como si no, y esta vez alguno hay porque ?qui¨¦n escribi¨® esas p¨¢ginas de A?o Nuevo que el autor encontr¨® en su libreta de hule negro y cuya letra se parece verdaderamente mucho a la suya, pero no es la suya?
Y es que ese salto lo hab¨ªa
dado el escritor con el hallazgo madurado y progresivo de una novela propia, con detalles de aut¨¦ntico maestro de la fabulaci¨®n veros¨ªmilmente real y la cr¨®nica incre¨ªblemente ver¨ªdica, de la escena tensa, del relato intrigante y suspendido, de la vi?eta col¨¦rica o piadosa, del pasmo ante el jilguero o el ruise?or fuera de temporada, del buen humor, la fingida humildad y la exageraci¨®n benigna como los gl¨®bulos rojos con mejor circulaci¨®n sangu¨ªnea de estos libros, la m¨¢s exacta m¨²sica de un mont¨®n de p¨¢ginas que ni consuelan de la vida, ni alivian de los males propios, ni redimen de los pecados, ni ense?an a ir por el mundo pero activan y oxigenan, exaltan y apenan, conmueven y alientan.
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