Saramago se re¨²ne con los premios Cervantes
A la gente le lees 10 poemas por la ma?ana y, claro, se enciende. M¨¢s si es en el mismo escenario donde un militar¨®n le grit¨® a Unamuno eso de "?Viva la muerte!" -en el aula magna de la Universidad de Salamanca-. All¨ª se congregaron ayer poetas como Carlos Bouso?o, Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, Pablo Garc¨ªa Baena y narradores como N¨¦lida Pi?¨®n y Jos¨¦ Saramago ante un auditorio apasionado de estudiantes, escritores y curiosos, que pudieron preguntar las cosas m¨¢s disparatadas.
Les dio la bienvenida el rector Enrique Battaner; el acad¨¦mico Jos¨¦ Antonio Pascual les agradeci¨® que en la Espa?a tullida de la posguerra le dieran a la juventud "la palabra como arma", y la profesora Carmen Ruiz Barrionuevo fue presentando uno a uno. Les acompa?¨® Sonsoles Espinosa, y despu¨¦s del acto, el presidente Zapatero departi¨® con ellos 10 minutos.
Bouso?o ley¨® dos poemas magistrales, Precio de la verdad y Nacimiento de la palabra (el poema). No le fue a la zaga Caballero Bonald, que present¨® dos novedades -Pasi¨®n de clandestino y Summa vitael- de su pr¨®ximo libro, Manual de infractores. Garc¨ªa Baena extrajo de un "folleto", dijo, tres composiciones: Bajo tu sombra, junio, Retrato y Patria.
Los narradores tuvieron que ponerse a la altura. "?Qu¨¦ suerte tienen esos poetas! Se sacan unos versos del bolsillo y ya est¨¢", dijo Saramago. N¨¦lida Pi?¨®n defendi¨® la gloria subversiva y provocadora de la imaginaci¨®n y Jorge Edwards cont¨® la historia futura del cura Alberto Hurtado, a quien van a canonizar en noviembre y a quien le parec¨ªa una blasfemia que leyera a Unamuno.
Saramago defendi¨® que escribe "para comprender" y que no es pesimista, sino que es este mundo "el que es p¨¦simo". Un espont¨¢neo del p¨²blico le pregunt¨®: "Y si es as¨ª, ?por qu¨¦ no se suicida?". El premio Nobel ni se molest¨® en contestar. Jos¨¦ Antonio Pascual agarr¨® el capote y dijo: "Cuando uno est¨¢ en una mala realidad no sab¨ªa yo que la soluci¨®n fuera el suicidio. Hay que utilizar la palabra y no la pistola". Ovaci¨®n. Una joven brasile?a pidi¨® al escritor que perdonara al pobre chico porque "no sabe lo que dice" y luego lleg¨® otro alternativo que les pregunt¨® a todos si no se sent¨ªan utilizados como escaparate para la cumbre. Ah¨ª pitaron el final. "No hay m¨¢s preguntas", dijeron desde la mesa. Luego comenzaron a firmar aut¨®grafos.
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