Liberaci¨®n
Dan con frecuencia en cine y televisi¨®n documentales sobre la Guerra Civil espa?ola hechos con unas pocas im¨¢genes y un extenso relato directo de quienes vivieron la guerra y sus secuelas. El inter¨¦s persistente por el tema justifica el producto. El temor de que el paso del tiempo reduzca el n¨²mero de los supervivientes le a?ade car¨¢cter de urgencia. Aun as¨ª, el resultado rara vez satisface las expectativas. Urgente no es sin¨®nimo de precipitado o de escaso, pero a menudo estas cualidades se solapan. Dejar que una persona relate sus vivencias ante una c¨¢mara no basta. Pocas se expresan bien; menos a¨²n han participado en grandes sucesos desde un lugar privilegiado: la Historia es compleja y las personas la viven en la periferia de su irrelevante individualidad. Y la sabidur¨ªa, por desgracia, no es un privilegio inherente a la edad. Pero hay excepciones.
Hace unos d¨ªas, en uno de estos tediosos reportajes, o¨ª a una mujer referirse a la entrada de las tropas franquistas en Barcelona con la palabra liberaci¨®n, una palabra suprimida de este contexto en aras de la correcci¨®n pol¨ªtica.
Sin embargo, del testimonio de quien la pronuncia no se desprende una postura ideol¨®gica. En la ¨¦poca a que alude era apenas una adolescente y la peripecia que refiere no es tr¨¢gica. En sus labios, la expresi¨®n s¨®lo sugiere el anhelado final de un largo periodo de penuria e incertidumbre. Pese a las versiones oficiales, el final de la contienda fue un alivio para muchos espa?oles de uno y otro bando. Para otros muchos, por el contrario, este final s¨®lo fue el principio de una nueva etapa de exilio, prisi¨®n, incluso muerte aplazada. Lo que es innegable es que cada uno vivi¨® aquellos tr¨¢gicos sucesos de un modo ¨²nico e intransferible.
Hoy prevalece el balance global de lo que los a?os y las nuevas circunstancias van convirtiendo en un suceso hist¨®rico. M¨¢s vale as¨ª. No faltan practicantes de la pol¨ªtica te¨®rica o pr¨¢ctica que s¨®lo saben de la guerra y la posguerra por relatos, pero que la manipulan en beneficio de sus tesis. Es inevitable que el pasado se convierta en mercanc¨ªa. Hasta que de repente una palabra en desuso, dicha por inocencia o por despiste, nos devuelve por un instante su dolorosa e irrenunciable dimensi¨®n humana.
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