Descenso al acu¨ªfero de Madrid
El subsuelo madrile?o atesora tres millones de hect¨®metros c¨²bicos de agua de lluvia filtrada durante siglos
Las recientes lluvias, consecutivas a una sequ¨ªa de las m¨¢s severas que se recuerdan en la Comunidad de Madrid, de 10 meses de duraci¨®n, han vuelto a guiar la esperanza hacia el denominado acu¨ªfero madrile?o, el enorme dep¨®sito de aguas subterr¨¢neas que la lluvia recarga y que abarca desde las faldas del Sistema Central, en la provincia de Guadalajara, hasta su conjunci¨®n con los montes de Toledo, en las inmediaciones de Talavera de la Reina, con buena parte de la ciudad de Madrid en su cogollo central.
Con una superficie de 130 kil¨®metros de longitud por 40 kil¨®metros de anchura, se halla englobado en una matriz arcillosa -con un muro, dotado de un z¨®calo cristalino y base calc¨¢rea- de unos 1.500 metros de espesor y est¨¢ distribuido en capas de diferente permeabilidad. Contiene una cadena de dep¨®sitos subterrestres interconectados, que configuran un continuo h¨ªdrico con profundidades hasta los 3.000 metros que alcanza en la zona m¨¢s honda, en la vertical entre Las Rozas y El Pardo, si bien por debajo de los 500 metros, la extracci¨®n es muy dif¨ªcil y poco rentable. Exige m¨¢s de un kilovatio de potencia por metro c¨²bico para bombear.
En Madrid capital, las aguas subterr¨¢neas se encuentran encastradas a unos 2.000 metros de profundidad. En su conjunto, el acu¨ªfero alberga, aproximadamente, unos tres millones de hect¨®metros c¨²bicos de aguas de distinta composici¨®n qu¨ªmica. ?sta se ve determinada por la muy variada antig¨¹edad geol¨®gica de los suelos que, a grandes rasgos, incluyen desde los gneis y granitos detr¨ªticos de la zona somontana inmediata a la sierra del Guadarrama, al norte y noreste del acu¨ªfero, hasta las grandes extensiones de arenas arcillosas, del centro de la Comunidad de Madrid que, en la zona sur y sureste del gran trapecio hidrol¨®gico que dibuja su perfil, se compone de yesos cuya riqueza convierte a Madrid en uno de los primeros productores y exportadores mundiales de ¨¢ridos.
Desde el quicio meridional hasta el septentrional, el acu¨ªfero se extiende a lo largo de Talavera de la Reina, Cazalegas, Santa Olalla, Illescas, Parla, m¨¢s gran parte del casco urbano de Madrid, a excepci¨®n de algunos enclaves del suroeste; el per¨ªmetro prosigue por Alcobendas y el r¨ªo Jarama hasta Alcal¨¢ de Henares, Guadalajara capital y provincia, y toda la superficie somontana de la cordillera central, que ci?e su conf¨ªn por el norte. Las aguas del acu¨ªfero no se hallan estancadas, como suele pensarse, sino que experimentan flujos y desplazamientos constantes, aunque lent¨ªsimos, que se miden en cent¨ªmetros/ d¨ªa; unos son ascendentes, descendentes otros, inducidos por un delicado sistema de recargas -generadas por la lluvia en colinas y collados- y una red de descargas o afloramientos en los valles intermedios, con parajes h¨²medos de singular fisonom¨ªa. Ambos movimientos son, curiosamente, de recorrido curvo y se rigen por algo muy parecido a la teor¨ªa de los vasos comunicantes.
Un cient¨ªfico apellidado Darcy descubri¨®, ya en 1856, que la velocidad de los flujos es proporcional al gradiente hidr¨¢ulico, que viene medido por la diferencia de potencial por unidad de longitud recorrida por las aguas.
La localizaci¨®n de la presencia de aguas subterr¨¢neas, hist¨®ricamente, se encomendaba a los zahor¨ªes, de cuya sabidur¨ªa ya daba cuenta en el siglo VI el romano Casiodoro. En tiempos del emperador Teodorico, se sirvi¨® de la pericia de un esclavo sahariano para escribir un tratado hidrol¨®gico sobre el asunto. La leyenda dice que las varitas de avellano -presumiblemente por un fen¨®meno electromagn¨¦tico que acusaba la presencia de agua- se combaban sobre las superficies que albergaban los yacimientos h¨ªdricos. En realidad, los dep¨®sitos se localizaban por la presencia de una flora y una fauna espec¨ªficas generadas en torno a charcas, peque?as lagunas y humedales surgidos de los rezumaderos del acu¨ªfero, seg¨²n el profesor Fernando Gonz¨¢lez Bern¨¢ldez.
Se trata de zonas con microclimas peculiares bien diferentes de los de otros enclaves m¨¢s secos, alejados de las zonas de descarga del acu¨ªfero. Prueba de ellas son los bosques de fresnos, chopos y olmos que definen los diferentes sotos existentes en parajes rurales madrile?os. Tal denominaci¨®n evoca la bajura en la que las aguas subterr¨¢neas se hallan.
El nombre que los cient¨ªficos dan a esta gigantesca extensi¨®n de agua subterr¨¢nea es, en jerga hidrogeol¨®gica, acu¨ªfero del Terciario detr¨ªtico de la fosa de Madrid.
"Lo m¨¢s singular del acu¨ªfero madrile?o", explica el ingeniero de Caminos Francisco Flores Montoya, de 54 a?os y director de la Oficina de Planificaci¨®n de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Tajo, "es la existencia de unos lentejones dispersos por el subsuelo de su per¨ªmetro". Estas formaciones, de longitud indeterminada y de algo m¨¢s de un metro de espesor, est¨¢n compuestas por masas arenosas impregnadas de aguas que pueden ser captadas con relativa facilidad mediante bombeo.
Los pozos existentes en la Comunidad de Madrid, que adquieren su proliferaci¨®n m¨¢xima en el ¨¢rea de Fuenlabrada, succionan el agua de uno o varios de estos lentejones. "El gran problema es que el mantenimiento de estos pozos por particulares es muy deficiente y su abandono facilita su contaminaci¨®n, dada la impermeabilidad de sus suelos. Todo ello esquilma el acu¨ªfero", a?ade.
Los pozos se agrupan en cinco ¨¢reas: Fuencarral-San Sebasti¨¢n de los Reyes-Alcobendas; en Majadahonda-Boadilla del Monte-Pozuelo-Alcorc¨®n; en torno a Villanueva de Perales; m¨¢s El ?lamo-Batres y en el contorno de Gri?¨®n. Los particulares suelen captar anualmente entre 54 y 60 hect¨®metros c¨²bicos de esas aguas. Por su parte, y coincidiendo con los periodos de sequ¨ªa, el Canal de Isabel II, con 122 pozos -61 operativos y el resto para emergencias- capta hasta 700 metros de profundidad con bombas de hasta 150 caballos de potencia, unos cuarenta hect¨®metros c¨²bicos de aguas subterr¨¢neas.
El Plan Hidrol¨®gico del Tajo, por decreto 1664 de 1998, obliga a destinarlas a usos urbanos en un per¨ªmetro de unos 2.500 kil¨®metros cuadrados.
Para Francisco Flores, "los balances del agua, tanto superficial como subterr¨¢nea, se miden en ciclos muy cortos, mensuales, semestrales o anuales, pero su generaci¨®n en el acu¨ªfero ha de contemplarse en tiempos geol¨®gicos, de much¨ªsima m¨¢s duraci¨®n".
Flores conf¨ªa en que esta certeza sirva para concienciar a quienes perforan pozos, sin imaginar el da?ino alcance de sus actos.
Infiltraciones y afloramientos
Condiciones geol¨®gicas singulares han permitido la formaci¨®n en el subsuelo de Madrid de un gran vaso de 3.700 kil¨®metros cuadrados de aguas subterr¨¢neas.
Dentro de un sistema articulado por hondos sustratos batol¨ªticos dispuestos al modo de las teclas de un piano gigante y a profundidades bajo el nivel del mar, el milagro lo ha generado un relieve caracterizado por la alternancia de colinas absorbentes y vaguadas permeables, que hacen que aflore el preciado l¨ªquido en humedales y encharcamientos, hoy muy reducidos.
Las cotas existentes van desde los 760 metros que adquiere el relieve en la juntura de los r¨ªos Jarama y Manzanares, hasta los 360 que presenta en la confluencia de los r¨ªos Alberche y Tajo.
La recarga del acu¨ªfero se ha generado, durante siglos, por la infiltraci¨®n del agua de lluvia en las zonas llamadas interfluvios, caracterizadas por su potencial hidr¨¢ulico. En torno a Villaviciosa de Od¨®n, el nivel de las aguas subterr¨¢neas captables ha descendido 25 metros en los ¨²ltimos a?os.
Respecto a la potabilidad de las aguas del acu¨ªfero, es preciso saber que se salinizan progresivamente, mediante distintos procesos de mineralizaci¨®n.
La salinidad es m¨ªnima en las ¨¢reas gran¨ªticas de la sierra y m¨¢xima en Talavera.
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