?Problemas comunes, gobiernos distintos?
La tradici¨®n de gobierno en la que tenemos muchas veces ancladas nuestras mentes nos lleva a considerar que la existencia de territorios compartidos, de problemas y de poblaci¨®n comunes, deber¨ªa llevarnos a instituciones de gobierno capaces de asumir de forma unitaria ese conjunto de elementos. Los caminos de la realidad siguen derroteros distintos. Por una parte, el peso de las conformaciones hist¨®ricas de municipios, provincias o Estados condicionan negativamente la necesidad u oportunidad de cambios. Por otra parte, aumentan los solapamientos y las redundancias entre territorios, problemas, gentes e instancias de gobierno. Y cuando ante el evidente caos, descoordinaci¨®n y desajuste que ello comporta se insiste en ordenar, clarificar y jerarquizar qui¨¦n se ocupa de qu¨¦, muchas veces lo ¨²nico que se logra es aumentar el ruido y la sensaci¨®n de conflicto e ineficacia del conjunto. La vida se nos ha ido complicando. Los problemas se han acumulado en pocos a?os. M¨¢s gente y m¨¢s diversa. M¨¢s fragmentaci¨®n de temas y de vicisitudes. Menor presencia de grandes agregados sociales que ordenen y estructuren situaciones y vivencias. Muchos m¨¢s interrogantes sobre los futuros individuales y colectivos, y cada vez m¨¢s niveles de gobierno y m¨¢s instancias y estructuras de macro, meso y microgobierno y gobernaci¨®n de problemas y territorios. Probablemente somos conscientes de ello, y si nos detenemos un momento y tratamos de vislumbrar perspectivas de futuro, acabaremos llegando a la conclusi¨®n de que frente a tama?a y creciente complejidad no caben muchas esperanzas de simplificaci¨®n, coordinaci¨®n milagrosa o jerarquizaci¨®n resolutiva. Pero, a pesar de todo, el comentario habitual y mentalmente perezoso deriva hacia la conveniencia de recuperar un orden perdido, sin precisar demasiado a qu¨¦ momento y a qu¨¦ orden nos referimos.
Es una novedad que el nuevo Estatuto recoja la existencia de la realidad metropolitana como expresi¨®n supramunicipal
Todo ello puede venir a cuento del debate estatutario y de las reacciones jerarquizantes y conservadoras que asoman en muchos de los comentarios sobre la conveniencia y oportunidad de la reforma. Pero perm¨ªtaseme partir del mismo para centrar mi comentario en el espinoso y recurrente tema de la realidad metropolitana de Barcelona, en su oportunidad y posible institucionalizaci¨®n. Es ciertamente una novedad que el nuevo proyecto de Estatuto recoja en su art¨ªculo 93 la existencia de la realidad metropolitana como expresi¨®n supramunicipal, y que lo haga sin circunscribirlo al caso espec¨ªfico de la conurbaci¨®n barcelonesa. Ello es importante ya que si bien recoge y reconoce esa realidad innegable que agrupa alrededor del 50% de la poblaci¨®n catalana en apenas el 2% del territorio de la naci¨®n (o "noci¨®n" como ustedes prefieran), tampoco lo circunscribe a ello, permitiendo que realidades existentes y emergentes en, por ejemplo, Girona, Lleida, Tarragona o Reus tengan ahora o m¨¢s adelante su propia complejidad reconocida. Una metr¨®poli, siguiendo a especialistas como Le Gal¨¨s, Lefevre, Dente o N¨¦grier, se conforma sobre la base de servicios p¨²blicos comunes o dif¨ªcilmente segmentables como el agua, el transporte, la energ¨ªa o la gesti¨®n de residuos, o pol¨ªticas o actuaciones sociales, econ¨®micas o culturales que requieren abordajes conjuntos; la necesidad de responder a retos de planificaci¨®n y gesti¨®n territorial que traten de responder a realidades espec¨ªficas o a concreciones espaciales de pol¨ªticas estatales o supraestatales; y tambi¨¦n la gesti¨®n de cargas de una centralidad derivada de la especial configuraci¨®n de servicios culturales, acad¨¦micos o econ¨®micos que tienden a concentrarse por razones hist¨®ricas y de eficacia. Es evidente que Barcelona es hoy, y lo fue ya antes que Pujol decidiera eliminarla por decreto, una metr¨®poli perfectamente equiparable a otras. Es notorio, por otro lado, que las tensiones que se viven en Madrid entre municipio y regi¨®n no dejan de apuntar lo que en otros contextos ser¨ªa la tensi¨®n entre municipio y metr¨®poli, o entre realidad municipal en expansi¨®n ilimitada y una comunidad notoriamente artificial, pero a la postre soluci¨®n ad hoc para la encrucijada supralocal.
En toda Europa se buscan soluciones propias a las necesidades de las aglomeraciones urbanas. Soluciones que apuntan m¨¢s a la gobernanza de esas realidades que a la institucionalizaci¨®n de gobiernos a la antigua usanza. Las casi dos centenares de comunidades de aglomeraci¨®n surgidas en Francia en los ¨²ltimos a?os, las reformas en Grecia que prev¨¦n la agregaci¨®n de municipios, o las m¨²ltiples v¨ªas contractuales o de diversidad y unidad mancomunada que van surgiendo por Europa demuestran la significaci¨®n del tema y, al propio tiempo, la dificultad de encontrar f¨®rmulas trasladables sin m¨¢s en el espacio y en el tiempo. Barcelona requiere equilibrar la pujanza de la iniciativa econ¨®mica que tiene dimensiones territoriales que son global-metropolitanas, con capacidades de gobierno que hoy por hoy son estrictamente municipales. Pero ello requiere entender que cuando hablamos de metr¨®polis en Barcelona hablamos de pol¨ªtica y hablamos de interdependencia. De pol¨ªtica, ya que el tema no es estrictamente de eficacia en los servicios o de econom¨ªa de escala, sino que conecta con identidades, referencias, contenciosos hist¨®ricos y otras competitividades varias. Pero tambi¨¦n de interdependencia, ya que lo que no tiene sentido es que el beneficio de la fragmentaci¨®n sea estrictamente privado o que redunde en perjuicio de la capacidad de mejorar el bienestar de la poblaci¨®n. Para salir del atolladero actual se precisa liderazgo, se necesita respeto por la realidad municipal que configura el ¨¢rea metropolitana, se requiere proyecto. La nueva escala ya existe si atendemos a la dimensi¨®n y el alcance de los problemas planteados. Existe asimismo si atendemos a los actores. Le falta institucionalizaci¨®n. Pero esa institucionalizaci¨®n tiene que ser sim¨¦trica, abierta en los procesos de coordinaci¨®n, y m¨¢s preocupada por las incumbencias que por las competencias. De eso se hablar¨¢ en las jornadas de Aula Barcelona sobre Gesti¨®n supramunicipal y gobernanza metropolitana, que se celebrar¨¢n en la sede del Centro Internacional de Documentaci¨®n de Barcelona (Cidob) la pr¨®xima semana. Se hablar¨¢ de pol¨ªtica ya que, como dice N¨¦grier: "Hablando de cambio de escala territorial, se acaba hablando forzosamente de pol¨ªtica".
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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