La intr¨¦pida agente local
El espacio polarizado en torno a las calles Historiador Diago, Alzira y circundantes, de Valencia, es una zona de buen trazado urbano, habitada por apacibles clases medias y a salvo -por ahora, pues ese peligro siempre acecha- de la pandemia ac¨²stica y contaminante que abonan las borracher¨ªas, en cualquiera de sus versiones, y la fauna juvenil adicta al ocio. O sea, que se trata de un islote sosegado en el que el vecindario no es propenso a los conflictos e incordios municipales que asolan otros barrios. Pero ya conoce el lector esa historieta que se lee en algunos bares, y que reza: "Estamos contentos y hace un buen d¨ªa, ver¨¢s como llega un mal parit y nos lo fastidia". Tal cual ha ocurrido en ese entorno c¨ªvico.
Eran felices, decimos, hasta que lleg¨® la agente de la Polic¨ªa Local n¨²mero 29664 y exhibi¨® su talante temperamental. Los vecinos, m¨¢s de 40, lo han descrito como "provocativo, amenazante y agresivo", una mala versi¨®n del cinematogr¨¢fico Harry el Sucio. "Voy a venir y te voy a follar todos los d¨ªas", dicen que le espet¨® a un estupefacto vecino, sabedor de que debe respetar a la autoridad, pero perplejo ante tal alarde de obscenidad. Y no es ¨¦sa la ¨²nica manifestaci¨®n, "arbitraria y vejatoria" que se le conoce a la intr¨¦pida agente, capaz de provocar un ins¨®lito pliego de firmas para pedir su relevo.
Los vecinos tienen inter¨¦s en matizar que se trata de un caso excepcional, que es la inevitable habichuela negra que no falta en ning¨²n colectivo amplio. Y as¨ª ha de ser, en efecto, porque la Polic¨ªa Local ha registrado una evidente renovaci¨®n y no es imaginable -?o s¨ª?- que en su preparaci¨®n se hayan prolongado los h¨¢bitos y pr¨¢cticas de las fuerzas de seguridad franquistas, tan chulescas y miserables por cuanto impunes. A las j¨®venes promociones se les ve otro aire, sin duda el aire democr¨¢tico, que entre otras ventajas autoriza a sacar en los papeles a quien se desmanda o se salta a la torera la correcci¨®n debida. El caso que nos ocupa puede deberse a que fall¨® el examen psicot¨¦cnico o que la dama-agente se ha ensoberbecido con los atributos de la violencia legitimada.
Los vecinos, cansados o amedrentados por la agente, han pedido al concejal responsable de esta parcela, Miguel Dom¨ªnguez, que busque otro destino a esta agente, un destino donde pueda darle rienda suelta a su escatol¨®gico l¨¦xico y amenazante gesto. Podr¨ªa, por ejemplo, destinarla a reprimir la pr¨¢ctica del botell¨®n, vigilar el cumplimiento de los horarios nocturnos, plant¨¢ndole cara a los rezagados con su cogorza a cuestas. Y podr¨ªa, asimismo, enviarla a un cursillo de reciclaje para mejorar su cortes¨ªa y vocabulario. Con ello, el edil, adem¨¢s de disciplinar la actitud de la susodicha con una decisi¨®n ejemplarizante, contribuir¨ªa a salvarle el alma, tan tiznada hoy por la groser¨ªa.
Lo que no puede hacer el mun¨ªcipe es dar la callada por respuesta y dejar que cunda la intranquilidad entre el vecindario, abocado a defenderse de la mala gaita de su presunta defensora. Pues bien est¨¢ que el concejal abogue por la tropa a sus ¨®rdenes, pero sin olvidar que su obligaci¨®n prioritaria es velar por la paz p¨²blica, la aplicaci¨®n correcta de las ordenanzas y que no se le desmanden los agentes, como es el caso de esta uniformada con la libido y la lengua desmadradas. Que Dios guarde a Ud. muchos a?os, como suele decirse.
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