?Cambiar de tema?
Todo lo que rodea a la discusi¨®n del nuevo estatuto para Catalu?a resulta bastante chusco, hasta el punto de que uno se pregunta si se pueden hacer tan mal las cosas sin pretenderlo expresamente. Primero fue la famosa amenaza sobre el 3%, retirada luego de la escena tras una obscena oferta p¨²blica consistente en intercambiar el apoyo a un nuevo estatuto por la renuncia a destapar supuestas corrupciones. Vinieron despu¨¦s las demag¨®gicas jornadas de final de septiembre en las que, unos y otros, forzaron al l¨ªmite sus discursos catalanistas, intentando dejar al adversario en fuera de juego, para luego tener que recular y avenirse a un acuerdo, seg¨²n muchos, bastante chapucero y, en todo caso, cosido aprisa y corriendo en el ¨²ltimo minuto.
Luego, una vez que el Estatuto lleg¨® a Madrid, pudo comprobarse lo que algunos son capaces de hacer cuando creen que pueden sacar tajada de la situaci¨®n. Por un lado, Rajoy y sus huestes jugando a incendiar la pradera, acompa?ados por el habitual coro de opinadores que les azuza y jalea, sin que al parecer les importen demasiado las consecuencias que pueda tener semejante actitud para el futuro de la convivencia en el pa¨ªs. Y, por otro lado, los Bono, V¨¢zquez, y dem¨¢s amigos de Rodr¨ªguez Zapatero, que parecen haberse animado de nuevo a jugar sus cartas, tras haber pasado una buena temporada eclipsados por el talante y por la buena estrella del presidente del Gobierno. Y, por si todo esto fuera poco, durante todo este tiempo Maragall y Carod Rovira nos han obsequiado con diversas actuaciones, no relacionadas directamente con el Estatuto pero en todo caso nada edificantes para sus protagonistas, como el episodio de Perpignan, las fotos con la corona de espinas o, la m¨¢s reciente, el intento de cambiar el Gobierno de la Generalitat de forma unilateral y en pleno fregado estatutario.
El resultado de todo ello es una situaci¨®n de considerable atasco pol¨ªtico e institucional, cuyas consecuencias son dif¨ªciles de prever a d¨ªa de hoy. Quienes, de diversas formas y con distintos intereses, han ayudado a llegar a este punto han hecho buenas aquellas reflexiones de Bertrand Rusell se?alando que los pol¨ªticos se caracterizaban por hacer imposible lo posible, a diferencia de los cient¨ªficos, afanados en hacer posible lo aparentemente imposible. El problema es que, una vez llegados aqu¨ª, da la impresi¨®n de que Zapatero ha perdido el control sobre un proceso que cre¨ªa poder gestionar sin tanto sobresalto; una impresi¨®n alimentada por el desgaste que muestran las encuestas de opini¨®n, las cuales son aireadas a los cuatro vientos por quienes, desde el principio, parec¨ªan estar interesados en hacer descarrilar el nuevo Estatuto y, con ¨¦l, el intento de acometer la llamada reforma territorial del Estado.
En los ¨²ltimos d¨ªas hemos podido escuchar y leer diversos an¨¢lisis que, asustados ante este panorama, reclaman a Zapatero un cambio en el gui¨®n. Como si de una obra de teatro se tratara, algunos proponen ahora modificar el escenario y todos sus decorados, planteando otra trama y nuevos di¨¢logos que puedan interesar al respetable, haci¨¦ndole olvidar este desaguisado. "Hablemos de otra cosa", parecen reclamar quienes a?oran gestos como la retirada de las tropas de Irak, o la disposici¨®n legal sobre matrimonios entre personas del mismo sexo, temas ambos en los que la oposici¨®n demostr¨® su incapacidad para conectar con la mayor¨ªa social.
Ciertamente, para quienes pretenden siempre gobernar en base a encuestas de opini¨®n, puede resultar tentadora la idea de dejar a un lado el espinoso debate sobre la compleja articulaci¨®n territorial de este singular pa¨ªs. Sin embargo, dar la espalda a la realidad y posponer indefinidamente la soluci¨®n a algunos problemas no dejar¨ªa de ser un ejercicio de cobard¨ªa pol¨ªtica. Sin duda, deber¨¢n aclararse los confusos t¨¦rminos de esta discusi¨®n, exigiendo a todos m¨¢s responsabilidad pol¨ªtica y mayor rigor intelectual. Pero pretender salir del atolladero simplemente cambiando de tema, adem¨¢s de un ejercicio voluntarista, s¨®lo contribuir¨ªa a reforzar la idea de que algunos pol¨ªticos son incapaces de afrontar los problemas y s¨®lo persiguen mantenerse en el poder.
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