Como la vida misma

La historia de una pareja, que fue de izquierdas en sus tiempos de estudiantes para cambiar despu¨¦s radicalmente -sobre todo, ¨¦l- y subirse al carro de la vida f¨¢cil mediante los negocios, sirve a Pasqual Alapont para componer una comedia muy pr¨®xima al sainete progresista, con su final feliz y todo, que muchas veces paga el peaje de dejarse llevar por el ingenio f¨¢cil, lo que sigue siendo cada vez m¨¢s habitual en nuestro teatro. No es ya que el mensaje sea trivial (el abandono de los ideales en favor de una vida m¨¢s confortable no siempre lleva a la felicidad), sino que lo es tambi¨¦n la disposici¨®n del texto y, muchas veces la sobreactuaci¨®n de unos actores entregados a la farsa, sobre todo en la primera parte.

Por lo dem¨¢s, en el haber del autor cabe anotar una cierta habilidad para complicar la estructura narrativa, de una manera un tanto innecesaria, al introducir la presencia de una especie de autor en el desarrollo de la obra, como si estuvi¨¦ramos en un ensayo que va siendo corregido por el autor sobre la marcha. Aparte de eso, ocurre que no siempre los chistes son afortunados (en cierto momento ella le dice a su pareja que tiene que contarle algo importante, ¨¦l responde que le d¨¦ una pista, ella le comunica que est¨¢ embarazada, y entonces ¨¦l dice que ped¨ªa una pista, no una autopista, etc) y que los actores est¨¢n algo desaforados, salvo Pepa Miralles, m¨¢s contenida que sus compa?eros. Una comedia ligera, distra¨ªda a ratos, que quiere apuntar hacia la cr¨®nica de una generaci¨®n, y en la que algunos de sus referentes resultan incomprensibles para el p¨²blico de hoy.