Pamuk defiende la libertad de la novela
El escritor turco recibe el Premio de la Paz por su papel de puente entre Oriente y Occidente
El escritor turco Orhan Pamuk (Estambul, 1952) trat¨® ayer sobre todo de literatura en su discurso de recepci¨®n del Premio de la Paz, dotado con 25.000 euros y que entrega la Asociaci¨®n de Libreros y Editores Alemanes desde hace 50 a?os. Pero habl¨® tambi¨¦n de pol¨ªtica. No tanto de las minucias cotidianas, de las luchas partidistas o de los arrebatos nacionalistas contra su inc¨®moda posici¨®n cr¨ªtica en su pa¨ªs, sino del gran desaf¨ªo que supone la entrada de Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea. "Lo m¨¢s importante que Turqu¨ªa y los turcos pueden ofrecer a Europa y Alemania es, sin ninguna duda, paz", afirm¨® de manera rotunda.
"Aqu¨ª estamos, tocando a sus puertas, y pidiendo entrar, llenos de grandes esperanzas y de buenas intenciones, pero al mismo tiempo sinti¨¦ndonos bastante inquietos y temiendo el rechazo", a?adi¨® el escritor turco. Coment¨® que se trataba de un momento muy delicado y sensible, y critic¨® el peligroso estilo de tantos pol¨ªticos que explotan los sentimientos antiturcos subrayando las carencias de su democracia y las dificultades de su econom¨ªa, o denigrando su cultura. Toda esa crueldad, seg¨²n el escritor, puede terminar por trasladar a Turqu¨ªa la impresi¨®n de que no es bienvenida. Y se perder¨¢ una gran oportunidad para la paz. Y es que ahora, no s¨®lo los que admiran Europa -como el propio Pamuk- sino tambi¨¦n buena parte de los sectores conservadores y de los turcos musulmanes quieren ver a Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europa construyendo su futuro.
"Las novelas no s¨®lo reflejan la alegr¨ªa de una naci¨®n, sino tambi¨¦n su rabia y sus carencias"
La ceremonia de entrega del Premio de la Paz se celebr¨® en la Paulskirche de Francfort con su tradicional estilo sobrio y discreto. Hablaron brevemente Dieter Schormann, presidente de la Asociaci¨®n que concede el galard¨®n, y Pietra Roh, alcaldesa de la ciudad. El escritor alem¨¢n Joachim Sartorius fue el responsable de elogiar a Pamuk, as¨ª que recorri¨® su obra y su trayectoria y destac¨®, sobre todo, su meticuloso trabajo con los detalles, su honda visi¨®n moral y la riqueza de tratar de un mundo que se mueve entre la tradici¨®n y la modernidad, entre dos civilizaciones y dos est¨¦ticas (la occidental y la isl¨¢mica) y desgarrada entre sus afanes m¨ªsticos y su creencia en la necesidad de las nuevas tecnolog¨ªas.
Pamuk empez¨® contando con todo lujo de detalles c¨®mo se sumergi¨® en Francfort para poder recrearla en su novela Nieve y tambi¨¦n habl¨® de su trabajo de campo en Kars, una peque?a ciudad del noreste de Turqu¨ªa, escenario habitual de algunas de sus historias. Pero sobre todo quiso destacar el poder de la novela para narrar vidas que no son las nuestras o de convertir lo que nos es m¨¢s pr¨®ximo en algo universal. Y su capacidad para romper los l¨ªmites de nuestra propia identidad y para dar voz a quienes no la tienen. Y su riqueza cuando ilumina las sombras de nuestra historia, y su hondura cuando desvela los secretos m¨¢s ¨ªntimos de los hombres y los pa¨ªses. La novela, al obligarnos a abandonar nuestra identidad para entrar en otras, nos hace libres, dijo Pamuk.
Habl¨® tambi¨¦n de la brecha entre Oriente y Occidente, de que en el fondo es una cuesti¨®n que gira alrededor de la riqueza y la pobreza, y de la paz. Cont¨® la crisis del imperio otomano cuando qued¨® superado por la vertiginosa evoluci¨®n occidental, y el proceso de culpabilizar del retraso a las propias tradiciones y la irrupci¨®n del sentimiento de verg¨¹enza por lo propio. "Las novelas", dijo despu¨¦s, "no s¨®lo reflejan la alegr¨ªa y el orgullo de una naci¨®n, sino tambi¨¦n su rabia, sus carencias, su verg¨¹enza".
Y regres¨® a su oficio, para insistir que la novela -junto al arte posrenacentista y la m¨²sica orquestal- era uno de los grandes pilares de la civilizaci¨®n occidental, como una manera de pensar, de entender y de imaginar, y de poder imaginar a cada uno de nosotros como alguien diferente, como otro.
Pamuk recibi¨® el Premio de la Paz y, unas horas despu¨¦s, la 57? edici¨®n de la Feria de Francfort cerraba sus puertas. Se acababan as¨ª para la mayor¨ªa de los participantes las largas de horas de negociaci¨®n, de repetir las bondades de sus propios libros y de escuchar las de los ajenos. Y se terminaban tambi¨¦n las noches de juerga, donde se segu¨ªa en otra atm¨®sfera con la misma retah¨ªla de t¨ªtulos y autores, copa va, copa viene. La noche del s¨¢bado hubo baile en la fiesta de Canongate, por lo que los m¨¢s entusiastas recogieron ayer los trastos con resaca.
De los editores espa?oles, el de Anagrama celebraba un "gran a?o". Ha comprado el ¨²ltimo libro de Norman Mailer, El fantasma de Hitler, que a¨²n no se ha publicado en Estados Unidos; la novela ?cido sulf¨²rico, de Amelie Nothomb; y piensa lanzar tres t¨ªtulos de la rusa Luzmila Ulitskaya y al alem¨¢n Alexander Kluge. Adem¨¢s, ha vendido bien a Bola?o y Vila-Matas, a Alan Pauls y a Alberto M¨¦ndez. Destino se ha hecho con los derechos de la ¨²ltima novela del alem¨¢n Ingo Schulze. A El Acantilado le han salido los n¨²meros con Quim Monz¨® y Eugenio Xammar, y a Alfaguara, con Rodrigo Mu?oz Avia. Otros han iniciado las gestiones pertinentes que cerrar¨¢n m¨¢s tarde. Y as¨ª van las cosas, hasta el pr¨®ximo a?o con la India como pa¨ªs invitado.
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