La apoteosis
El proyecto de nuevo Estatuto para Catalu?a que el 2 de noviembre se empezar¨¢ a debatir en el Congreso de los Diputados constituye ante todo la apoteosis de una ideolog¨ªa que desde hace bastantes a?os intenta dominar los medios culturales y pol¨ªticos de la sociedad occidental. Esta ideolog¨ªa, a la que popularmente designamos con el ap¨®cope progre y cuya variante acad¨¦mica Harold Bloom distingui¨® con la afortunada expresi¨®n "escuela del resentimiento", defiende una concepci¨®n gregaria de la existencia humana y, en consecuencia, entiende que la condici¨®n de individuo est¨¢ siempre subordinada a su pertenencia a un grupo social. Desde este punto de vista, uno tiene derechos en tanto que es catal¨¢n, mujer, homosexual, joven, etc¨¦tera, y s¨®lo puede ser representado pol¨ªticamente por un miembro de su propio colectivo. Esto no lo proclama en tales t¨¦rminos el nuevo Estatuto, por supuesto, pero es una idea que subyace en buena parte de su articulado y que, en muchos casos, llega a resultar hilarante. V¨¦ase por ejemplo el art¨ªculo 19.1, en el que se proclaman para las mujeres los mismos derechos que en el art¨ªculo 15.2 se han proclamado para las personas.
Consecuentes con esta visi¨®n de las cosas, los redactores del texto consagran, en una ley de leyes que aspira a ser una especie de carta magna de los catalanes, el principio de paridad entre hombres y mujeres en las listas electorales de los partidos (art. 56.3). Este principio, muy discutido y a menudo rechazado en los pa¨ªses de nuestro entorno, parece contravenir el derecho a no ser discriminado por raz¨®n de sexo, pues pone la condici¨®n biol¨®gica por delante de la capacidad personal a la hora de elegir a una persona para ocupar un cargo. Adem¨¢s -y esto nos parece a muchos tan grave como lo anterior-, niega el car¨¢cter universal de la ciudadan¨ªa, que es uno de los pilares b¨¢sicos de la democracia representativa. Si tal concepci¨®n se va abriendo camino, al final los partidos deber¨¢n elaborar sus listas con cuotas de candidatos no s¨®lo relativas al sexo, sino tambi¨¦n a la edad, la etnia o la condici¨®n f¨ªsica. Y no lo digo como exageraci¨®n, ?es que alguien puede pensar que las mujeres, en tanto que colectivo social, deben poseer m¨¢s derechos que los ancianos, los magreb¨ªes o los discapacitados?
La direcci¨®n de un partido puede hacer con sus listas lo que le venga en gana, pero no se puede imponer en un estatuto lo que no responde m¨¢s que a una opci¨®n ideol¨®gica concreta.
En el nuevo Estatuto, esta actitud de imposici¨®n ideol¨®gica no afecta s¨®lo a la paridad electoral, sino tambi¨¦n a otras cuestiones como la laicidad o el uso de las lenguas en la ense?anza, la libertad de horarios en el comercio y la regulaci¨®n del aborto. Uno puede estar leg¨ªtimamente a favor o en contra de tales disposiciones, y un gobierno elegido democr¨¢ticamente puede hacerlas suyas si as¨ª le parece conveniente, pero una vez m¨¢s no parece l¨ªcito imponerlas de manera permanente a todas las opciones pol¨ªticas, a no ser que los redactores del Estatuto hayan llegado ya a esa terrible fase de las ideolog¨ªas en la que las propias creencias se confunden con los derechos humanos.
Que la cultura progre est¨¢ empezando a alcanzar en Catalu?a sus ¨²ltimos objetivos no lo revela ¨²nicamente el contenido de este proyecto de ley org¨¢nica, lo revela tambi¨¦n su estilo. Todos los movimientos gregarios, de izquierdas y de derechas, se han dotado siempre de un lenguaje espec¨ªfico. Lo vemos en el nazismo, un caso ejemplarmente estudiado por Victor Klemperer, en el comunismo, en el nacionalismo, y hasta en formas m¨¢s benignas de cohesi¨®n grupal como la que practican ciertos gremios profesionales, las llamadas tribus urbanas o los afectos a cualquiera de los m¨²ltiples pretextos con los que el ser humano sublima su deseo personal de reconocimiento. Durante a?os, la progres¨ªa de este pa¨ªs ha ido construyendo laboriosamente su propio lenguaje. Para hacerlo, se ha nutrido de ra¨ªces aut¨®ctonas que han dado frutos tan secos como "posicionamiento", "problem¨¢tica" o, recientemente, "sostenibilidad", y en el caso concreto del catal¨¢n de estereotipos ling¨¹¨ªsticos cargados de ideolog¨ªa nacionalista y reiterados ad nauseam en las escuelas y los medios de comunicaci¨®n. Pero lo que ha dado un impulso definitivo a la construcci¨®n de este lenguaje mesi¨¢nico es su solemne adscripci¨®n a la corriente internacional conocida como correcci¨®n pol¨ªtica, de la que hablaba el otro d¨ªa Empar Moliner en uno de sus oportunos art¨ªculos.
La correcci¨®n pol¨ªtica no es un asunto menor, a pesar de lo que creen los que toman por fr¨ªvolos o banales a quienes de vez en cuando se ocupan del tema. Representa un intento, cada vez m¨¢s logrado, de someter al ciudadano en algo tan inherente a su libertad individual como es la elecci¨®n de la forma en que se expresa. La Administraci¨®n catalana se ha propuesto ¨²ltimamente liderar este intento. Dio un paso importante con la publicaci¨®n en Internet de un documento de 93 p¨¢ginas elaborado conjuntamente por la Secretar¨ªa de Pol¨ªtica Ling¨¹¨ªstica y el Instituto Catal¨¢n de la Mujer que se titula Marcar les difer¨¨ncies: la representaci¨® de dones i homes a la llengua y que pretende dictar la manera de hablar y escribir de los ciudadanos. Ahora, con la redacci¨®n de este proyecto de Estatuto, se propone dar el paso definitivo.
Por lo dem¨¢s, a fuerza de exhibir las posibilidades del idioma progre, el texto que ahora deber¨¢n discutir las Cortes resulta completamente ilegible en muchos pasajes. Considere el lector, por ejemplo, una frase como la siguiente: "Los poderes p¨²blicos deben garantizar la transversalidad en la incorporaci¨®n de la perspectiva de g¨¦nero (...)". Yo no soy de los que piensan que esa propuesta de proposici¨®n (es as¨ª como se llama) no debe discutirse en el Parlamento espa?ol; al contrario, creo que debe debatirse art¨ªculo por art¨ªculo. El problema es que los diputados logren entender lo que discuten.
Ferran Toutain es ensayista.
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