Gripe
La gripe aviar, conocida popularmente como la gripe del pollo, nos tiene aviados. Las rebeliones de la naturaleza suelen coincidir con las incertidumbres de la ciencia, poco acostumbrada en nuestra sociedad a vivir con humildad los misterios del futuro. Las cosas no est¨¢n tan controladas como parecen. De pronto los animales inocentes, s¨ªmbolos de pureza y bienestar campesino, se convierten en una amenaza. No hace falta tener colmillos para representar un peligro, porque las declaraciones de humanidad y donosura pueden esconder una estafa. Los negociantes mafiosos viven bien bajo la sacrosanta libertad del mercado y las empresas m¨¢s respetables del mundo no dudan en convertir los programas humanitarios de la ONU para Irak en un tejemaneje de estafas y pagos ilegales. Somos unos p¨¢jaros. O unas vacas. Nadie duda de que las vacas se parecen al sol de las ma?anas de domingo, tendidas como una promesa de paz sobre la hierba o como una fiesta sobre el calendario. Y, sin embargo, un d¨ªa las vacas se volvieron locas por culpa de los malos piensos, hasta suponer una grave amenaza para la salud p¨²blica. Los malos piensos de las vacas son como los malos pensamientos de la solidaridad empresarial. Ahora le toca el turno a otro tipo de p¨¢jaros, y los pollos, los cisnes, los patitos, los loros parlanchines, las palomas de la paz y las gaviotas populares son carne de epidemia, ala de enfermedad, nube de gripe. La inseguridad de las declaraciones oficiales, que vuelan de la hipocres¨ªa al alarmismo, est¨¢ en relaci¨®n directa con la ignorancia de la ciencia. No sabemos qu¨¦ pasar¨¢, ni cu¨¢les son las costumbres de un virus que puede mutar en busca de lo humano. Aunque bien es verdad que no nos hace falta salir del ¨¢mbito de los p¨¢jaros para incluir entre los afectados a ciertos se?ores de chaqueta, corbata y malet¨ªn.
La risa del triste es l¨®gica en un mundo de solidaridad estafadora, vacas amenazantes y palomas envenenadas. Se trata del ¨²ltimo recurso para seguir opinando. Claro que siempre se puede cerrar el pico, pero no est¨¢n los tiempos para permanecer indiferentes ante las sospechas, ni para meter la cabeza debajo del ala. No sabemos qu¨¦ puede pasar si la epidemia baja del cielo y afecta a los humanos, en una ¨¦poca tan proclive como la nuestra a convertir a las v¨ªctimas en amenaza. Todo griposo ser¨¢ responsable de su propia enfermedad y tendr¨¢ que ser tratado como un pollo. El miedo no facilita la convivencia. En pocos a?os, los fumadores han pasado de ser ciudadanos con arte a convertirse en cr¨¢pulas. El tabaco es malo para el sistema respiratorio, pero muchas reacciones hist¨¦ricas contra los fumadores tienen m¨¢s que ver con el miedo al otro y con la incapacidad de convivir que con la salud p¨²blica. Las ideolog¨ªas tambi¨¦n producen humo. No ser¨¢ raro que en nombre de la seguridad se interne a los griposos en campos de concentraci¨®n, o se construyan ciudades alambradas para posibles infectados, o se le de matarile sin preguntas ni juicios a los casos de apariencia grave. El porvenir huele a lazareto. Ser¨¢ cuesti¨®n de que nos vayan acostumbrando por medio de las buenas palabras, la defensa de la libertad, la solidaridad, el bien p¨²blico, y todos esos valores que nadan como cisnes infectados en las sonrisas de Bush, Blair, Putin y Berlusconi.
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