Fogonazo genial
Noche de agudizados contrastes en el novedoso certamen valenciano. Con un notable ¨¦xito popular (se agotaron las 3.000 entradas) se sald¨® la primera de las dos jornadas clave de una cita que apuesta por los claroscuros, la singularidad y la confluencia de lenguajes sonoros. Claro que lo que a menudo se gana en afilados matices se pierde tambi¨¦n en consistencia. Algo de eso hubo en esa reuni¨®n all stars de la independencia patria (y tambi¨¦n for¨¢nea) que fue el concierto de la banda madrile?a Jet Lag, acompa?ados por numerosos artistas. Lo m¨¢s curioso, contemplar la versi¨®n sui g¨¦neris del Lucha de gigantes de Antonio Vega en in¨¦dito duelo vocal entre Nacho Vegas e Iv¨¢n Ferreiro. Lo m¨¢s s¨®lido, la musculatura del repertorio de los madrile?os, concretada en la luminosidad de Shine On, a medias con Xoel L¨®pez de Deluxe. Y lo mejor, Gary Louris en el cl¨¢sico Bad Time.
Heineken Greenspace
Jet Lag & Friends, House of Diehl, Sonic Youth, Enrique Morente y Matthew Herbert. Naves de la calle Juan Verdeguer. Valencia. Viernes, 28 de octubre.
El momento l¨²dico y algo kitch llegaba con el colectivo neoyorquino House of Diehl, propulsor de la alta costura instant¨¢nea (confeccionar prendas de vestir sobre el escenario y ante el p¨²blico) a ritmo de house. Su inter¨¦s musical es anecd¨®tico. Un ligero aperitivo para el plato fuerte del festival, unos Sonic Youth que volvieron a sentar c¨¢tedra con un concierto vibrante, anguloso y sabiamente contenido. Sin veleidades gratuitas y dominadores de un estilo intransferible, demostraron la vigencia de su discurso (piezas de su ¨²ltimo ¨¢lbum como Unmade Bed), hurgaron en el inagotable pozo sin fondo de su pasado (Schizophrenia, Mote) y apuntillaron con el chispazo el¨¦ctrico que se olfateaba en el ambiente desde muchos minutos antes: la catarsis de la apabullante Kool Thing, con Kim Gordon oficiando de imponente dominatrix. Reverencia obligada.
El contraste estil¨ªstico (que no de esp¨ªritu) lleg¨® con el cantaor granadino Enrique Morente, acompa?ado de una estupenda banda con la que captar la atenci¨®n del p¨²blico y capear la linealidad que en ocasiones afecta las representaciones de cante jondo, al menos para los no iniciados. Su propuesta, aparentemente muy alejada de los par¨¢metros rock, comparte con la de Sonic Youth una intensidad casi tel¨²rica y la fidelidad a un lenguaje expresivo y a un c¨®digo perfectamente delineado, del que ambos son sumos dominadores. Son cl¨¢sicos de nuestro tiempo, art¨ªfices de trabajos que nunca agotan ni su capacidad de sorpresa, ni su frescura ni su ansia de experimentaci¨®n. Siempre dejan una rendija abierta a lo imprevisible, y buena muestra de ello fueron los inconmensurables diez minutos que compartieron sobre el escenario. Para los neoyorquinos, nada de colonialismo cultural ni frivolidad por lo ex¨®tico. Las baquetas de Steve Shelley y las guitarras de Ranaldo, Moore y Gordon se amoldaron in crescendo al lamento racial de Morente y los suyos en un sublime fogonazo de genialidad, capaz de hacer saltar por los aires cualquier prejuicio. No hay l¨ªmites cuando la pasi¨®n y el talento se dan la mano as¨ª. Perder un segundo tratando de describir la posterior sesi¨®n de Herbert a los platos puede resultar, en comparaci¨®n, hasta ofensivo.
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