La prueba del m¨¦todo
LA VIDA POL?TICA, en democracia, viene muy determinada por la dial¨¦ctica Gobierno-oposici¨®n. En Espa?a, la configuraci¨®n del debate pol¨ªtico es algo m¨¢s compleja por la incorporaci¨®n de una segunda l¨ªnea de confrontaci¨®n en t¨¦rminos de centro y periferia, o de poder central y poder auton¨®mico, con un papel destacado para los nacionalismos perif¨¦ricos. La escena p¨²blica est¨¢ dominada por dos formas distintas de hacer pol¨ªtica: el liderazgo difuso o pasivo del presidente Rodr¨ªguez Zapatero y la oposici¨®n monogr¨¢fica y obsesiva del PP que, despu¨¦s de unas vacilaciones iniciales, Mariano Rajoy ha asumido como m¨¦todo propio. Estamos lejos de los liderazgos con voluntad carism¨¢tica de otros momentos, a pesar de que en la periferia algunos l¨ªderes intentan ensayarlo con escasa fortuna.
El estilo de liderazgo de Zapatero se basa en dejar que florezcan las iniciativas confiando -sobre la base de un optimismo tel¨²rico- en que las cosas acaben orden¨¢ndose con cierta naturalidad. La intervenci¨®n del presidente llega casi siempre en el ¨²ltimo momento, cuando se acerca la hora del cierre y cunde la alarma de que los deberes no est¨¢n hechos. Lo cual es una estrategia de alto riesgo, porque levanta las expectativas de los ajenos y siembra de dudas a los propios. Las querencias obsesivas de la oposici¨®n del PP tienen una ventaja para Zapatero: reducen mucho el n¨²mero de cuestiones sobre las que el presidente se siente presionado. El PP gast¨® la primera parte de la legislatura en defender el honor perdido de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y busc¨® despu¨¦s en la colaboraci¨®n con la Iglesia cat¨®lica el rearme espiritual necesario para aparecer como partido de combate frente a las reformas en materia de costumbres que Zapatero impulsaba. Reafirmado en sus creencias fundamentales y confortado con la bendici¨®n apost¨®lica, el PP vio la aparici¨®n del Estatuto catal¨¢n como una nueva epifan¨ªa. Y se agarr¨® a ¨¦l con la voracidad de una fiera. All¨ª est¨¢: d¨¢ndole todo el d¨ªa al Estatuto, como si en este pa¨ªs no ocurriera nada m¨¢s. Y se puede decir, en cierto modo, que ha conseguido el ¨¦xito de que este tema domine por completo la escena p¨²blica, pero al mismo tiempo se ha colocado en una v¨ªa estrecha como oposici¨®n, porque su ¨¦xito o fracas¨® depender¨¢ de la suerte del Estatuto catal¨¢n. Si ¨¦ste se aprueba, debidamente enmendado, como parece razonable, tengo la impresi¨®n de que el PP deber¨¢ acudir de nuevo a que la Iglesia le d¨¦ los auxilios espirituales necesarios para volver a empezar. Porque el Estatuto ejerce un papel de espejo deformante de la realidad pol¨ªtica espa?ola: ni es el ¨²nico problema, ni es el principal. Salvo para aquellos que, a coro con el Partido Popular, se empe?an en convertirlo en el superproblema que no es: el desmantelamiento de Espa?a.
Sin embargo, el liderazgo difuso o pasivo de Zapatero est¨¢ siendo sometido a nuevas pruebas, sin que la presi¨®n de la oposici¨®n se note demasiado. El problema con la inmigraci¨®n en Ceuta y Melilla vive una pausa, pero regresar¨¢. La huelga del transporte y la huelga de pescadores han subido la tensi¨®n; el Gobierno ha sabido encontrar un acuerdo cuando, especialmente esta ¨²ltima, empezaba a afectar a la autoridad del Estado. Pero, puesto que por ah¨ª no anda el se?or Estatuto, el PP parece que ni sabe ni le interesa. Como hemos tenido ocasi¨®n de ver esta semana, sus dirigentes est¨¢n tan obsesionados en buscar inconstitucionalidades al Estatuto catal¨¢n que Mariano Rajoy ten¨ªa que hablar del presupuesto del Estado -que deber¨ªa ser el centro de la cr¨ªtica de la oposici¨®n- y se sali¨® por el Estatuto.
Los gobernantes tienden a la paranoia porque su posici¨®n nunca es segura. Siempre hay unas elecciones en el horizonte. Y una elecci¨®n siempre es un riesgo. La presi¨®n del PP ha hecho mella en sectores del Gobierno y del partido socialista que empiezan a echar en cara a sus hermanos catalanes del PSC que podr¨ªan ser culpables, v¨ªa Estatuto, de una hipot¨¦tica p¨¦rdida del poder. La pol¨ªtica est¨¢ hecha de prisas, y el miedo siempre viene acelerado. Pero me parece un juicio por lo menos precipitado. Por dos razones: porque las encuestas que ahora angustian al PSOE se convertir¨¢n en euforizantes si todo este proceso acaba razonablemente bien y el PP, que lo ha invertido todo a esta carta, tendr¨¢ que hacer la en¨¦sima rectificaci¨®n, y porque se enga?an los socialistas si creen, confundidos por la presi¨®n del PP, que el Estatuto es su ¨²nico problema. El Estatuto es una prueba m¨¢s para el sistema de liderazgo difuso o pasivo de Rodr¨ªguez Zapatero. No la ¨²nica. Si se estrella, no ser¨¢ s¨®lo con el Estatuto. Porque el m¨¦todo es el mismo para todos los temas que Zapatero trata. Y a la larga ser¨¢ evaluado, de modo general, en funci¨®n de los resultados.
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