Y le llaman el 'Jordan blanco'
Rakocevic, el nuevo jugador serbio del Madrid, lidera al equipo en su asalto a la Euroliga
La piedra era rectangular, rugosa, h¨²meda y fr¨ªa. No muy pesada, lo suficiente para que la pudieran mover entre varios ni?os. Sobre ella, Igor Rakocevic (Serbia, 1978), escolta del Madrid, saltaba para saber c¨®mo se sent¨ªa Michael Jordan al volar hasta el aro. "De peque?o, como no pod¨ªa saltar mucho, pon¨ªa una gran piedra bajo el aro para saltar y hacer mates. Eran mi especialidad", cuenta mezclando ingl¨¦s y espa?ol. Gracias a sus saltos y a sus gritos, el peque?o Igor se convirti¨® en El Jordan Blanco, como todo el mundo conoc¨ªa a aquel chico de piel clara y frente ancha, un prodigio f¨ªsico que destacaba por encima de todos sus compa?eros de clase. Nadie era m¨¢s r¨¢pido que ¨¦l en los 100 metros. Nadie saltaba m¨¢s ni se tomaba el deporte tan en serio. Ni siquiera Nebojsa Maljkovic, el hijo de Bozidar Maljkovic, su entrenador en el Madrid, que el jueves debuta en la Euroliga contra el Unicaja. "Fueron juntos a clase", suele contar el preparador serbio. "Un d¨ªa Nebojsa vino a casa y me dijo. 'Pap¨¢, hay uno en gimnasia que nos mata, es impresionante, corre el doble que nosotros'. Fui a verle. Es m¨¢s f¨ªsico que los americanos".
"La guerra nos impidi¨® desarrollarnos. No hab¨ªa dinero para balones ni para zapatillas"
"No jugu¨¦ mucho en la NBA, y eso no me hizo feliz, pero s¨ª m¨¢s fuerte. Aprend¨ª a tirar mejor"
Rakocevic, base y escolta, tirador temible, creci¨® entre dramas. Su madre muri¨® cuando ¨¦l ten¨ªa 18 a?os. Las bombas, los muertos y los puentes rotos de la guerra civil yugoslava terminaron con los entrenamientos, con las sesiones de tiro y el camino hacia el estrellato: "Nos impidi¨® desarrollarnos. No hab¨ªa dinero. No ten¨ªamos ni para balones ni para zapatillas", recuerda. De tanta desgracia sac¨® dos conclusiones. La primera: "El basket es lo mejor de mi pa¨ªs". La segunda: "Tienes que ser duro", dice. "Mi vida ha tenido muchos altibajos y eso me ha hecho ser como soy. Cada vez que no he jugado o lo he hecho mal he trabajado m¨¢s para ser el jugador que quer¨ªa ser. Todav¨ªa puedo mejorar".
Impulsado por el ejemplo de su padre Goran, internacional con Yugoslavia, Rakocevic construy¨® una personalidad a prueba de bombas: "Yo era un gran talento desde el principio. Ahora estoy donde me merezco", cuenta. Empe?ado en probarse contra los mejores, Rakocevic emprendi¨® la aventura de la NBA en 2002, cuando fich¨® por los Minesotta Timberwolves. Su objetivo: "Jugar para ganar", como en Europa. No funcion¨®.
Estados Unidos descubri¨® a un jugador desorientado, empeque?ecido por el f¨ªsico de sus oponentes y sin apenas minutos sobre el parqu¨¦. Aunque aprovech¨® la experiencia. "No jugu¨¦ mucho y eso no me hizo feliz, pero si m¨¢s fuerte. Aprend¨ª a tirar mejor. Me ense?¨® a creer en m¨ª y me cambi¨® mentalmente", explica. De aquellos d¨ªas sentado en el banquillo guarda un recuerdo imborrable: "Me toc¨® defender a Allen Iverson y le permit¨ª hacer ¨²nicamente 2 puntos. Fue algo muy especial; ?tuve algo de suerte!", admite. Roto el sue?o americano, Rakocevic emprendi¨® el camino de vuelta a Europa, donde, tras pasar por el Pamesa Valencia, imparte clases de tiro en el Madrid: tras comenzar el curso lesionado, Rakocevic encest¨® 22 puntos contra el Menorca y 25 contra el Bilbao.
"Puedo hacer muchas cosas", dice para explicar sus promedios en lo que va de campa?a (casi 15 puntos y dos rebotes en cuatro partidos, con un 50% de efectividad en triples). "Juego con energ¨ªa, con pasi¨®n. Me gusta satisfacer al p¨²blico, defender con intensidad y jugar r¨¢pido y agresivo". A Rakocevic le gusta saltar. Jugar fuerte. Agresivo. Como cuando era ni?o, necesitaba una piedra para llegar al aro y le llamaban El Jordan blanco.
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