El mito de Al Zarqawi
El pasado 4 de octubre, el primer d¨ªa de Ramad¨¢n, las tropas estadounidenses en Irak lanzaban una nueva ofensiva cerca de Al Qaim, en la frontera con Siria. Ha sido el ¨²ltimo intento de destruir a Abu Musab al Zarqawi, el esquivo l¨ªder de Al Qaeda en Irak. Como en el pasado, lejos de inutilizar a la insurgencia yihadista, esta acci¨®n militar est¨¢ fomentando la popularidad de su l¨ªder. El mito de Al Zarqawi, urdido originalmente por EE UU para justificar el cambio de r¨¦gimen en Irak e idealizado por el movimiento yihadista, ha oscurecido la verdadera naturaleza de la insurgencia iraqu¨ª. Ha llegado el momento de descubrir qui¨¦n es en realidad.
Nacido Ahmed Fadel al Jalaila en Zarqa, una ciudad industrial pobre de Jordania rodeada por campos de refugiados palestinos, Al Zarqawi se cri¨® en Ma'sum, un barrio obrero deprimido en el que los valores tradicionales y tribales combinan mal con la cultura del consumismo occidental y la r¨¢pida modernizaci¨®n. Al Zarqawi, de origen beduino, era tozudo, indisciplinado y rebelde, permanentemente enfrentado a su entorno social. A los 16 a?os abandon¨® la escuela, se uni¨® a una banda local y se convirti¨® en un mat¨®n. Arrestado por agresi¨®n sexual, pas¨® una breve temporada en la c¨¢rcel, donde entr¨® en contacto con radicales religiosos. Cuando fue liberado, result¨® f¨¢cil reclutarle para que se uniera a los muyahidin en Afganist¨¢n.
Seg¨²n parientes y amigos, Al Zarqawi ve¨ªa en la yihad antisovi¨¦tica una forma honorable de huir de las barriadas de Oriente Pr¨®ximo y una oportunidad de convertirse en h¨¦roe. Ir¨®nicamente, nunca alcanz¨® ninguno de esos objetivos. Cuando lleg¨® a Afganist¨¢n, en la primavera de 1989, ya era demasiado tarde para luchar contra el Ej¨¦rcito Rojo. Sin contactos ni un verdadero entendimiento de la pol¨ªtica de los muyahidin, era b¨¢sicamente un inadaptado.
En 1990 conoci¨® en Peshawar a un distinguido pensador radical salafi, Abu Mohamed al Maqdisi, y se hizo amigo suyo. Pronto entablar¨ªan una relaci¨®n simbi¨®tica que dur¨® una d¨¦cada. Seg¨²n Fuad Hussein, un periodista jordano que los conoci¨® a ambos, Al Zarqawi aprendi¨® de Al Maqdisi la ideolog¨ªa fundamentalista. Lo que le atrajo era la naturaleza intransigente y destructiva del salafismo radical, que rechaza tanto las realidades socioecon¨®micas y pol¨ªticas occidentales como las ¨¢rabes.
En 1993, Al Zarqawi y Al Maqdisi regresaron a Zarqa, donde empezaron a organizar una c¨¦lula yihadista para derrocar al Gobierno jordano. Detenidos al a?o siguiente, permanecieron encarcelados cinco a?os. Fue durante su cautividad cuando se hicieron patentes las excepcionales cualidades de liderazgo de Al Zarqawi. La tortura y el confinamiento en solitario no le hicieron desmoronarse; por el contrario, la crudeza de la c¨¢rcel aviv¨® su determinaci¨®n de desafiar a la autoridad. "Era duro, dif¨ªcil de tratar", reconoce Sami al Majaali, ex director de la Autoridad de Prisiones de Jordania, un comportamiento que causaba admiraci¨®n. "Los j¨®venes que le rodeaban eran verdaderos combatientes yihadistas y le eligieron como l¨ªder", recuerda un interno. "Era un aut¨¦ntico l¨ªder, un pr¨ªncipe, como le llamaban los presos", confirma Al Majaali. "Siempre ¨¦ramos cautelosos al abordarle, sobre todo porque los tratos con cualquiera de aquellos convictos deb¨ªan realizarse a trav¨¦s de ¨¦l. Era nuestra principal preocupaci¨®n; si cooperaba, los dem¨¢s seguir¨ªan su ejemplo".
Liberado de la prisi¨®n gracias a una amnist¨ªa por la coronaci¨®n del rey Abdul¨¢ de Jordania, Al Zarqawi se dirigi¨® a Chechenia con un grupo de seguidores, pero acab¨® regresando a Afganist¨¢n. En 2000, en Kandahar, conoci¨® por fin a Osama Bin Laden, que les invit¨® a ¨¦l y a su grupo a unirse a Al Qaeda. Pero, contrariamente a lo que se suele creer, el jordano declin¨® la oferta. Se neg¨® a luchar contra el enemigo lejano, Estados Unidos, porque su horizonte se centraba en el cercano, en los reg¨ªmenes ¨¢rabes corruptos y, m¨¢s concretamente, en su nativa Jordania. ?Es factible que un "pez tan peque?o" de la laguna yihadista, un hombre sin respaldo econ¨®mico y ni tan siquiera un historial como muyahid, rechazara la oferta de Bin Laden? Para quienes conocen a Al Zarqawi, esta clase de comportamiento concuerda perfectamente con su personalidad. "Nunca ha seguido las ¨®rdenes de los dem¨¢s", reconoce un miembro de su grupo. "Nunca le he o¨ªdo alabar a nadie, aparte del Profeta".
Con el apoyo del r¨¦gimen talib¨¢n, Al Zarqawi erigi¨® un peque?o campamento en Herat, cerca de la frontera iran¨ª. Frecuentado por yihadistas jordanos, palestinos y sirios, el campamento forjaba a futuros terroristas suicidas que perpetrar¨ªan atentados en sus pa¨ªses de residencia. Las relaciones con los talibanes eran amistosas, al igual que con los salafistas radicales de Ir¨¢n y con un grupo de jordanos de la ciudad de Salt que se hab¨ªa instalado en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª. Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen talib¨¢n, estos contactos ayudaron a Al Zarqawi y a sus seguidores a llegar al Kurdist¨¢n iraqu¨ª y, al mismo tiempo, a captar la atenci¨®n de los servicios secretos kurdos.
En oto?o de 2001, los kurdos alertaron a los estadounidenses de los lazos de Al Zarqawi con grupos yihadistas locales del Kurdist¨¢n iraqu¨ª. Las autoridades de EE UU no reconocieron su nombre y se pusieron en contacto inmediatamente con sus hom¨®logos jordanos para averiguar m¨¢s cosas sobre ¨¦l. Desde ese momento, la lista de delitos de Al Zarqawi se multiplic¨®. Se le acus¨® de organizar un complot frustrado durante las celebraciones del milenio en Jordania; del asesinato de Yitzhak Snir, un ciudadano israel¨ª, y de la muerte del diplom¨¢tico estadounidense Laurence Foley. Debido a que no se aportaron pruebas que respaldaran dichas acusaciones, muchos periodistas de Oriente Pr¨®ximo empezaron a creer que se hab¨ªa tendido una trampa a Al Zarqawi para que pasara por un nuevo l¨ªder terrorista internacional. M¨¢s tarde, el 5 de febrero de 2003, Colin Powell, secretario de Estado de EE UU, declaraba al mundo: "Actualmente, Irak da cobijo a una mort¨ªfera red terrorista encabezada por Abu Musab al Zarqawi, socio y colaborador de Osama Bin Laden y de sus lugartenientes de Al Qaeda". Al no lograr descubrir armas de destrucci¨®n masiva en Irak, la Administraci¨®n estadounidense hab¨ªa fundado su defensa de la guerra en los contactos de Sadam con el terrorismo. Al Zarqawi era el v¨ªnculo con Al Qaeda.
Casi de la noche a la ma?ana, el jordano pas¨® de ser un desconocido en el mundo del terrorismo internacional a participar en todos los atentados terroristas importantes. Mientras los pol¨ªticos, los servicios de espionaje y los medios estaban ocupados entretejiendo el mito de Al Zarqawi con la pol¨ªtica del miedo -el panorama de pesadilla que condujo a la guerra en Irak-¨¦l estaba all¨ª prepar¨¢ndose para la batalla. "Ser¨ªa ingenuo pensar que mientras EE UU planificaba su guerra contra Irak, alguien como Abu Musab no se estaba preparando para luchar contra ellos all¨ª", revela un miembro de su grupo. "Llevaba mucho tiempo organizando todo esto".
La planificaci¨®n es una de las mayores habilidades de Al Zarqawi. Se abstuvo deliberadamente de entrar en el ruedo iraqu¨ª durante la guerra oficial. Seg¨²n uno de sus combatientes, no pod¨ªa competir con los B-52, con los misiles y con otras armas de alta tecnolog¨ªa del arsenal estadounidense. Su t¨¢ctica fue esperar hasta agosto de 2003, cuando la insurgencia chi¨ª estaba en pleno desarrollo y los iraqu¨ªes consideraban a las fuerzas de la Coalici¨®n potencias ocupantes.
Contrariamente a lo que ha manifestado Powell, Al Zarqawi no era un l¨ªder terrorista internacional, ni tampoco miembro de Al Qaeda. En Irak era un desconocido: un extranjero de or¨ªgenes obreros que dirig¨ªa a un reducido grupo de combatientes ¨¢rabes. Al carecer de autoridad religiosa, era incapaz de congregar a la poblaci¨®n sun¨ª de Irak. Su liderazgo necesitaba legitimidad desesperadamente, y la ¨²nico que pod¨ªa aportarla era Al Qaeda. Ello explica por qu¨¦ desde agosto de 2003 Al Zarqawi busc¨® repetidamente la aprobaci¨®n y el reconocimiento de Bin Laden. De su correspondencia trasciende el motivo por el que el jordano quer¨ªa abrir una brecha entre la insurgencia sun¨ª y chi¨ª. Al Zarqawi tem¨ªa la formaci¨®n de una resistencia unida y nacionalista, que ser¨ªa necesariamente laica y que rechazar¨ªa a los yihadistas ¨¢rabes. Mantener a los guerreros islamistas al frente de la batalla contra EE UU era estrat¨¦gicamente primordial para instaurar un Estado islamista sun¨ª en Irak. Por ello, desde el principio Al Zarqawi combati¨® en dos frentes: en uno, contra los chi¨ªes, y en otro, contra los estadounidenses.
Por una coincidencia surrealista, mientras en Irak Al Zarqawi estaba buscando la colaboraci¨®n de Bin Laden para que le ayudara a impulsar su liderazgo, en el resto del mundo su mito crec¨ªa de forma exponencial. Se le culpaba de todos los ataques dentro y fuera de Irak, en especial de las misiones suicidas y de la resistencia en Faluya. En realidad, s¨®lo dirig¨ªa a un peque?o grupo de ac¨¦rrimos combatientes ¨¢rabes. En diciembre de 2004, cuando Bin Laden por fin le otorg¨® su apoyo y le nombr¨® emir de Al Qaeda en Irak, se consider¨® a Al Zarqawi el n¨²cleo de la insurgencia iraqu¨ª.
El mito de Al Zarqawi sigue creciendo y siendo manipulado por quienes lo han urdido y construido y se han beneficiado de ¨¦l. Entre ellos se encuentran la Administraci¨®n de EE UU y Osama Bin Laden. Las v¨ªctimas son millones de iraqu¨ªes.
Loretta Napoleoni es economista italiana, autora de Insurgent Iraq:al-Zarqawi and the new generation, y de Yihad: c¨®mo se financia el terrorismo en la nueva econom¨ªa (Urano). Traducci¨®n de News Clips.
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