Los desheredados africanos
All¨¢ a comienzos de los a?os setenta, el te¨®rico franc¨¦s Guy Hennebelle sancion¨® aquello de que "las pel¨ªculas hechas para embrutecer, embrutecen, y las hechas para convencer s¨®lo convencen a los ya convencidos", galimat¨ªas tras el que se evidenciaba la necesidad de que si los directores progresistas pretend¨ªan llegar a las grandes plateas deb¨ªan hacerlo buscando otros caminos.
Muchos lo hicieron, desde Francesco Rosi a Costa Gavras; y de ah¨ª naci¨® un cine de denuncia que no renunciaba a los mecanismos gen¨¦ricos, ni a buscar la empat¨ªa del espectador. Ha llovido mucho desde entonces, pero la pregunta sigue en el aire: ?c¨®mo hacer un cine de denuncia sin resultar infiel a determinados supuestos ideol¨®gicos y, al tiempo, a contentar las expectativas del respetable?
EL JARDINERO FIEL
Direcci¨®n: Fernando Meirelles. Int¨¦rpretes: Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Hubert Kound¨¦, Danny Huston, Danielle Harford. G¨¦nero: drama. Gran Breta?a, 2005. Duraci¨®n: 129 minutos.
El jardinero fiel se enmarca claramente dentro de esta tendencia de cine para amplias plateas, pero sin renunciar a una clara vocaci¨®n de denuncia. Tiene, por consiguiente, todos los tics de ese cine: progres europeos sin m¨¢cula, buenos tipos enganchados entre los dientes de aceradas maquinarias que todo lo destrozan; denuncia de aspectos que no funcionan en el mundo y que afectan a millones de personas: en este caso: el instinto depredador de las grandes multinacionales farmac¨¦uticas.
Y si acaso, se permite un cierto aggiornamento: no es que su director, el brasile?o Fernando Meirelles, copie la manera de contar, las distorsiones y el montaje sincopado, casi extenuante que lo hizo famoso tras el ¨¦xito universal de Ciudad de Dios (que con su est¨¦tica pensada para plateas juveniles, reconozc¨¢moslo, era un poco "MTV en las favelas"); pero s¨ª que la apariencia del filme, seca, cortante y con un final nada convencional, se distancia del cine comercial al uso.
Fiel a Le Carr¨¦
Bastante fiel, en su sustancia, a la airada denuncia que John Le Carr¨¦ hac¨ªa en la novela hom¨®nima que est¨¢ en la base del filme (de ah¨ª el decidido entusiasmo del escritor por su, digamos, criatura cinematogr¨¢fica), El jardinero fiel se mantiene en pie gracias a una mirada particularmente inquisidora del cineasta, que no olvida retratar las condiciones infames de la vida de los desheredados de Kenia (pero podr¨ªa ser cualquier otro pa¨ªs africano), por la convincente, envolvente manera que tiene de plantear el conflicto central del filme (un honesto diplom¨¢tico brit¨¢nico que descubre, horrorizado, que su mujer ha sido asesinada no por quienes le dicen, sino por otros), y que desanda el camino que su esposa, activista antiglobalizaci¨®n, ha hecho en busca de una atroz operaci¨®n de cobayas humanas a gran escala.
Si acaso, le pierde a veces su deseo de marcar claramente las fronteras entre malos y buenos, y de presentar un protagonista tan de una pieza que amenaza a la credibilidad del asunto, as¨ª como algunos episodios abruptamente contados: sirva de ejemplo el enamoramiento adolescente del embajador brit¨¢nico (Danny Huston) por la bella esposa del protagonista (Rachel Weisz), mucho m¨¢s matizada en la novela. Pero la agradecer¨¢n no s¨®lo los interesados en las condiciones de vida del ?frica de ahora mismo, sino cualquier amante del cine criminal y hasta de las historias de amores con final tr¨¢gico.
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