El 'gulag' de la CIA
La Uni¨®n Europea no debe tolerar que en su territorio haya agujeros negros carcelarios al margen del derecho europeo e internacional. El diario norteamericano The Washington Post y la organizaci¨®n Human Rights Watch avalan una informaci¨®n que, de confirmarse totalmente, es de suma gravedad: la CIA mantiene en detenci¨®n ilegal en pa¨ªses europeos a supuestos terroristas de Al Qaeda, a los que probablemente somete a torturas y tratos inhumanos. No basta un mero examen o recogida de informaci¨®n, como anunci¨® ayer la Comisi¨®n Europea, sino que es necesaria una investigaci¨®n en toda regla, y si se confirma, la imposici¨®n de sanciones a los pa¨ªses infractores, y una condena a Estados Unidos por estas pr¨¢cticas que alimentan a los terroristas y a sus partidarios lejos de servir para eliminar esta lacra.
A petici¨®n de la Administraci¨®n de Bush, el diario no ha revelado la lista de los pa¨ªses implicados. Human Rights Watch ha apuntado a Polonia, miembro de la UE, y a Rumania, aspirante a ingresar en 2007, con el tratado de adhesi¨®n ya firmado, entre otros Estados europeos de la antigua ¨®rbita sovi¨¦tica, como probables territorios que albergan esas c¨¢rceles secretas, ir¨®nicamente instaladas en algunos antiguos centros de internamiento sovi¨¦ticos. La vuelta de tuerca del horror est¨¢ dada. La CIA ha creado su propio archipi¨¦lago gulag.
Desde la invasi¨®n de Afganist¨¢n a finales de 2001, la Administraci¨®n de Bush ha estado externalizando las detenciones y las torturas no s¨®lo en Guant¨¢namo (Cuba), sino en pa¨ªses como el propio Afganist¨¢n, Egipto, Jordania y otros como Tailandia. Esto es algo que ha motivado la rebeli¨®n del Senado de EE UU, que aprob¨® por 90 votos a favor y nueve en contra una enmienda a la ley de los presupuestos militares que obliga a respetar las normas internacionales y americanas en el trato de prisioneros. Pero la Casa Blanca amenaza con vetarla y est¨¢ impidiendo que las reglas para los militares americanos se escriban seg¨²n la Convenci¨®n de Ginebra y las propias leyes contra la tortura.
Los hilos de este tenebroso asunto conducen de nuevo hasta el vicepresidente Cheney, que quiere legalizar estos centros secretos y la tortura por agentes de informaci¨®n. Tras la renuncia de su jefe de Gabinete, Lewis Libby, arquitecto principal de la pol¨ªtica de torturas, una parte de sus funciones ha sido asumida por David Addington, el infame autor del famoso memor¨¢ndum de 2002 que pretend¨ªa legalizar estas pr¨¢cticas. Y ahora se descubre que en nombre de la "guerra contra el terrorismo" ha exportado a Europa este horror. No debemos tolerarlo.
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