Barcelona, ciudad emergente
Observo con preocupaci¨®n como ¨²ltimamente se est¨¢n alzando voces cr¨ªticas que cuestionan la pol¨ªtica tur¨ªstica de Barcelona en un tono entre ir¨®nico y dram¨¢tico. Como si se tratara de redactar panfletos, articulistas asiduos a los peri¨®dicos de la ciudad han llegado a asegurar, por ejemplo, que "les cuesta distinguir entre la econom¨ªa tardofranquista y el modelo actual, edificado sobre los mismos pilares", y se lanzan afirmaciones tajantes tales como "el turismo de calidad no existe" y su ¨¦tica es "perversa, maniquea y salvaje".
La traca final, que permite vislumbrar justo donde m¨¢s duele, llega con la escasa capacidad que tienen para competir en el dinamismo econ¨®mico de la capital acusando a los responsables de la ciudad de tener que "mudarse a otros barrios porque no pueden pagar semejantes alquileres [del paseo de Gr¨¤cia], con lo que la visualizaci¨®n de nuestro potencial creativo desaparece". Adem¨¢s, no puede ser, en su opini¨®n, "que un caf¨¦ en el centro cueste mucho m¨¢s que en otras zonas".
Barcelona ha entrado en el selecto club de ciudades que atraen actividades econ¨®micas al margen del turismo sin renunciar a nada
Vayamos paso a paso. No puede ignorarse cu¨¢nto ha costado que Barcelona sea reconocida en todo el mundo occidental como una marca de calidad, de modo que muchas personas la escojan como destino tur¨ªstico y como sede de convenciones y congresos, como la Feria EIBTM y el 3GSM World Congress. Se olvida a menudo que la capital catalana no es capital de un Estado y, por tanto, no participa de la l¨®gica de la pol¨ªtica internacional que se establece entre ciudades de ese rango. S¨®lo a partir de grandes acontecimientos (1888, 1929, 1992) se puede avanzar en estas circunstancias. Por todo ello, lo que inicialmente era un turismo estacional se ha ido convirtiendo en un fen¨®meno permanente que genera estabilidad laboral y puestos de trabajo que se benefician de las rentas que producen econom¨ªas m¨¢s s¨®lidas que la catalana, cosa muy interesante para la balanza de pagos del Estado y, evidentemente, de la capital de Catalu?a.
Si bien es cierto que el mayor n¨²mero de turistas se concentran en el casco antiguo de la ciudad, el crecimiento de los puntos de atenci¨®n tur¨ªstica hasta un total de 20 es la demostraci¨®n palpable de la creciente descentralizaci¨®n del fen¨®meno y de su expansi¨®n por todo el territorio urbano e incluso por lo que conocemos como Regi¨® I.
Buena parte de los turistas con intereses medioambientales que visitan el Montseny, por ejemplo, o que tienen inquietudes culturales y se interesan por el termalismo vallesano o por el modernismo de Sitges o La Garriga, llegan a sus destinos gracias al polo de atracci¨®n indiscutible que es Barcelona; una ciudad cuyos vecinos valoran cada d¨ªa m¨¢s, conocedores como son de que ha entrado en el selecto club de las ciudades del mundo, lo que representa un factor de atracci¨®n de m¨²ltiples actividades econ¨®micas al margen del turismo. Es bueno no olvidar que la entrada de Barcelona en este club de ciudades conocidas y reconocidas se ha producido sin necesidad de renunciar a nada, y mucho menos a su identidad catalana. Dir¨¦ m¨¢s, la catalanidad de Barcelona es un hecho indisociable de su identidad. Si se me permite el coloquialismo, la catalanidad de Barcelona vende, lo que no significa que los responsables municipales de turismo usen este recurso con fines comerciales. Pero lo usan, y bien usado est¨¢. Lean ustedes atentamente las gu¨ªas tur¨ªsticas editadas por Turisme de Barcelona o analicen los mensajes que reciben los turistas desde el ¨¢mbito municipal: son inequ¨ªvocos.Por ello, nunca como ahora la proyecci¨®n de la lengua catalana a escala internacional ha recibido un impulso tan decidido y eficaz desde la capital; la identidad catalana y la personalidad pol¨ªtica de este pa¨ªs jam¨¢s hab¨ªan sido tan explicitadas como en la actualidad. Por eso no se acaba de comprender demasiado bien el mensaje de los firmantes de algunos art¨ªculos publicados recientemente.
Es cierto que hay disfunciones que corregir; es verdad que lo ideal ser¨ªa podernos desprender de indigentes disfrazados de turistas porque ya tenemos el cupo completo con los aut¨®ctonos y con los inmigrantes; es indiscutible que hay que continuar potenciando instalaciones con voluntad pedag¨®gica como el zoo o el propio acuario que, todo sea dicho, sin el turismo dif¨ªcilmente ser¨ªan lo que son; resulta imprescindible promocionar la gastronom¨ªa catalana como una de las expresiones culturales mejor valoradas; es incuestionable que hay que continuar dando a conocer nuestros museos y nuestras exposiciones temporales, que b¨¢sicamente se dirigen al p¨²blico local. Para eso hay que profundizar en la campa?a Barcelona ¨¦s cultura que Turisme de Barcelona ha llevado a cabo entre 2000 y 2004, con el A?o Internacional Gaud¨ª como m¨¢ximo exponente.
Pero para todo ello necesitamos infraestructuras y recursos, porque no se puede dar respuesta a los retos que plantea hoy una ciudad tur¨ªstica como es Barcelona con instrumentos del siglo pasado. Y sobran actitudes que poco o nada aportan al debate sobre el asunto, m¨¢s all¨¢ de lamentarse del precio del caf¨¦ en los bares del centro de la ciudad.
Santiago Cucurella es director de la Fundaci¨®n Universitaria Mart¨ª l'Hum¨¤.
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