La 'cuchara' de Totti
"Mo je faccio er cucchiaio", dijo Totti. Y a Maldini le son¨® tan raro como a cualquier lector espa?ol. Luego, cuando el t¨®tem milanista tradujo mentalmente del romanesco al italiano, la cosa le son¨® a¨²n m¨¢s marciana. En aquellas circunstancias, lo ¨²ltimo que pod¨ªa uno esperarse era un cucchiaio del romano m¨¢s castizo desde Alberto Sordi. Maldini se qued¨® l¨ªvido.
Era el 29 de junio de 2000 y la semifinal Italia-Holanda del Europeo acababa de terminar en empate. Se jugaba en Holanda y los italianos, encerrados en el c¨ªrculo central, hablaban de qui¨¦n tiraba los penaltis. Di Biagio fue el primero en reconocer que la cosa impon¨ªa. "Francesco, yo tengo miedo", dijo. Y Francesco Totti, en su romanesco cerrado: "A qui¨¦n se lo dices. ?Has visto lo grande que es aqu¨¦l?", resopl¨®, se?alando al portero Van der Saar. Di Biagio: "Pues s¨ª que me animas". Entonces lleg¨® la frase inmortal: "Nun te preoccup¨¢, mo je faccio er cucchiaio". O sea, "no te preocupes, yo le hago la cuchara".
El gran jefe Maldini ten¨ªa la oreja puesta y al cabo de unos segundos, cuando comprendi¨®, se dirigi¨® con gran alarma hacia Totti. "?Pero est¨¢s loco? Estamos en una semifinal del Europeo". Pero Totti ya ten¨ªa la idea clavada en el entrecejo: "S¨ª, s¨ª, le hago la cuchara".
"Er cucchiaio", "la cuchara", es la marca de f¨¢brica del mejor futbolista italiano. Un toque suave, por debajo del bal¨®n, que eleva la trayectoria unos metros y luego la deposita en el suelo, dentro de la porter¨ªa. Una de esas jugadas caprichosas que pueden hacerse cuando se gana por mucho y queda muy poco partido. Una burla amable al contrario y un gui?o al p¨²blico. Una broma, algo que no se hace en el momento m¨¢s crucial del a?o. Lo que pasa es que Totti es Totti. El capit¨¢n del Roma tendr¨ªa poco de qu¨¦ hablar con Einstein, pero la inconsciencia le da a su juego el toque de locura y genio de los grandes idiotas del f¨²tbol: Totti forma parte de la dinast¨ªa de Garrincha, Best, Gascoigne, Cassano. Con la ventaja de no ser cojo, ni alcoh¨®lico, ni paranoico.
Cuando le toc¨® lanzar a Franc¨¦ Totti, camin¨® hacia el punto de lanzamiento, mir¨® a aquel portero holand¨¦s tan grande, se aproxim¨® al cuero y lo acarici¨® en el vientre. El bal¨®n parti¨® en c¨¢mara lenta, como un globo de feria, hacia el centro del marco. Van der Saar, en c¨¢mara r¨¢pida, se hab¨ªa lanzado ya hacia un costado. Y el penalti entr¨® como un suspiro, dulce, desmayado, con la miel de un beso y el ritmo preciso de un buen chiste.
Totti publicar¨¢ el a?o pr¨®ximo un manual de f¨²tbol que se titular¨¢, c¨®mo no, "Mo je faccio er cucchiaio". Ser¨¢ su tercera obra, tras las memorables Los chistes sobre Totti contados por m¨ª mismo y Los nuevos chistes sobre Totti contados por m¨ª mismo. No los escribe ¨¦l, pobrecito, pero en este caso no importa, porque los beneficios (una millonada) se destinan a beneficencia. Totti es, seguramente, el futbolista que m¨¢s dinero ha aportado a obras de caridad, el que ha visitado m¨¢s asilos y hospitales y el que m¨¢s ha hecho por su ciudad.
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