Guadalajara, el M¨¦xico extrovertido
La arquitectura mexicana se dio a conocer al mundo con la obra de Luis Barrag¨¢n. Y fue sobre todo Guadalajara, su ciudad natal, la que se vio marcada por la influencia del segundo receptor del Premio Pritzker (1980). Si bien la ciudad hab¨ªa servido tambi¨¦n como caldo de cultivo para los extranjeros Mathias Goeritz y Eric Coufal en los a?os cincuenta, en las d¨¦cadas siguientes, en cambio, la memoria pes¨® m¨¢s que la invenci¨®n. La arquitectura tapat¨ªa, atrapada por el peso de la tradici¨®n y la nostalgia, qued¨® fija en un mon¨®logo donde patios, muros y materiales respond¨ªan a una imagen preestablecida. Sin embargo, tras esa idea de respeto est¨¢tico, ha surgido en los ¨²ltimos a?os un inter¨¦s por reinventar el territorio.
El proyecto JVC (Jorge Vergara Center) iniciado a finales de los noventa -donde se imagina la construcci¨®n de una acr¨®polis cultural de 240 hect¨¢reas con proyectos de Toyo Ito (museo), Zaha Hadid (hotel), Jean Nouvel (centro de negocios), Daniel Libeskind (edificio universitario), Carme Pin¨®s (recinto ferial), Philip Johnson (museo para ni?os), Thom Mayne (palenque) y TEN Arquitectos (centro de convenciones y plan maestro), entre otros del star system-, a medio camino entre ilusi¨®n o trampa medi¨¢tica del enigm¨¢tico empresario Jorge Vergara (que ha hecho su fortuna con bebidas vitam¨ªnicas para campesinos), ha servido para incorporar la ciudad a un di¨¢logo contempor¨¢neo y global. Del desabrido sabor a incertidumbre que el continuo aplazamiento del megaproyecto ha ocasionado, surgi¨® a la par una renovada visi¨®n de la arquitectura como detonante urbano y tur¨ªstico.
Desde la posibilidad de estrenar una sucursal del Guggenheim hasta la creaci¨®n del Centro Cultural Universitario como nuevo distrito que aglutina distintas infraestructuras culturales bajo un plan maestro dise?ado por C¨¦sar Pelli, una serie de estrategias arquitect¨®nicas buscan catapultar a la ciudad como referente mundial del arte y de la cultura actual. La tierra del mariachi y del tequila es tambi¨¦n la Capital Americana de la Cultura 2005. Con una poblaci¨®n de cuatro millones y medio de habitantes y un ansia por reanimar su abolengo a?ejo y sustituir a Monterrey (sede del F¨®rum de las Culturas 2007) como la segunda ciudad m¨¢s importante de M¨¦xico, Guadalajara (escenario de la Feria del Libro en lengua hispana m¨¢s grande de Am¨¦rica) se encomienda al poder medi¨¢tico de la arquitectura. Y no se equivoca Miquel Adri¨¤ al citar al arquitecto argentino Jorge Moscato, quien dice que "para un chileno la arquitectura es el paisaje, para un colombiano la materia y para un mexicano la forma (monumental, de preferencia)".
Pero lo que antes se encerra-
ba en una monumentalidad de car¨¢cter conventual, marcada por pesados muros de color al estilo de Barrag¨¢n -reproduciendo al interior un mundo ideal deslindado del ruido y de la realidad externa-, hoy participa de la vitalidad de la metr¨®polis volvi¨¦ndose permeable hacia el entorno. Tanto el proyecto para el Guggenheim -comisionado en junio al mexicano Enrique Norten de TEN Arquitectos tras un concurso por invitaci¨®n donde participaron Jean Nouvel y Hani Rashid-Lise Anne Couture de Asymptote- como las obras del Centro Cultural Universitario -donde se plantea el auditorio, la biblioteca p¨²blica, un museo de ciencia, un conjunto para artes esc¨¦nicas y visuales, dos hoteles y una zona comercial- buscan, como todos, el efecto bilba¨ªno pero se balancean entre grandes expectativas y futuros inciertos.
Estos megaproyectos, v¨ªctimas y beneficiarios de apresuradas agendas pol¨ªticas e inconsistentes econom¨ªas, se sostienen en el valor ic¨®nico de la imagen. Mientras la torre trasl¨²cida de 180 metros de altura propuesta por Norten para el museo que corona el paisaje espectacular de la reserva ecol¨®gica de la Barranca de Huentit¨¢n -un ca?¨®n de 610 metros de profundidad y el r¨ªo Santiago, a pocos minutos del centro de la ciudad- seduce y emociona (al menos mientras duren los procesos de factibilidad de un museo que ya ha cancelado sus planes de franquicias en Nueva York, R¨ªo de Janeiro, Tokio y Taiwan y ha cerrado una parte de su sucursal de Las Vegas), el plan del Centro Cultural Universitario, en cambio, inquieta. Con una incipiente experiencia en los concursos p¨²blicos, M¨¦xico ensaya en paralelo su democracia pol¨ªtica con la arquitect¨®nica.
Como el concurso para la Megabiblioteca de la ciudad de M¨¦xico, que Alberto Kalach tendr¨¢ que inaugurar antes del cambio presidencial en diciembre de 2006, el de la Biblioteca P¨²blica del Estado de Jalisco reabre la discusi¨®n en torno a la necesidad de proyectos fara¨®nicos sexenales y cuestiona la transparencia de los procedimientos de adjudicaci¨®n de obra p¨²blica. Si bien en a?os recientes M¨¦xico ha lanzado interesantes concursos internacionales -con jurados parcialmente importados-, no se han eliminado del todo las nociones de "cr¨®nica de un ganador anunciado" o de "fraude patri¨®tico". El concurso de la biblioteca de Guadalajara, fallado en mayo y atribuido al estudio mexicano de L¨®pez Guerra/Toca/Grinberg-Topelson, as¨ª como el del auditorio que construye la oficina de Moyao Arquitectos en el mismo recinto a punto de convertirse en uno de los centros culturales m¨¢s grandes del mundo, acusan una punter¨ªa diestra en lo ic¨®nico y lo institucional.
Si estas arquitecturas forza-
das pretenden revalorar la ciudad, hay otras que han escapado tanto de la ficci¨®n como de la fanfarria y ya modifican el perfil urbano. El centro deportivo Educare construido por TEN en Zapopan en 2001, as¨ª como el reci¨¦n terminado edificio de oficinas Torre Cube de la catalana Pin¨®s, dan buena cuenta de la eficacia acupuntural contra la reconstrucci¨®n quir¨²rgica total. Estas propuestas puntuales, como la del Guggenheim si llegara a construirse, se insertan en el paisaje sin quedar recluidas en parques tem¨¢ticos ni zool¨®gicos arquitect¨®nicos. A diferencia de lo que sucede en el proyecto del Centro JVC donde la arquitectura de TEN y la de Pin¨®s sirven para unir las diferentes piezas de autor, en la ciudad sus propuestas surgen como eventos en s¨ª mismos. Apostando por un nuevo entendimiento de recorridos y secuencias tanto el proyecto del museo como el de las oficinas se resuelven como laberintos verticales. Ambas torres -una transparente y la otra s¨®lida- contrastan con la marcada horizontalidad de una ciudad cada vez m¨¢s blindada y torpe en la domesticaci¨®n del espacio p¨²blico. Con estas atalayas -la de Norten casi fantasmag¨®rica o evanescente y la de Pin¨®s con la dureza aprendida desde el cementerio de Igualada- es posible imaginar la ciudad redefinida por una arquitectura relacionada con el sitio.
En la Torre Cube, situada en un ¨¢rea de reciente expansi¨®n donde se aglomeran nuevos edificios corporativos, Pin¨®s desoye las f¨®rmulas ejecutivas estadounidenses y replantea la tipolog¨ªa de oficinas al aterrizar en un sitio donde la ventilaci¨®n e iluminaci¨®n naturales son todav¨ªa posibles. Por medio de tres n¨²cleos de hormig¨®n, que son a la vez estructura y fachada, se libera al centro un vest¨ªbulo como gran vac¨ªo vertical. La volumetr¨ªa fragmentada -que crea terrazas elevadas convertidas en ventanas urbanas del espacio central- y el gran p¨®rtico -que abre el edificio hacia el paisaje- consiguen una arquitectura que pierde autismo. Sea edificio corporativo, museo cosmopolita o estadio para peleas de gallos (como el que proyecta Thom Mayne para el Centro JVC), estas obras plantean una nueva visi¨®n para Guadalajara, aunque a¨²n falte entender la arquitectura no s¨®lo como pancarta simb¨®lica sino como sistema, como infraestructura urbana y como espacio p¨²blico.
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