"La Guerra Civil como tema literario corre el riesgo de la trivializaci¨®n"
En 1975, los ¨²nicos elementos comunes a todos parec¨ªa ser la inestabilidad de los g¨¦neros, la importancia del lenguaje, la ausencia de inocencia personal y literaria, la incertidumbre moral: a despecho de otras diferencias, estos ingredientes igualaban tambi¨¦n la prosa po¨¦tica de Mortal y rosa de Francisco Umbral y la melopea de Juan sin Tierra de Juan Goytisolo, obras maestras de 1975 (solamente la di¨¢fana narraci¨®n y el juego ir¨®nico de Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta parec¨ªa excluirse de campo acotado; simplemente suced¨ªa que nos faltaba entonces el t¨¦rmino adecuado para calificarlo: posmoderno)". As¨ª pinta Jos¨¦-Carlos Mainer (Zaragoza, 1944) el panorama de la literatura espa?ola en el a?o de la muerte de Franco. Y as¨ª reza en uno de los ensayos recogidos en Tramas, libros, nombres, un volumen que refleja bien la sabidur¨ªa y la inteligencia de este catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza que, ir¨®nicamente, se define como "un anal¨ªtico con la man¨ªa de la s¨ªntesis", o sea, alguien que se mueve con la misma soltura en la cr¨ªtica y en la historia.
"La novela de hoy refleja un pa¨ªs que vive mejor que en 1975 y que, en virtud de esa comodidad, vigila m¨¢s sus sentimientos"
"Como personaje Franco es plano, alguien lleno de complejos que trata de resolverlos mediante la autoridad"
PREGUNTA. En una encuesta de 1985 sobre la novela durante la primera d¨¦cada de democracia usted destacaba tres t¨ªtulos: Herrumbrosas lanzas, de Juan Benet; Antagon¨ªa, de Luis Goytisolo, y El r¨ªo de la luna, de Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu. Veinte a?os despu¨¦s, ?cu¨¢les ser¨ªan sus elegidos?
RESPUESTA. Habr¨ªa que a?adir una novela de Antonio Mu?oz Molina -El Jinete polaco o Beatus Ille-, una de ?lvaro Pombo -El metro de platino iridiado- y una de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s -Visi¨®n del ahogado-. Seguramente Mill¨¢s ha escrito novelas m¨¢s importantes pero ¨¦sta une eso que buscamos los historiadores de la literatura: la capacidad de reflejar cosas, la oportunidad y la calidad. Lo que pasa es que Mill¨¢s es una actitud, una manera de ver las cosas y por eso, como ocurre con Baroja, no es f¨¢cil decir qu¨¦ novela suya es la mejor. Por otro lado, aunque no es una revelaci¨®n, tampoco Benet lo era, habr¨ªa que a?adir una de Mars¨¦.
P. ?C¨®mo se traduce literariamente esa capacidad de reflejar cosas de las que habla?
R. No me refiero al realismo en su sentido vulgar, sino a captar los componentes de la realidad metaf¨®ricamente. Eso lo puede hacer tanto una novela con tendencia a despegarse de la realidad cotidiana como una muy introspectiva. Lo importante es ese click que refleja en un momento determinado cosas que no son obvias pero que la distancia permite ver mejor. En el caso de Visi¨®n del ahogado importan poco los aspectos anecd¨®ticos: que un drogadicto asalte farmacias, que el escenario sea un barrio muy peculiar del Madrid de los setenta. Es todo ello y algo m¨¢s: la necesidad de ver un pasado inh¨®spito. La mezcla de todo eso -que a veces son elementos de la pura realidad pero que la realidad no ofrece de suyo de una forma tan punzante, tan llamativa- es lo que convierte una novela en diagn¨®stico de un momento.
P. Usted hace una radiograf¨ªa de la novela en 1975. ?Cu¨¢l ser¨ªa la de la novela de 2005?
R. Tienen aspectos muy parecidos. La sensaci¨®n de incertidumbre no se pasa con facilidad en 30 a?os. Las buenas novelas de hoy siguen reflej¨¢ndola. Tambi¨¦n reflejan un mayor ego¨ªsmo. La gente se ha acorazado m¨¢s sentimentalmente. Pienso en una novela estupenda de Almudena Grandes, Los aires dif¨ªciles. Refleja un momento en que el pa¨ªs vive mejor y, en funci¨®n de esa comodidad, desconf¨ªa de cualquier aventura exterior, vigila m¨¢s sus sentimientos.
P. ?ltimamente arrecian las cr¨ªticas a la imagen que se acu?¨® del franquismo y la transici¨®n.
R. Estamos viviendo una contrarreforma. Una relectura de la Guerra Civil y de la Rep¨²blica -a la que se considera directa responsable de la guerra-. La relectura del franquismo es m¨¢s t¨ªmida. Va a tardar m¨¢s, pero llegar¨¢. Esto tiene unas circunstancias -los cuatro ¨²ltimos a?os del Gobierno de Aznar- y unos responsables -una serie de historiadores aficionados, como P¨ªo Moa o C¨¦sar Vidal, que hablan de la cegadora luz de la historia, usando una frase de Ricardo de la Cierva-. Son de los pocos para los que la historia es todav¨ªa el juicio final que decide qui¨¦nes van al cielo y qui¨¦nes al infierno.
P. Tambi¨¦n desde la izquierda se ha criticado la transici¨®n. Pienso en novelistas como Rafael Chirbes o Isaac Rosa.
R. La izquierda siempre fue muy cr¨ªtica con la transici¨®n. Siempre consider¨® que era insuficiente y que defraudaba. Por eso se cometieron errores graves, como la minusvaloraci¨®n de UCD. Yo nunca les vot¨¦, pero dinamitar esa posibilidad revel¨® una impaciencia un poco peterpanesca.
P. Para Caballero Bonald la transici¨®n decret¨® una historia sin culpables.
R. Yo no soy tan dr¨¢stico. La memoria hist¨®rica no se perdi¨® nunca. Ni siquiera durante el franquismo. De hecho, la historia intelectual, no del franquismo, s¨ª bajo el franquismo, es una serie de reencuentros con el pasado inmediato. Del exilio, por ejemplo, se empieza a hablar en los a?os sesenta. Y en el a?o 1976, cuando Espa?a es el pa¨ªs invitado en la Bienal de Venecia, la muestra que se organiza reconstruye el pabell¨®n espa?ol en la exposici¨®n internacional de Par¨ªs de 1937. Era el rescate de la vanguardia, del compromiso, de la Rep¨²blica. Nos hemos pasado la vida mirando al pasado y tal vez uno de nuestros errores -me refiero a la izquierda intelectual- ha sido despreciar las posibilidades del presente.
P. En su libro dice que fueron los hijos de los combatientes los que reivindicaron el t¨¦rmino Guerra Civil frente a la Cruzada de la que hablaban los padres.
R. S¨ª, la generaci¨®n del 50 es la que rescata la idea de Guerra Civil. El Jarama es una novela de la Guerra Civil.
P. ?Y los nietos? Aunque nunca dej¨® de escribirse sobre la guerra, Soldados de Salamina marc¨® un punto de inflexi¨®n.
R. Ahora hay una visi¨®n quiz¨¢ m¨¢s blanda. Uno de los riesgos que corre el tema de la Guerra Civil es una cierta trivializaci¨®n sentimental.
P. "Infecci¨®n sentimental" llega a decir usted.
R. S¨ª. No es el caso de Javier Cercas, pero es algo que est¨¢ en los libros de Dulce Chac¨®n. Y lo siento porque haya fallecido, pero en su obra hab¨ªa una visi¨®n m¨¢s dulzona.
P. ?A qu¨¦ se debe esa blandura?
R. A la distancia. El otro argumento ser¨ªa atribuirlo a la comercializaci¨®n
... pero pienso que es el haber conocido la guerra de forma casi exclusivamente bibliogr¨¢fica. Yo no la viv¨ª, pero mi padre combati¨® en ella. En el caso de los que tienen quince a?os menos que yo, ya fue su abuelo.
P. Hablando de los a?os cuarenta dice usted que el franquismo no fue un largo t¨²nel sin evoluci¨®n.
R. Espa?a no se qued¨® muda. La idea de Le¨®n Felipe de "nos hemos llevado la canci¨®n los exiliados" es muy bonita y emotiva, pero imposible.
P. ?Los que ganaron la guerra perdieron la historia de la literatura, como se ha dicho?
R. En parte s¨ª. Lo dijo, entre otros, Gim¨¦nez Caballero, que sab¨ªa de qu¨¦ hablaba y que era partidario de las victorias incondicionales. En cierta medida fue as¨ª. Tambi¨¦n lo es que los grandes escritores se exiliaron. De hecho, la reconstrucci¨®n de la historia de la literatura espa?ola tiene lugar, como dec¨ªa, cuando en los a?os sesenta el exilio es reconocido en su aut¨¦ntico valor y se incorpora una generaci¨®n, la del 50, que ha crecido extramuros del franquismo. Entonces se produce una recusaci¨®n del parte final de la guerra: "Ustedes habr¨¢n obtenido la victoria militar pero han perdido la cultural". Por otro lado, en los sesenta Franco y el franquismo dejan de ser un ingrediente activo en la vida cultural. Ya no hay escritores que se declaren franquistas. Los habr¨¢, pero a t¨ªtulo privado.
P. ?Hubo injusticia literaria con los vencedores como la hubo personal con los vencidos?
R. Sobre los escritores fascistas espa?oles ha habido un movimiento de reivindicaci¨®n incluso excesivo. De todos modos, esos rescates no pueden hacerse en grupo. Me niego a meter a Rafael S¨¢nchez Mazas en el mismo casillero con Rafael Garc¨ªa Serrano. Aparte de que ganaron la misma guerra y se sintieron orgullosos del mismo uniforme no tienen nada que ver.
P. ?Hubo una tercera Espa?a?
R. No. Hubo dos. Dentro de unos y de otros hay, claro, un espectro muy variado. En las cartas que escribi¨® Jarn¨¦s a Gregorio Mara?¨®n cuando se va al exilio le dice que se siente muy mal con la gente del Sinaia, el barco que lleva a los exiliados a M¨¦xico. Era un hombre que se sent¨ªa muy a disgusto en el bando que hab¨ªa elegido. ?En el otro bando? El conde de Romanones escrib¨ªa en 1939 que para ¨¦l la libertad era lo m¨¢s importante, y que la libertad ya se hab¨ªa acabado. Este hombre que hab¨ªa ganado la guerra sab¨ªa que hab¨ªa perdido algo trascendental. Este sentimiento fue muy com¨²n. En Catalu?a, por ejemplo, mucha gente sab¨ªa que hab¨ªan tenido que entregar su catalanismo en pago de que les dejaran ser burgueses tranquilamente. Estas situaciones son las que van evolucionando posteriormente. Nada es blanco ni negro. Yo no conozco a nadie que representara la tercera Espa?a. Ni siquiera Salvador de Madariaga.
P. Al estudiar la imagen literaria de Franco cita usted ese verso de Valente en el que habla de ¨¦l como el padre invertido que "nos desengendraba".
R. Hablo de textos que son ajustes de cuentas. Literariamente hay dos cosas fundamentales: la identificaci¨®n con el padre (y la violenta ruptura ed¨ªpica) y la necesidad de venganza. Es el hombre que detiene el tiempo. Como personaje de ficci¨®n Franco es plano, alguien lleno de complejos que trata de resolverlos mediante la autoridad y el orden: en s¨ª mismo, en su casa y en el pa¨ªs.
P. Y sin embargo, usted mismo retoma la eterna pregunta: ?por qu¨¦ la cosa dur¨® 40 a?os?
R. Porque la cosa era blanda. Era una dictadura con ciertas condiciones de elasticidad. Hab¨ªa varios factores. Por un lado, la descapitalizaci¨®n del pa¨ªs: de los l¨ªderes de la clase obrera, de toda una clase pol¨ªtica, del mundo universitario. Eso da para muchos a?os hasta que se reconstruye un universo medianamente habitable. Por otra parte, cuando en los a?os cincuenta hay un reemplazo en ese orden de cosas es cuando el r¨¦gimen empieza a tener elasticidad econ¨®mica y social. Luego, cuando podr¨ªa haber una clase obrera organizada es el momento de la emigraci¨®n a Alemania. El pa¨ªs vuelve a sacudirse una potencial protesta obrera. De todos modos, el disenso en los a?os sesenta y setenta era enorme. M¨¢s de lo que parece. Pero el pa¨ªs llevaba tambi¨¦n una vacuna contra todo aventurerismo. El aspecto insurreccional es el paso que no iba a dar: estaba curado de espanto y ya ten¨ªa cosas que defender, cierto nivel econ¨®mico, por ejemplo.
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