Para ense?ar la lengua
La Academia trabaja ahora en la nueva 'Gram¨¢tica' y en el 'Diccionario hist¨®rico'
Estos dos hombres, uno madrile?o de adopci¨®n, de 54 a?os, y otro salmantino, 10 a?os mayor, est¨¢n encargados por sus compa?eros, los acad¨¦micos del espa?ol, de recopilar los materiales que permitan describir y ense?ar mejor la lengua. Esos materiales -la nueva Gram¨¢tica y el Diccionario hist¨®rico- est¨¢n en periodos distintos de elaboraci¨®n. La Gram¨¢tica, que es responsabilidad del madrile?o adpotado Ignacio Bosque, catedr¨¢tico de Lengua Espa?ola en la Complutense, podr¨ªa estar disponible, en un primer borrador, el a?o pr¨®ximo, cuando se re¨²na el Congreso de las Academias. Tendr¨¢ unas dos mil p¨¢ginas. Y el Diccionario hist¨®rico -cuya elaboraci¨®n est¨¢ a cargo del salmantino Jos¨¦ Antonio Pascual, catedr¨¢tico de la misma disciplina en la Universidad Carlos III, de Madrid- se pondr¨¢ en marcha de veras el pr¨®ximo mes de enero.
"La receta para acabar con todos los fundamentalismos es viajar" (J. A. Pascual)
La preocupaci¨®n que m¨¢s les anima es hacer una 'Gram¨¢tica' y un 'Diccionario' que haga justicia al espa?ol de todas partes
El 'hist¨®rico' es un proyecto de Estado; lo pagar¨¢ el Ministerio de Educaci¨®n. "Un proyecto cient¨ªfico. ?Como el del genoma!"
Ambos proyectos est¨¢n entre los m¨¢s ambiciosos de las academias de la Lengua; lideradas por la Espa?ola, pero, como el Diccionario de dudas, que sale a la calle esta semana, est¨¢n hechos con el concurso de todas las academias, son panhisp¨¢nicos.
Hablar de la Gram¨¢tica y del Diccionario hist¨®rico con estos dos acad¨¦micos es como hablar de distintos aspectos de un equipo de f¨²tbol del que ellos fueran fan¨¢ticos, el espa?ol. En este caso, ellos creen que el equipo va ganando; encuentran el espa?ol "saludable y cohesionado", y entienden que despu¨¦s de este esfuerzo panhisp¨¢nico va a estar a¨²n m¨¢s "en plena forma".
No lo dicen por el trabajo propio; en estos casos, ellos son la punta de lanza de varios equipos, de ¨¢mbito mundial. Bosque, que lleva seis a?os con la Gram¨¢tica, desgrana algunos de los nombres que est¨¢n entre sus colaboradores: Salvador Guti¨¦rrez, de la Universidad de Le¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Brucart, de la de Barcelona, Brenda Laca, uruguaya, de la Universidad de La Sorbona; J. Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua, entre otros. Pascual est¨¢ formando su equipo.
Hablan del espa?ol sentados en los sillones rojos, mullidos, casi hundidos, de la llamada sala de pastas de la Espa?ola; la casa est¨¢ en penumbra, el silencio parece filol¨®gico; sobre sus cabezas penden algunos retratos que son de antiguos directores de la Academia. Detr¨¢s de ambos les miran Manuel Alvar y Fernando L¨¢zaro, dos maestros en el arte de ense?ar la lengua. Pascual y Bosque nos confiesan que no s¨®lo pastas se toman aqu¨ª, y no s¨®lo hay, en las sesiones semanales de la Academia, el agua con la que ahora nos obsequian.
Bosque tiene claro el porvenir de esta Gram¨¢tica nueva: su primera versi¨®n se acabar¨¢ el pr¨®ximo a?o, tendr¨¢ 53 cap¨ªtulos, y ya se han adelantado tres cuartas partes de lo que est¨¢ en el calendario.
?Y c¨®mo alcanza el consenso? El sistema est¨¢ engrasado por el panhisp¨¢nico. Cada academia recibe los cap¨ªtulos que se van elaborando, revisados previamente por los consultores, y con una diligencia que Bosque agradece llegan las sugerencias o rectificaciones con las que se construye la versi¨®n que los estudiosos de la Gram¨¢tica tendr¨¢n en su momento.
El equipo se ha venido reuniendo, en cualquier lugar del mundo, cada ocho meses. "Claro, podr¨ªamos hablar por correo electr¨®nico, y lo hacemos, pero vernos es fundamental. La pr¨®xima reuni¨®n, este mismo mes, ser¨¢ en ?vila".
Las discusiones son educadas, pero firmes. Ya se acab¨® el tiempo en que los espa?oles de la pen¨ªnsula dictaban lo que era correcto. Bosque recuerda, por ejemplo, que hay expresiones que son correctas en un lugar e incorrectas en otros. Por ejemplo, si usted dice en Espa?a "se los dije" estar¨¢ expresando casi una aberraci¨®n, pero as¨ª es como lo van a seguir diciendo los mexicanos... Y si los que hablan espa?ol en la pen¨ªnsula dijeran: "?Cu¨¢ndo fue que viniste?" estar¨ªan hablando como muchos latinoamericanos que tienen entre sus caracter¨ªsticas el que galicado, que as¨ª se llama la figura que acabamos de evocar.
El que galicado. Esta Gram¨¢tica no es para especialistas, sino para la gente normal, "es la gram¨¢tica del espa?ol com¨²n", dice Bosque, y se aborda para que los hablantes se reconozcan de una lengua com¨²n, cuya sintaxis es firme pero que se habla de modo distinto seg¨²n en qu¨¦ ¨¢reas. "La Gram¨¢tica revela la variedad, pero tambi¨¦n refleja el hecho evidente de que compartimos much¨ªsimo". Muchos le¨ªstas de Espa?a han cre¨ªdo defender tradicionalmente opciones m¨¢s correctas que los no le¨ªstas (mayoritarios en Am¨¦rica). La Gram¨¢tica los pone en su sitio.
Pero cuando se enfurecen Bosque y Pascual, y todav¨ªa no hemos empezado a hablar del Diccionario hist¨®rico, es cuando en la conversaci¨®n se evoca el de que. "?Creo de que!, ?a qui¨¦n se le ocurre? Pues se dice". Del mismo modo que en el Panhisp¨¢nico de dudas, aberraciones como ¨¦sta se marcan con una bolaspa (un c¨ªrculo con un aspa en el interior), una especie de tarjeta roja. Ser¨¢n m¨¢s ben¨¦volos (tan s¨®lo un asterisco) con aquellas construcciones que no son agresiones violentas, sino lo que ellos llaman secuencias agramaticales: fuera del sistema gramatical.
Para explicar esa diferencia acuden a un ejemplo: es correcto decir, en franc¨¦s, "quiero que vendr¨¢", pero en espa?ol esta construcci¨®n no se usa; est¨¢ fuera del sistema gramatical actual, asterisco por tanto. Por el contrario, en lugares de Espa?a como La Rioja, Burgos o Navarra hay una construcci¨®n ("es como si no te enterar¨ªas") usada muy frecuentemente, pero no integrada en la lengua culta, bolaspa por consiguiente.
?Y se habla mejor en alg¨²n sitio? Pascual y Bosque dicen que no. "Es un concepto pasado de moda; no hay un sitio donde se hable mejor que en otros". Y ellos, en la Gram¨¢tica o en el Diccionario hist¨®rico, van a huir de las clasificaciones. "El nuestro es un inter¨¦s descriptivo y normativo, no partidario". "Si nos excedemos en el celo normativo y luego comprobamos que lo que hemos tachado de incorrecto lo dicen en sus obras escritores como Borges, Garc¨ªa M¨¢rquez o Mario Vargas Llosa, ?c¨®mo quedar¨ªamos las academias?", dice Bosque. "Nosotros, los fil¨®logos, como cualquiera, debemos huir de todo fundamentalismo". Lo dice Pascual, convencido de una receta para acabar "con todos los fundamentalismos". "Esa receta es viajar. Viajando te das cuenta de lo bien que se habla por ah¨ª". ?l vio recientemente a un inmigrante ecuatoriano felicitar por la tele -¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa sido padre, en Madrid- a los pr¨ªncipes de Asturias: "?C¨®mo hablaba ese hombre, con qu¨¦ espa?ol!". "A m¨ª me despertaron", cuenta Pascual, "una ma?ana en Oaxaca, M¨¦xico, unos ni?os que hac¨ªan en la calle un concurso de oratoria".
Los dos est¨¢n de acuerdo. "Para muchos espa?oles el idioma es algo ajeno, nadie considera que la lengua le pertenece, que es un instrumento y un patrimonio personal y colectivo", afirma Bosque. "?Y si supieran c¨®mo pueden divertirse con ¨¦l!", remacha Pascual.
A los gram¨¢ticos ya no les preocupa que les lleven a la hoguera, como dice Cervantes que les pasaba a sus antecesores. La preocupaci¨®n que m¨¢s les anima es hacer una Gram¨¢tica y un Diccionario que haga justicia al espa?ol de todas partes, instrumentos que sirvan "para salvar la falta de textos que describan con suficiente detalle la lengua com¨²n". El Diccionario hist¨®rico tiene mucho que hacer en este partido. El que impuls¨® Men¨¦ndez Pidal estaba, en 1995, a punto de terminar la letra A... Lo que proponen ahora es "un artilugio" que explique el origen y la evoluci¨®n de la lengua y que en un momento est¨¦ en manos de los fil¨®logos, y del p¨²blico, en el formato m¨¢s codiciado: Internet.
Pascual lo dice en t¨¦rminos futbol¨ªsticos: "Nuestra lengua ser¨¢ de segunda si no tiene un diccionario hist¨®rico". ?Y para qu¨¦? "El Quijote es un banco de pruebas. Cuando Cervantes dice que su h¨¦roe est¨¢ pensativo quiere decir que est¨¢ triste, y cuando est¨¢ desmayado es que ha perdido la raz¨®n...". "Nosotros", dice Jos¨¦ Antonio Pascual, "necesitamos un microscopio para entender el l¨¦xico del pasado; ese conocimiento hace mucho m¨¢s rico, m¨¢s suculento, el lenguaje". As¨ª que ¨¦l no se plantea "un gran monumento filol¨®gico, sino un artefacto de servicio p¨²blico, que est¨¦ siempre abierto a correcciones y a incorporaciones. Estar¨ªa siempre vivo". ?Con qu¨¦ cuenta para este partido? "Cuando los americanos desembarcaron en Normand¨ªa ten¨ªan claro cu¨¢ntas armas, soldados, etc¨¦tera, estaban a su disposici¨®n. Ahora nosotros recopilamos esos materiales para empezar la batalla". Y la batalla del Diccionario hist¨®rico comenzar¨¢ el 7 de enero de 2006.
Pascual y Bosque se ponen, para acabar, a jugar con las palabras. Como dec¨ªa uno de sus ilustres antecesores, Rafael Lapesa, "el l¨¦xico est¨¢ vivo", y ellos lo quieren demostrar en medio del silencio acad¨¦mico de esta tarde. Pascual explica antojar, que era, en tiempos de Alfonso X, ponerse ante el ojo; o desamparado, que en Cela y en Garc¨ªa M¨¢rquez alcanza el valor (dudoso) de abandonado, "y el verbo abandonar viene del siglo XVI...". Le quedan a Pascual 15 a?os al menos jugando as¨ª con las palabras, ense?ando la lengua tal como ha ido siendo... Es un proyecto de Estado; lo pagar¨¢ el Ministerio de Educaci¨®n. "Un proyecto cient¨ªfico. ?Como el del genoma!". El genoma del idioma. En tres a?os estar¨¢n las bases del proyecto. Han cambiado mucho los tiempos. Antes, los fil¨®logos se reun¨ªan, aqu¨ª, en torno a la mesa de Men¨¦ndez Pidal. Ahora, se?ala Pascual, "la mesa es la Red". As¨ª que cuando los acad¨¦micos nos convocan en la sala de pastas para hablar de proyectos del futuro en realidad nos est¨¢n sentando en las salas del pasado: dentro, donde trabajan, disponen de una red mundial, panhisp¨¢nica, cuyas teclas universales y cibern¨¦ticas son sus aliadas en la batalla que libran para estudiar y ense?ar mejor la lengua.
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